Y eso que, a treinta segundos del final, el imaginario colectivo recordó aquél Super Bowl que New Orleans venció después de recuperar un onside kick postrero. Esta ocasión llevaba el mismo camino. Graham, que había tenido un partido para olvidar errando dos field goals vitales, pateó bien y el balón acabó en manos de los Saints.

Después de tres cuartos de indolencia ofensiva en los que la defensa les mantuvo vivos, Drew Brees y compañía tenían la oportunidad de doblegar a los Seattle Seahawks en un último drive que se prometía de infarto. Pero cuando el ataque avanzaba y el estadio se despedía de su aliento para un hail mary desesperado, Marques Colston tomó la peor decisión posible. Pudo salirse por la banda y dejar siete segundos para la última opción, pero le hizo el hara kiri a su equipo intentando continuar la jugada con un pase que fue a ninguna parte. El partido acabó ahí y la afición de Seattle pudo celebrar que, tras nueve años, vuelven a estar a un paso de alcanzar el súper domingo.

Seattle y su hombre número 12

Lo mereció todo Seattle, desde jugadores a entrenadores y, sobre todo, lo mereció una afición que desquició al rival. Los decibelios aumentaron bajo la intensa lluvia en el CenturyLink y New Orleans no entró en el partido hasta bien entrada la noche. Al final del tercer cuarto, el resultado era de 16-0 a favor de los locales, eternamente agradecidos por la hinchada que les ha tocado en gracia.

Pero si alguien era dominador y rey en el emparrillado, ese era Marshawn Lynch. El running back de los Seahawks estaba en todas partes. Un neófito del fútbol americano se habría enamorado a primera vista del potente despliegue del corredor de Seattle, que asumió a la perfección el papel de líder en un escenario contrario a los intereses de los pasadores. Lynch, que antes del descanso ya llevaba más de 70 yardas y acabó con 141, anotó los dos touchdowns de su equipo. Las otras tres anotaciones llegaron gracias a Hauschka, que puso entre los tres palos sus tres intentos de field goal.

Drew Brees firmó números altos pero no valieron de nada. 309 yardas de pase con un touchdown y sin intercepciones. Para cero puntos en tres cuartos, desconcierto en la ofensiva y despertar tardío. Darren Sproles perdió un balón en los primeros compases y poco a poco se evidenció la falta de ideas de los Saints, que no se decidían a afrontar por aire, en un día complicado, a la poderosa secundaria de los Seahawks. El respeto les superó y por tierra les frenó bien la línea defensiva de los locales. Sean Payton, atrevido y fiel a sí mismo, se empeñó en intentar cuartos downs que, por unas cosas o por otras, no funcionaron.

Último cuarto de urgencias y silencios

En el otro bando, Russell Wilson avanzaba yardas gracias al buen planteamiento de Pete Carroll y al buen hacer de Lynch. Llegó un momento, no obstante, que la defensiva de los Saints dijo basta y el juego se convirtió en un ir y venir de frustraciones en forma de punts. También comenzó el festival de fallos de S. Graham, que no se encontró a sí mismo y dejó a su equipo sin seis puntos que hubieran sido valiosísimos.

Llegó la hora de la verdad. Lynch anotó a falta de tres minutos cuando la mejor decisión hubiera sido dejarse caer y matar el partido. Ponía el partido 23-8 pero le daba una opción, remota, a los Saints. Drew Brees se apresuró a avanzar y, por primera vez en el partido, lo consiguió. Richard Sherman tuvo parte de culpa, pues provocó dos penalizaciones que dieron sendos primeros downs automáticos a los Saints. En la zona roja, Brees conectó con Colston para touchdown. Entre aquello y el onside kick posterior, Seattle se heló. Fue el momento en que más cerca estuvo el CenturyLink del silencio. Y provocar eso tiene mérito.

Pero finalmente los seguidores de los Seahawks pudieron celebrar. El error ininteligible de Colston mandó a casa a los Saints, que volvían a postemporada tras un 2012 decepcionante. Los Seattle Seahawks siguen adelante en el camino hacia el Super Bowl de Nueva York. La única vez que llegaron a la final de conferencia, avanzaron al gran partido. El último rival en el camino serán los San Francisco 49ers o los Carolina Panthers.