A diferencia de Nochebuena y Navidad, donde los regalos no aparecían ni por accidente, las noches de Reyes Magos eran las más esperadas en la familia. Fueron demasiadas de ellas, casi todas, en las que mi hermana y yo, al igual que muchos otros niños, fracasamos en el intento de descubrir a aquellos mágicos personajes huyendo a hurtadillas de casa, tras llenar de regalos las patas iluminadas del árbol; casi todas, excepto una, la de 1996: a mis diez años, y en una hora en la que se suponía ya debía estar dormido, entré al despacho de la casa y me encontré con una bolsa negra retacada de muñecos y pijamas de Tortugas Ninja y algunos cartuchos de Super Nintendo.

Sin dudarlo un segundo, cogí aquel bulto entre los brazos y corrí despavorido hacia la cocina para contarle, en tremendo éxtasis, aquel hallazgo mi madre, a quien -después de ahogarse en un mar de llanto- no le quedó de otra que pedirle a mi hermana, cinco años mayor que yo, cómplice perfecto, que me escribiera una carta con la letra más fea que pudiera y a nombre de Baltazar, para tratar de convencerme sobre lo que era, a todas luces, un caso perdido.

El pasado viernes, Puebla inauguró su participación en el actual torneo ante Cruz Azul, vigente subcampeón y, además, una plantilla que no conforme con haber sido una de las más poderosas del torneo anterior, en las últimas semanas se dio a la tarea de pasear y restregar su músculo financiero, para hacerse aún más potente.

Tras la anotación de Elías Hernández, ayudada por una tremebunda burrada de Adrián Aldrete, la Franja encontró el empate; y gracias a una atinada reacción desde el banquillo y desde el campo, sumada a una decepcionante actuación del rival, así como el milimétrico acierto del VAR, estuvo cerca de llevarse los tres puntos.

Aquella mañana, junto a los regalos que había encontrado la noche anterior, mi madre esperaba por mí frente al árbol, con aquella carta. Después de leerla, lo confirmé todo, pero decidí hacerme el olvidadizo. Al final, la noche de Reyes Magos o la del comienzo de un nuevo torneo se tratan de lo mismo: creer.  

Nos leemos la siguiente semana. Y recuerden: la intención sólo la conoce el jugador.