No cabe duda que la Liga MX sabe cómo dar gusto a sus seguidores: ofrecer dos jornadas ligueras en la misma semana es un privilegio del que pocas ligas de futbol gozan. Como si fuera béisbol o baloncesto, los partidos se suceden entre semana, y si el equipo al que se sigue lleva una pequeña racha ganadora, no ha perdido el invicto en casa, y además se enfrenta a un rival que no ha tenido el mejor de sus arranques y al que la visita a esa plaza, precisamente, no se le da tanto, tenemos entonces una estampa perfecta para una semana que promete. Justo como el Necaxa-Toluca de esta noche.

Efectivamente, a los 'Diablos’, el Estadio Victoria se les ha atorado un poco en momentos cruciales, particularmente en la Copa MX, y si bien esto es la liga, otra historia, otro mundo, ¿quién dice que aquí tampoco será igual?

Las jornadas dobles son para locos románticos, con cuya presencia afortunadamente cuentan la mayoría de los clubes, pero, en realidad, un partido de este tipo se antoja más para disfrutarlo en la comodidad de la casa, o quizá en un bar, en una suerte de pre-after-office de miércoles por la noche. Un “Wednesday Night Soccer”, al mejor estilo estadounidense, que, siendo francos, para eso fue pensado, para verlo en casa, junto a una tonelada de anuncios publicitarios.

A pesar de todo, el buen momento del Club Necaxa se vio reflejado en la asistencia a la cancha. Quizá sea el efecto mariposa, o que algo hay podrido en Dinamarca, a lo Shakespeare, pero, ciertamente hubo una buena entrada, que confirma, eso sí, la maleabilidad de la afición hidrocálida, aunque tampoco es algo para condenarlos, pues el sentido común del futbol así funciona, y tampoco es de esperarse que la hinchada necaxista está conformada al cien por ciento por ultras. Pasa que el tema de la afición en este equipo funciona y se entiende de manera diferente a los demás, eso también es algo sabido.

Momentáneamente, el amor flota en el aire de la gente buena

Por su parte, los Diablos Rojos, con un uniforme de visitante que contradice categóricamente la filosofía de su propia identidad, se plantó con la plenitud de la escuela lavolpista para intentar romper con la incomodidad de jugar en Aguascalientes. Quienquiera que diseñó ese segundo uniforme, evidentemente no es fanático del Toluca, aún menos quien lo autorizó.

Prácticamente cada partido que juega el Necaxa tiene una historia particular. En este caso, evidentemente, la hay. Si en un momento de hace veintiún años la afición de la capital mexiquense tuvo un peso específico en una de las remontadas más épicas que se han visto en la era de los torneos cortos, después de veintitrés años sin ser campeón, ¿por qué no pensar en que algún día haga lo mismo la del Necaxa, con dieciséis años a cuestas en la nueva sede?

De eso se tratan los proyectos deportivos, y el que un miércoles, prácticamente a media noche, se tenga el estadio a la mitad de la capacidad, cuando en mejores momentos se han tenidos peores asistencias, habla de que, por lo menos, un mal trabajo no se está haciendo.

Por lo demás, se mantuvo el invicto en casa y el Victoria está adquiriendo un aura de cierta impenetrabilidad que a la gente le gusta (aunque el resultado de esta jornada no tanto). Necaxa, con un futbol a medias, saca medio resultado, de cara a medio torneo. Para ser media semana, no les fue tan mal. Ahora, a pensar en Tijuana, y en que quizá el próximo sábado se haga un trabajo completo.