A principios de la campaña 2015/16 muy pocas personas se imaginaban lo importante que sería ese chaval brasileño que jugó medio año en el Real Madrid Castilla. Ese chaval que había marchado para realizar su Erasmus particular en tierras portuguesas y que, tras un año a un altísimo nivel, convenció al nuevo entrenador del club de su corazón, el Real Madrid.

Rafa Benítez fue la opción de Florentino Pérez para solucionar los problemas del club tras la marcha de Carlo Ancelotti, y el madrileño tenía claro lo que necesitaba el equipo: espíritu de brega. Para conseguir esa intensidad, esas ganas y esa lucha, lo mejor era recuperar futbolistas jóvenes, canteranos y con proyección. Así, Casemiro y Lucas Vázquez volvieron a la entidad de Chamartín con un claro objetivo: aportar un espíritu guerrero a un club que parecía haberlo perdido entre tanta constelación de estrellas.

Irregularidad inicial y asentamiento con Zizou

Durante los 5 meses que Benítez dirigió el equipo, Casemiro tuvo numerosos altibajos. Empezó siendo un jugador de banquillo, aunque contando casi siempre con minutos, por detrás de Kroos, Modric, James e Isco. Seguramente su momento álgido estuvo en los partidos de la fase de grupos ante el PSG, donde un Real Madrid muy mermado por las bajas sacó un cero a cero del Parque de los Príncipes y ganó por un gol a cero en el Santiago Bernabéu. En dichos partidos fue vital la figura del “14” merengue, igual que ante el Atletico en el Calderón, especialmente en labores defensivas, donde corre como el que más independientemente del rival que tenga delante.

A pesar de su buen rendimiento cada vez que jugaba, para Rafa seguía estando por detrás de futbolistas más jugones. Bien por presión de poner a los mejores o bien por ideas propias, el canterano blanco y entrenador del primer equipo no le dio bola en partidos que requerían de su figura. Tras la marcha de Benítez y la llegada de Zidane, las cosas empezaron a cambiar.

Los primeros partidos de Zinedine Zidane al mando de la nave blanca fueron de mero tanteo. El francés sacó a los mejores, no al equipo que debía hacer. Jugaban los habituales y se ganaban los partidos con solvencia. Al menos en casa. Fue a partir de los encuentros en tierras hostiles cuando ZZ se dio cuenta de que algo debía cambiar. Y ese cambio tenía nombre y apellidos: Carlos Henrique Casemiro.

Un jugador potente físicamente y con buena salida de pelota conquistó a Zidane

Con el Barcelona pinchando y toda la afición merengue a su favor, Zidane se vio con fuerza para hacer un equipo como él quería: con un mediocentro de verdad, puro, que guardara las espaldas de Kroos y Modric a la hora de defender. El nivel ofensivo estaba garantizado con jugadores como Bale, Benzema, Cristiano o Lucas Vázquez, y con la entrada de Casemiro en el once considerado de gala, la defensa podía estar bien tranquila. Un jugador potente físicamente, con poderío aéreo y buena salida de pelota, así como habilidad para ir al cruce. Un jugador intenso del minuto uno al 90, que no deja que nadie se cuele en su parcela. Eso es Casemiro, y eso es lo que necesitaba el Madrid de Zinedine Zidane, un equipo que ganó enteros con el brasileño y que lo demostró especialmente en la Champions League con la consecución de la Undécima.

No sólo es físico, también hay calidad

En contra de lo que muchos aficionados a este deporte han querido promulgar desde su llegada a la capital de España, Casemiro no es solo un portento físico. No se trata de un jugador tosco, duro, que defiende muy bien pero que es inútil con el balón en los pies. Nada más lejos de la realidad. Es el jugador ideal para jugar en la posición del “5”, de ese futbolista del centro del campo más retrasado que se sitúa entre los centrales para sacar el esférico, que empuja a su equipo hacia arriba y que es el primero en defender cuando se pierde la pelota.

Esta temporada ha dado un recital en defensa, sí. Ha protagonizado cortes espectaculares, despejes a los que otros solo sueñan con llegar y una colocación defensiva digna del Real Madrid. Además, su solidaridad para con sus compañeros, a los que siempre apoya para hacer desdoblamientos en caso necesario, le convierten en la pieza clave que une el ataque con la defensa.

Pero no solo ha destacado en defensa. Ha dejado detalles de calidad y ha sido el primero a la hora de sacar el esférico jugado. Sus desplazamientos en largo son una de sus mejores armas, aunque también ha demostrado tener mucha facilidad para asociarse en corto, con rápidos movimientos y toques sencillos. Con tan solo 24 años se ha ganado un puesto de titular en el equipo, y eso es algo que se valora tanto en el club como en la grada. Si continúa a este nivel, el Real Madrid puede haber encontrado lo que necesitaba; ese mediocentro puro, bueno táctica y técnicamente, apoyado por la afición y con un nivel de entrega del 100%. En definitiva, en Casemiro hay 5 -o 14, según se mire- para los próximos diez años.