Si hace escasos meses se hablaba de "El olvido de Hernán Toledo", hoy se puede titular algo muy distinto, el extremo argentino mostró algunas de sus virtudes, las cuales le han llevado a la UD Las Palmas, o a la Fiorentina la temporada pasada.

Se vislumbraban los últimos diez minutos de partido con todo perdido, un equipo sin alma estaba cosechando su duodécima derrota en el campeonato liguero, pero desde el banquillo se optó por dar cancha a Toledo, con el objetivo de buscar profundidad por banda y meterle una marcha más al partido. El ex de Lanús apareció, y vamos que si apareció, fue el detonante necesario para que sus compañeros se contagiasen de esa chispa necesaria, y de sus botas nació la asistencia del primer gol, obra del francés Remy

Los espectadores que se dieron cita en el Estadio de Gran Canaria, que mostraron su disconformidad con la directiva durante bastantes tramos del partido, encontraron en el argentino una manera de enchufarse en el partido y creer en estos jugadores que hace un año les hicieron ilusionarse. Desde ese momento, el Espanyol no pudo sostener el vendaval canario. Este equipo, con intensidad, garra y de la mano con su afición  puede vencer a cualquiera y creer en el milagro de la salvación. Este clavo ardiendo dio atisbos de confiar, pero siempre y cuando la versión de los últimos minutos sea duradera en todo el partido.

El asedio a la portería de Pau López era inevitable. El conjunto perico se veía superado por todos lados, que veía como Calleri conectaba un buen cabezazo tras centro de Macedo, que acabaría en el fondo de las mallas. El partido estaba empatado, Las Palmas estaba muy viva, y todavía restaban minutos.

Todo terminaba con el tiempo de descuento ya cumplido. Jonathan Viera tuvo la oportunidad de dar a la afición una felicidad inmensa, tras lo visto en la primera parte, pero erró la pena máxima. Cuando tuvo que sonreír la fortuna, no lo hizo. Toledo salió, demostró y desconectó los cables de la bomba amarilla, cuando todo iba encaminado a que estallase una vez más. Hay mimbres para creer, pero resta una jornada menos. Con actitudes así, el milagro está más cerca. 

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