Un joven de nombre poco conocido en tierras mexicanas llegó a Veracruz, un lugar lleno de gente cálida y alegre. Su misión era mantener la alegría y esperanza de aquel lugar, que se había mantenido bajo la sombra de un fantasma que apenas y ha logrado eludir. De tan sólo cinco años comenzó a descubrir la pasión que movería su vida: vivir de la emoción de festejar y hacer felices a extraños, que lo vitorearan por hacer lo que más amaba. Ahora, convertido en un hombre, aceptó tal proposición, abandonar su tierra de tango y mucha pasión, por un lugar lleno de alegría y danzón.

La gente de este lugar se mantenía con un toque de incertidumbre, cuestionándose acerca de si un joven extraño los podría salvar, pero aún con esa incertidumbre pusieron su fe y confianza en pies de aquel desconocido lleno de esperanza e ilusión. 

El niño convertido en hombre, no lucharía solo en esta misión, a su lado tendría a diez guerreros y a un rey, los cuales pelearían todos unidos contra cualquier rival hasta obtener la gloria y la salvación. Los once guerreros no dejarían que aquel lugar que los acogía con tanta calidez entristeciera y perdiera lo que más amaba, de no hacerlo, aquel lugar tan pintoresco yacería en ser un paisaje sombrío donde la alegría ya no sería más que un recuerdo.

La espera culminó y aquella incertidumbre sobre el joven poco conocido en tierras mexicanas, cesó. Lleno de hambre de entrega, lucha y pasión, el niño convertido en hombre, hizo vibrar a todo los presentes de tanta alegría y esperanza, pues al parecer habían encontrado al "Emperador del gol". Un emperador que no cesó de correr y apoyar a su joven y menudito compañero de guerra, un tal Keko con quien se entendió a la perfección.

Bajo una noche fría, el joven antes desconocido se ganó rápidamente el cariño de los habitantes y desde ese instante todos clamaban su nombre sin parar. Dos veces vulneró al odiado rival, y en el recinto, Julio Furch "El Emperador del Gol", era el nombre que abrazaba el viento de aquel pintoresco lugar.