La Chanson de Roland: la leyenda de la batalla de Roncesvalles
La Chanson de Rolan / fuente: Le Chant des Voyelles

Ya en el siglo VIII los avances que la cristiandad iba realizando por el centro de Europa se contraponían con el retroceso que ésta experimentaba en las tierras de España. La Península Ibérica se había convertido en el principal escenario de la lucha entre musulmanes y cristianos tres siglos antes de la Primera Cruzada en el siglo XI, cuando el bereber Tariq Ibn Ziyad cruzó Gibraltar y derrotó al rey visigodo Rodrigo en julio del 711, en la famosa batalla de Guadalete (donde también participó Pelayo). A partir de entonces la marea musulmana se extendió rápidamente por gran parte de la Península, debido a sus ansias expansionistas, lo que les empujó a intentar rebasar y crear un estado más allá de los Pirineos, hasta que esta ansia se vio frenada en las tierras francas en el 732, por las tropas de Carlos Martel en la batalla de Poitiers. Los restos de la nobleza y del ejército visigodo que lograron salvarse del avance imparable de los ejércitos musulmanes, se refugiaron en las montañas de Asturias, y desde allí lograron el primer gran éxito contra ellos en la importante victoria de Covadonga, en el año 722, aunque fue más una victoria moral que efectiva… Los musulmanes beréberes que se habían establecido en la zona del valle del Duero y Galicia, hacia el año 750, o fueron arrojados de allí o abandonaron dichas tierras tras años de sequías y hambrunas. Este suceso fue aprovechado por el rey Alfonso I que, tras recorrer Galicia, Portugal y el valle del Duero, llevó consigo cuanta población cristiana pudo, abandonando después dichos territorios ante la imposibilidad de colonizarlos y defenderlos.

La situación en la parte oriental de la Península era bien distinta, donde los invasores, en su mayoría árabes, estaban dando paso al establecimiento de poderosas dinastías que rivalizaban con Córdoba e intentaban lograr su más que ansiada independencia del Emirato. Algunas de estas dinastías eran de ascendencia hispana y, tras su posterior conversión al islam, habían dado origen a grandes y potentes clanes, como el de los Banu Qasi, que dominaban el valle del Ebro.

Aunque los musulmanes, en sus ansias expansionistas, seguían intentado crear un estado más allá de los Pirineos, éstos topaban una y otra vez con la resistencia del pueblo franco. El rey Carlos I el Grande, más conocido como Carlomagno (747-814), quiso entonces reforzar sus fronteras con Al-Ándalus, tras la batalla de Roncesvalles (778), creando el reino de Aquitania en el 781, al frente del cual puso a su hijo Luis, con el objetivo de que desde esa zona se prosiguiera con más fuerza la expansión transpirenaica que a su vez también perseguía el rey franco.

Alcance de la península ibérica hacia el año 718 / fuente: Wikipedia

La batalla de Roncesvalles

La batalla de Roncesvalles, acontecida posiblemente en Valcarlos, en el Pirineo navarro, el 15 de agosto del 778, dio pie a un cantar de gesta, la Chanson de Roland o El Cantar de Rolando, siendo ésta considerada como una de las grandes narraciones medievales junto con el poema de Beowulf o El Cantar del Mío Cid. Ya desde los primeros escritos que nos encontramos en la antigüedad, nos encontramos con narraciones o leyendas que tienen que ver con un hecho real, pero que después de pasar por la tradición oral y al ser recogidas mediante la escritura, suelen exponer acontecimientos que no ocurrieron en la realidad, pero que de una manera u otra marcarán para siempre dicho suceso, pasando de un simple acontecimiento a convertirse en una leyenda o un mito. Así pasó por ejemplo con la Ilíada o la Odisea de Homero…

La Batalla de Roncesvalles / fuente: Apuntes de Historia.com 

Hagamos pues una reconstrucción de los hechos históricos de la batalla de Roncesvalles para después analizar el poema y la leyenda que tras ésta se oculta:

En el año 750 Abd al-Rahman I, príncipe de la dinastía de los Omeyas, consiguió escapar de una matanza de su familia en Abú Futrus, en Palestina, por parte de otra gran familia, pero rivales de éstos, los Abasidas. Llegó a Ceuta procedente del norte de África, proclamándose en el 756 emir independiente de Al-Ándalus, si bien tuvo que enfrentarse a algunos gobernadores de las provincias fronterizas por oponerse a su gobierno. En el 774, un ejército dirigido por el general Thalaba intentó acabar con los gobernadores rebeldes, pero fue vencido, siendo este general hecho preso cerca de Zaragoza. Un tiempo después, en el 777, Al-Arabí, gobernador de Gerona y Barcelona, y otros tantos dirigentes opuestos a Abd al-Rahman I visitaron al rey Carlomagno en la ciudad alemana de Paderborn (en el actual estado de Westfalia) con el objetivo de sellar una alianza y pedirle ayuda para poder enfrentarse al emir de Córdoba. Para expresar sus mejores propósitos y demostrar que dicha alianza era sincera, le entregaron al rey franco al rehén Thalaba, además de prometerle la entrega de las ciudades de Zaragoza y Barcelona. No hay duda que este acto convenció a Carlomagno, pues en la pascua del 778 partió del centro de Francia con un gran ejército, presentándose a finales de mayo, tras atravesar los Pirineos, ante Zaragoza, la cual estaba predicha su rendición. El caso es que, una vez allí Carlomagno, Hussayn Al-Ansarí, gobernador de la ciudad, arrepentido de lo pactado, no se la entregó, pues previamente se había pasado al bando de Abd Al-Rahman I, cerrando las puertas de las murallas e impidiendo que las tropas francas pudieran acceder.  Carlomagno pensó entonces que Al-Arabí le había engañado o traicionado, mandando su arresto de inmediato. Recelando de un posible asedio a la ciudad porque podría suponer una larga campaña en territorio hostil, decidió abandonar Zaragoza y regresar a Francia, aunque en su camino de regreso, y antes de llegar a Pamplona, los hijos de Al-Arabí consiguieron librar a su padre en una breve contienda. Ello enfadó profundamente a Carlomagno, que al llegar a Pamplona ordenó destruir las murallas de la ciudad, ante el temor de otros posibles ataques.

El ejército francés atravesó el Pirineo navarro por el camino que va desde Roncesvalles al puerto de Ibañeta el 15 de agosto del 778. Sería entonces cuando la retaguardia del ejército fue atacada por los vascones desde lo alto de las montañas…

En el año 830 el cronista y biógrafo de Carlomagno, Eginhardo, escribió La Vita Karoli Magni o Vida de Carlomagno, donde narra cómo en la emboscada de los vascones murieron los mejores caballeros del rey franco, y que entre uno de éstos había un tal Hruodlandus o Rodlando, prefecto de la marca de Bretaña. Los vencedores del ataque aprovecharon la oscuridad de la noche para dispersarse y escapar, pero no hay duda de que fueron los vascos (no obstante, se desconoce si fueron los vascos que habitaban al norte del Pirineo, los llamados vascones, o si, por el contrario, fueron los vascos del sur, los llamados hispani vascones).

La muerte de Roland / fuente: Wikipedia

La leyenda

Dicha epopeya fue cantada por juglares de toda Europa que transmitieron oralmente lo que allí en Roncesvalles sucedió.

Ya en la segunda mitad del siglo XI, el obispo de Amiens, Guy de Ponthieu, escribió el Carmen de Hastingae proelio o Canción de la batalla de Hanstings, donde contaba cómo un juglar llamado Taillefer alentó a las tropas normandas en la batalla de Hanstings en su enfrentamiento contra los sajones en el sur de Inglaterra el 14 de octubre del 1066, con la historia del caballero Roldán. Posteriormente, el historiador inglés William de Malmesbury confirmó este hecho en 1125. El juglar Taillefer habría trasladado pues el relato de aquella gesta vía oral desde Normandía al sur de Inglaterra, aunque seguramente, su descripción de los hechos estaba llena de imprecisiones históricas y, debido a las lagunas que tendría de aquel suceso, éste juglar llenó de fabulaciones, pues no podemos olvidar que el principal objetivo de un juglar era captar la atención del público y no hacer historia como tal. Pero, ¿cuándo pasó la leyenda de Roncesvalles de la tradición oral a texto escrito?

Actualmente, se conserva en la Biblioteca de la Universidad de Oxford el manuscrito más antiguo que tenemos de la Chanson de Roland, el cual consta de 4.002 versos, y fechados entre 1130 y 1150. Dicho poema presenta claros rasgos lingüísticos anglonormandos (el francés hablado en Inglaterra después de la conquista normanda), por lo que se admite que su autor fue un poeta del sur de Inglaterra. Gracias a su último verso, que dice: «Ci falt la geste que Turoldus declinet (aquí acaba la gesta que Turoldus declina)», y dependiendo de la traducción que se dé a la palabra “declinet”, veremos al tal Turoldus como al posible autor, traductor, o al juglar del poema… todo un enigma por ahora. El texto del manuscrito de Oxford fue publicado por primera vez por el filólogo francés Francisque Michel en 1837.

La leyenda del texto relata cómo el rey Carlomagno había ocupado España siete años excepto la ciudad de Zaragoza, gobernada por un tal Marsil. Esto no es más que una aportación ficticia porque Carlomagno estuvo solamente tres meses en la Península Ibérica. La leyenda continua en el punto de cómo una embajada musulmana ofreció al rey franco tesoros y riquezas con la condición de que éste se retirara de Zaragoza. Entonces, Carlomagno, aconsejado por su sobrino Roldán, escogió a Ganelón como su emisario para concretar las condiciones de tal pacto. Pues bien, el personaje de Galeón que el texto muestra como parte de la corte de Carlomagno y como padrastro de Roldán, es ficticio, no es real. Prosigue el texto con el enfurecimiento por pate del tal Ganelón por haber sido elegido para tal misión, convenciendo al mismo rey Marsil de que nunca conseguiría la paz si antes no mataba al caballero Roldán. Ambos, Ganelón y Marsil, decidieron enviar ricos presentes al rey franco y la promesa del bautismo de Marsil antes de un año. Carlomagno, confiado, aceptó regresar a Francia, y a sugerencia del propio Ganelón encargó a Roldán la vigilancia de la retaguardia de su ejército, con alrededor de 20.000 caballeros a su mando. Cuenta que junto a él marchaban los llamados Doce pares de Francia, lo que venía siendo los caballeros más valerosos del reino franco, y que entre ellos se encontraban el conde de Oliveros y el arzobispo Turpín.

Mientras todo esto ocurría, Marsil había armado un ejército de 400.000 hombres a la espera de atacar a Roldán en el paso de Roncesvalles. Al ver la emboscada, el caballero Oliveros pidió a Roldán que hiciera sonar el olifante, un instrumento de viento tallado sobre el colmillo de un elefante, para avisar al rey Carlomagno del ataque del que estaban siendo objeto, pero Roldán se negó a ello al considerarlo como un acto de cobardía… Y si bien es cierto que en el combate murieron muchos musulmanes, la superioridad numérica de éstos obligó a Roldán a soplar el olifante. Pero fue demasiado tarde. Los Doce pares de Francia y el propio Roldán acabarían muertos en el campo de batalla. Por su parte, Carlomagno, al oír aquel instrumento regresó a Roncesvalles, pero solo pudo evidenciar la muerte de sus hombres, víctimas de tal engaño. El rey franco comprobó que a lo lejos el ejército de Marsil regresaba de vuelta a Zaragoza y pidió entonces a Dios que detuviera el Sol para poder darles caza y poder vengar así a los suyos. El poema cuenta como gracias al milagro divino, todo el ejército musulmán cayó frente al Ebro debido a las armas del ejército franco, o ahogados en el río. A pesar de ello, el rey Marsil consiguió huir y dirigirse a Zaragoza, aunque cuenta que gravemente herido. Prosigue el texto con la llegada, aquel mismo día, del emir Baligán de Babilonia, quien apareció con un ejército en respuesta a la petición de ayuda que Marsil había hecho siete años antes, cuando se supone que empezó la invasión franca. Marsil informó a Baligán de todo lo sucedido y juntos resolvieron combatir de nuevo a Carlomagno. En el poema nos cuenta como en la batalla final, los musulmanes fueron otra vez derrotados, que Carlomagno mató a Baligán gracias a la intervención del ángel Gabriel, y que Zaragoza fue ocupada por el ejército franco, obligando éstos a todos los musulmanes que aceptaran el bautismo y que los que se negaron fueron ahorcados. Después de aquello, prosigue el texto, los francos abandonaron y regresaron a Francia. Termina el relato con el encargo del ángel Gabriel a Carlomagno de ir a las tierras de Sajonia para socorrer al rey Vivién en la ciudad de Imphe, cerca del mar Báltico.

En resumen: la Chanson de Roland del tal Turoldus es una especie de adaptación novelada de los hechos históricos ocurridos. La existencia de la batalla de Roncesvalles y la historicidad del caballero llamado Roldán (el Hruodlandus de la Vida de Carlomagno de Eginghardo) están atestiguados. Pero, por otra parte, el poema está lleno de personajes ficticios, o de algunas exageraciones que reducen lo ocurrido en Roncesvalles a una simple rencilla personal entre el tal Ganelón y Roldán. El hecho de que entre Roldán y Carlomagno exista un parentesco es un dato inventado, como lo es también la figura del tal duque de Oliveros, pues éste no existió en estos tiempos ni participó en aquella batalla. También es inventada la participación del obispo llamado Turpín, que, aunque se ha tratado de identificar con Turpinus, arzobispo de Reims desde 774, éste murió de manera pacífica en el 791 y jamás participó en la batalla de Roncesvalles.

Queda claro que los tres siglos que transcurren entre la batalla de Roncesvalles, la real, y el poema del manuscrito de Oxford, sirven para gestar una leyenda y añadir a esta nuevas fabulaciones,  según quién la cuente y dónde… Lo que si es cierto es que aquella historia tuvo un enorme éxito en aquella época, prueba de ello es la gran cantidad de testimonios que tenemos documentados entre los siglos X y XI que nos indican cómo en toda Europa era muy común bautizar a los niños con los nombres de los más famosos héroes de aquel poema: Roldán y Oliveros.  

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