La final masculina de los 4x100m libres es difícil de definir en palabras. Todavía no se ha inventado el vocabulario suficiente para explicar tanta emoción, tanta incertidumbre, alegría y rabia. Lo que sí se puede decir es una cosa: Francia le ha vuelto a hacer la jugarreta a Estados Unidos, les han vuelto a dejar en la cuneta de una final, y lo han hecho de la forma más dolorosa.

Como en Londres, los estadounidenses, liderados por Nathan Adrian, comenzaron muy fuertes. Tanto que en los primeros cincuenta Adrian le metió un segundo a Grechin, el primer relevista ruso. En esta primera posta nadaron Yannick Agnel, James Magnussen y el propio Adrian. La estrategia de todos salvo de Rusia –que se reservó a Morozov para el tercer turno- parecía clara: ir a por la final desde el principio, sin especular, por lo que pudiera pasar.

El equilibrio llegó en la segunda y tercera posta, y llegó para quedarse y para provocar infartos por doquier alrededor del mundo. La precaria ventaja de Estados Unidos la mantuvieron Ryan Lochte y Anthony Ervin, pero no podría hacer lo mismo Jimmy Feigen, que en último lugar, mientras resistía las embestidas de Izotov, vió como por la derecha le adelantaba un avión made in France llamado Jeremy Stravius.

Los franceses, una vez más en la última posta, consiguieron que La Marsellesa sonara para todo el mundo, en su honor, en el honor de los que ya tienen la triple corona los 4x100m libres masculinos: la europea, la mundial y la olímpica. Parece que el equipo francés, con hombres jóvenes como Agnel o Manaudou, está dispuesto a marcar una era en la natación mundial. "Muy contento" dijo Agnel a las cámaras de RTVE en un perfecto español.

En categoría femenina ha sucedido algo parecido, sólo que han sido las estadounidenses las vencedoras y las australianas las damnificadas. Al igual que los relevistas de Estados Unidos, Cate Campell, Bronte Campbell, Emma McKeon y Alicia Coutts no han podido aguantar su ventaja durante cuatro rondas de relevos.

Fue en la última, como manda la ley no escrita de los relevos, cuando Megan Romano completó la remontada. Antes nadaron Missy Franklin, Natalie Coughlin y Shannon Vreeland. Su principal mérito fue no perder el hilo definitivamente, mantenerse cerca del equipo australiano y aprovechar el cansancio de su última componente en salta, Alicia Coutts –con dos pruebas ya en la tarde- para ganar el oro. La estrategia les salió a la perfección.

Apenas cuatro décimas le metieron las chicas de Estados Unidos (3:36.22) a las de Australia (3:36.46), lo que ayuda a hacerse una idea de lo ajustado de la final, aunque no tan igualada como la masculina. Holanda, con Ranomi Kromowidjojo en el papel estelar, se hizo con el bronce.