La fiesta del fútbol gallego solo se pudo ver en las gradas de Balaídos. Sobre el césped, dos equipos que ya no se jugaban nada, uno sin creer en sus posibilidades de llegar a las posiciones que dan acceso a Europa, y el otro ya descendido a Segunda. Por lo que, pese a ser normalmente un duelo de gran rivalidad, eléctrico y en el que los jugadores se dejan la vida, en la tarde del sábado solo se pudo ver a dos conjuntos que pusieron pocas ganas y menos futbol durante los 90 minutos.

Los aficionados celestes, ya desde las horas previas al partido, en los aledaños a Balaídos, animaban a los suyos y celebraban el descenso del máximo rival a la categoría de plata del fútbol español. Un ambiente festivo que se trasladó a la grada del estadio durante los 90 minutos, siendo este el único aliciente que se le podía sacar al encuentro.

Sobre el césped, el Celta llevaba el compás del encuentro a base de posesiones interminables, pero generando poco peligro sobre la portería de Rubén. Mientras, los de Seedorf, intentaban salir a la contra, intentando alcanzar la portería de Sergio en algún descuido de la defensa celeste. Intentos que quedaban en nada pasada la línea del medio campo.

Tan solo un error de Rubén, otro más que se une a la larga lista esta temporada, dio la oportunidad a Celta de irse con ventaja en el marcador al descanso. Uno de los puntos débiles esta temporada del Deportivo ha sido su portería, y en “O Noso Derbi” se vio reflejado el porqué. Una mala salida, un balón fácil para el portero gallego que falla a la hora de despejar, acaba con un rebote en la chepa de Maxi Gómez dentro de la portería. Mientras, en la otra portería, Lucas, Adrián ni Colak sabían entenderse.

Por su parte, los de Juan Carlos Unzué se dedicaron a sestear. Sabiendo de la poca efectividad del Deportivo de cara a portería, jugaban al ralentí, sin arriesgar, con posesiones largas pero infértiles. Brais Méndez y Pione Sisto fueron los únicos que lo intentaron con más ganas pero sin suerte.

La segunda parte comenzó mejor para el Dépor. Seedorf supo dar con la tecla, sentando a Colak y a Adrián, y metiendo en el partido hombres de más brega como Valverde o Borja Valle. En cambio, Unzué hacia lo contrario, quitaba piezas importantes para dar la alternativa a jugadores que no han tenido oportunidades durante la temporada. Entraba así un Lucas Boyé sobrexcitado al campo, el cual pudo ver la roja en la primera acción que tuvo con Albentosa, por Maxi Gómez. Decisiones que afectaron al rendimiento del equipo, que veía como cada vez atacaba más el Dépor, alejándose de la portería de Rubén.

Con el Celta superado, Unzué quiso fortalecer en los últimos minutos la medular con el ‘Tucu’, pero a falta de quince minutos, el internacional chileno no pudo hacer casi nada. Minutos “basura” para uno de los mejores jugadores de la plantilla, condenado al banquillo, desde principio de temporada, sin razón, por el técnico navarro.

El Deportivo avisó, pero no fue hasta el minuto 90 cuando acabó empatando el encuentro. en una jugada sin mucho peligro, un fallo defensivo del Celta, nada nuevo para los aficionados de Balaídos, acabó con Lucas solo, fusilando a Sergio a placer. Un gol con la correspondiente celebración, fuera de lugar, recordando los éxitos pasados de los del norte de Galicia, cuando están en una situación que da para presumir poco.

Con el empate acababa el último derbi gallego de Primera hasta nuevo aviso. Un partido insulso y descafeinado que no pasará a la historia de los derbis por su trascendencia. Dos partidos quedan para que se acabe la temporada y empiece lo que realmente importa. Por un lado la cimentación de un nuevo proyecto, con la correspondiente mini-revolución en la plantilla celeste, y el intento de volver a la máxima categoría cuanto antes por parte de los deportivistas.