No me importa en qué cancha juguemos

América se mete a C.U y saca tres puntos importantes además de llevarse el orgullo en un partido con mucha rivalidad de por medio. VAVEL México trae para ti el color de esta tarde en el Estadio Olímpico Universitario.

No me importa en qué cancha juguemos
(Fotomontaje: Hazel Dávila)
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Por Hazel Davila

Mañana soleada de domingo, la capital paralizada y con dientes apretados, no es para menos hoy se enfrentan América y Pumas. Por un lado, los representantes de la Universidad Nacional Autónoma de México que tienen terreno en el sur de la ciudad, sin embargo. su dominio se ve amenazado este domingo con la peculiar visita del equipo protagonista del balompié azteca y su numerosa hinchada.

El DF es tomado por los americanistas desde muy temprano quienes conspiran para emprender una gran caravana hacia Ciudad Universitaria lo que antes fuera casa de las Águilas, precisamente ahí con gol olímpico incluido, América dio su primer vuelta en la era profesional. Banderas amarillas se ondean, acompañadas de cantos que hacen inflar el pecho aún más a los seguidores azulcremas, esos que han estado en las buenas, las malas y las increíblemente dramáticas etapas del equipo de Coapa.

Comienza la travesía con una caravana de autos, motos, micros y cualquier cosa que implique movilidad, la imponente marcha azulcrema da pasos amenazantes en su recorrido lanzando consignas ante la mirada expectante de los curiosos que miran con asombro la pasión que desborda América en personas de diferentes edades, religiones, nivel socioeconómico e incluso nacionalidades, sí, resulta imposible ignorar la fuerte convocatoria del campeón.

En su llegada al recinto, suena un estruendo que emerge de las miles de gargantas vestidas de amarillo y azul que entonan “Llegó papá llegó papá…”, el dispositivo policial se mantiene en sus puestos aunque nerviosos por la multitud que pisa los alrededores de C.U y que están dispuestos a hacerla suya.

La tensión aumenta cuando la hinchada hace su ingreso a la tribuna como una entrada triunfal donde nadie puede impedir que la mística azulcrema se haga presente en los miles de rostros que se presentan esta tarde pese al elevado costo del boleto, pese a que no es digno el trato brindado, mucho menos las pocas localidades vendidas a la que es la hinchada más numerosa de México. El juez mira su cronómetro, todos están en sus posiciones ¡Ya comienza el partido!, la gente se persigna, otros miran hacia el cielo, la mayoría está de pie y los canticos descienden de las gradas de un lado y otro.

El partido se desarrolla con llegadas de ambos sectores, el local insiste sin mucha claridad mientras que la visita se mantiene trémula pero sin renunciar al ataque, la temperatura de medio día causa estragos en los jugadores vestidos de color crema en su totalidad, el ánimo en las gradas parece caer gradualmente, la primera parte termina con empate sin anotaciones, sin embargo, da la sensación de tener mucha guerra por delante.

El grito de guerra se hace presente en Ciudad Universitaria, ese que hace estremecer hasta las entrañas a propios y extraños: “Vamos... Vamos América” es la arenga por excelencia que impulsa al equipo y que con ella se han ganado partidos, clásicos y hasta campeonatos. Los locales intentan apagar el aliento de los azulcremas pero es inútil, el equipo siente el apoyo de los suyos y va al frente con todo el respaldo de su fanaticada que se muestra valiente en todo momento, aquellos que le ponen el pecho a las balas y son seguidores del villano al que todo el mundo quiere ganarle, al que todos odian pero a la vez quisieran estar en sus zapatos. ¡Sí señor! América está metido en casa ajena y hace la fiesta con una multitud de fanáticos que encienden la tribuna rompiéndose la garganta.

Cuestión de minutos para que la anotación llegase obra de una jugada de total entrega por parte de Rubens Sambueza quien tiró al arco y aunque el arquero desvió, “Pipa” Benedetto quien no sabe de pretextos ni excusas convertía el gol causante de la locura desbordada en la tribuna visitante que festejaba ante la mirada estática de los locales. Esta vez, El Ferrari del yorugua Matosas había llegado con un poco de demora al partido, pero al fin llegó y rugía al ritmo marcado por la tribuna que estaba en llamas y le proyectaba su pasión a la camiseta cantando “América yo te llevo en el corazón”; no hay nada por hacer, aquellos vestidos de crema ya te hicieron gol y su hinchada hizo suya tu casa.

El partido se consume así como las ilusiones de los locales que soñaban con ganar el partido con más rivalidad para su institución y con ello aumentaban los decibeles por parte del sector que alberga a los dueños de la tarde. América nunca camina solo, esta tarde lo ganaron los cremas y su incondicional multitud que no sabe de peligro, de impedimentos, de represión o cualquier otro factor que pretenda impedir que ellos sigan al equipo, ¡No les importa nada!

Se metieron en menor número a “territorio ajeno” saliendo con tres puntos y mostrando el escudo que genera tanta locura, tanta pasión, tanto fútbol y que le da tanto sabor al futbol de México.