Gran victoria, otra vez, ante un grande de Europa. El todopoderoso Bayern volvió a claudicar en el Vicente Calderón en un partidazo del Atlético de Madrid. Los de Simeone volvieron a rozar un partido perfecto, efectivo en todos sus afectos (palo y penalti a parte) y de un nivel competitivo muy alto. Ya no es sorpresa lo que este equipo es capaz, lo sorprendente es su manera de levantarse. Simeone y sus pupilos se recuperan de los golpes a ritmo de competición y vuelven a dar la campana en Champions.

Sigue la evolución de Simeone

Simeone se asienta en lo táctico, el corazón sigue hiperactivo

Estamos en una temporada que parece que comienza de cero. El año de la consecución de la Liga y la primera final de Champions perdida significó el fruto de un subidón que venía desde atrás, pero también un punto y seguido. Leve descenso en el buen hacer de la siguiente campaña para acabar con otro gran impulso la temporada pasada. Sin embargo, la segunda final errada ante el Real Madrid pareció significar  un punto con necesidad de borrón.  No ha habido limpia ni fichajes desorbitados, tan solo progresión, alzamiento a otro nivel más y cambio de chip, sin dejar nunca la filosofía base.

Tras la temporada que acabó campeón de Liga, Simeone evolucionó para dar otra variante más a un equipo asentado en lo defensivo.  Hasta el final de la temporada pasada ese experimento o esa fase de evolución no se detuvo. Cambios permanentes de tácticas, cambios de variantes, nombres, incubación para los jóvenes, creación de un Atleti con más argumentos que el defensivo y el del derroche físico sin dejar a merced este primer mandamiento. Momentos malos, momentos sin identidad ofensiva, cambios de ánimo, irregularidad pero alcanzando una gran cima.

Esta temporada, Simeone da otro paso a su evolución.  El primer mandamiento sigue sin rebajarse ni un solo gramo, de hecho ya es el equipo menos goleado. Sin embargo la final de Milan dio un chispazo a Simeone y aceleró su proyecto. Los jugadores jóvenes acabaron por incubarse, la táctica comienza a verse aflorada y empieza asentarse, el monstruo que el Cholo eligió como líder, Griezmann,  ha crecido y casi no cabe en el Calderón, las piezas empiezan a volver a funcionar. En 2014 también funcionaban, pero el Atleti aquel no seguiría funcionando sin un cambio evolutivo, y a ese punto de funcionamiento ha llegado este Simeone 3.0.

El Atleti de 2014 funcionó a la perfección, pero ese Atleti no tendría cabida en la actualidad. La evolución es permanente en Simeone

Se puede entender un  Simeone inicial que cogió un equipo sin identidad y le otorgó una. Trabajo, cambio de chip, creencia. Mirar de tú a tú a cualquier contrario, quitar miedos,  fe  y más trabajo. Un equipo que acabó por hacerse un nombre, la peor defensa se convirtió en la mejor y la creencia y la mejora, acabó por hacer un equipo ganador.  4-4-2,  equipo cerrado, austero, trabajador, incómodo y con las ideas claras. Contragolpe y juego aéreo y contundente. No había más que eso, un fútbol tan clásico como fácil de ejecutar con concentración. Esa concentración con unas gotas de confianza acababan por conformar el primer Simeone.

Tras la victoria en Liga, llegó el Simeone 2.0. Quizás fue el más blando, momentos complicados como en cualquier tránsito o tiempos de transición. Simeone tenía asentada las bases (ideas, filosofía, poderío defensivo) pero quería una evolución.   Las dos temporadas que preceden a la actual fueron temporadas de irregularidad, de bajón de eficacia, de cambios de movimiento. Los esquemas corrían más que los jugadores, la búsqueda del mejor vestido urgía para dar un paso más.  Tanto fue así que incluso perdió la eficacia defensiva tan clave en este equipo, cosa que Simeone se encargó  de volver a fortalecer la temporada pasada. Saúl, Griezmann, Koke. La incubadora se empezaba a vaciar, el nuevo Atleti estaba cerca.

Esta temporada se está viendo, por fin, el Simeone 3.0. Tras la transición del equipo que ganó una Liga a base de trabajo y fe, llega  un equipo con un plus. Un equipo que sigue defendiendo  como el primer día pero con un plus en las demás líneas. Koke encuentra su sitio en la creación, Saúl es de verdad, Griezmann alcanza niveles de estrella. Los veteranos mejoran como el vino, todos enchufados, y el miedo va cesando pese a las tortas en las finales. Cambios ofensivos, incremento de disparos y llegadas. Simeone sigue viviendo el partido como una moto. Eufórico, extremo. El campo le acompaña. Eterna evolución, eterna superación.

Ante el Bayern, el Atleti no se encerró desde el gol, como hiciera el año pasado (tampoco fue el Bayern de Guardiola).  El Atleti de Simeone 3.0 tuvo ocasiones para hacer más, los laterales pese a tener a Alaba, Ribery, Lahm,  Thiago o Muller enfrente, también miran para atacar. Se han ganado esa confianza. El Atleti de Simeone 3.0 gana al centro del campo del Bayern ante Vidal, Thiago o Alonso. El Atleti de Simeone 3.0 gana al Bayern y sigue atacando con cinco jugadores.  La franqueza está ahí, el equipo sigue defendiendo juntito, con muchos hombres y en base a los ataques rivales, pero la nueva franqueza cada vez está también más asentada. El Atleti ha encontrado su dibujo, su “punto G”, y se siente grande. Ya no es todo defender, también es ganar. La final de Milan tuvo una parte de culpa en el miedo a atacar, y ese miedo ha hecho ver a un Simeone más valiente.

Ante el Bayern, 4-4-2 con Gabi- Koke como génesis

El ejemplo del culmen de esta mejora rojiblanca ha llegado ante el Bayern.  El Atleti no hizo cosas raras, ni se encerró (salvo por escasos momentos) ante la grandeza de equipo rival. Jugó como lo está haciendo hasta ahora y sin prejuicios. El 4-4-2 parece asentado como táctica defensiva por antonomasia  y el ataque lo varía la movilidad de su estrella Griezmann. Tácticamente perfecto, como casi siempre, el Atleti anuló la zona ofensiva del Bayern, ganó la batalla en el centro del campo y dejó sin ideas al Bayern de Anccelotti. No esperó, buscó. No se conformó e intentó atacar ante robo. Plan sin balón y plan con balón.

El eje de todo eso lo conformaron dos jugadores que se salieron ayer: Gabi y Koke. El capitán robó absolutamente todo, y si no lo robaba provocaba una precipitación, una escapatoria, un balonazo o un balón atrás. Perfecto tácticamente, perfecto físicamente. A su lado Koke. En su sitio, el centro. Se siente más importante, se siente líder de la creación. No le quema, distribuye, cambia el juego y filtra pases interiores, cosa que se echaba de menos. Además fue el jugador que más corrió. La génesis, el motor de todo lo bueno que pasó ayer ante el Bayern, inicia en ellos dos. Todo tiene su nacimiento.

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