En el mundo real, las supersticiones no son más que la manifestación de neurosis mal manejadas en un marco contemporáneo; en el futbol, las supersticiones son una ley inamovible que rige los destinos de jugadores y equipos completos, o por lo menos así es como todo el mundo lo ve.

En el mundo de las supersticiones futboleras, cualquier equipo que estrene uniforme, pierde. Quizá a los dioses del estadio no les gusta que se rompa la armonía de la continuidad en los colores que un combinado ha tenido a bien usar durante todo el torneo, o que no es una tradición futbolística de abolengo, eso de usar el tercer uniforme, aunque ese mismo uniforme sea el más tradicional y el más bello que un equipo ha tenido en los últimos años.

Justo como le sucedió al Necaxa.

Si la Liga MX fuera una competición de vestimentas, es evidente que el tercer uniforme del Club Necaxa ganaría el campeonato (y lo hubiese hecho de forma invicta si los dorsales fueran verdes y no blancos), mientras que el del rival de esta jornada, el segundo del Pachuca, descendería inevitablemente, pero los Bravos de Ciudad Juárez existen, y tienen un uniforme local lo suficientemente feo y carente de cualquier atisbo de tradición futbolística solo para que se salven los de la capital hidalguense.

Independientemente de lo estético que pudiese ser el uniforme alternativo del Necaxa, algo que toda la afición pidió lo suficientemente fuerte para que la marca proveedora de la indumentaria de los ‘Rayos’ lo lanzara al mercado (¿o fue una estrategia de mercadotecnia cuidadosamente planeada para que pareciese que la afición SÍ tiene incidencia, aunque sea en ese aspecto, en el management del club?), no deja de ser el tercer uniforme, el de la mala suerte, el que no inspira a nada, incluso aunque sea el que se ha usado desde 1923, y quizá el sentido común indicaría que, por esa razón, la tradición anularía, o por lo menos neutralizaría, el poder la superstición, pero, ¿cuándo ha habido sentido común en la superstición?

En cuestiones más mundanas, alejadas del mundo de la suerte y los designios superiores, el hecho de que existan jornadas dobles y de reposo, no es del todo sano para el desempeño de los equipos, esa es una gran verdad. Necaxa se ha quedado atrás en la búsqueda por la cúspide de la clasificación, con una diferencia notable, toda vez que solamente restan dos juegos para que la temporada regular concluya, y esto podría juzgarse como una injusticia, aunque, en el papel, no lo sea.

Aunque todo el mundo sabe que Necaxa jugará la postemporada, el escenario ideal para ello es, sin duda alguna, que llegase a esa etapa siendo el indiscutido líder de la clasificación general, como corolario a una temporada que ha superado las expectativas de todo el mundo, incluidas las de los jugadores. Desde Gallegos, que ha estado en el club desde el Ascenso, hasta Quiroga, que aún habla con acento argentino chilenizado, nadie se esperaba los altos vuelos de los rojiblancos, así que, en la cultura del todo o nada, la idea es que en Aguascalientes cerraran primeros. Las probabilidades aún no definen una tendencia clara, pero para el necaxista, que siempre juega a la contra, sabe que no terminarán en la posición de honor.

En ese sentido, una superstición más: quizá no sea del todo favorable jugar a la Liguilla como primer lugar, por sobradas razones relacionadas con antiguas maldiciones y arcanos que, aunque relativamente recientes, pertenecen a la noche de los tiempos y a los arcanos más antiguos. De todos modos, ‘la maldición del Superlíder’ es algo que poco le importa al aficionado ‘electricista’, quien solo quiere ver a su equipo jugar bien y ganar, no importando si es una copa de pretemporada o la final del Mundial de Clubes. La llegada a una Liguilla más ya es motivo de contento para la fanaticada, y aunque se espera que algún día sea un habitual en la disputa por las copas, de momento así estamos bien.

Por lo demás, existen situaciones que hasta a los clubes con menos reflectores aplican, así que lo mejor que se puede hacer ahora, con el tercer uniforme, es adquirirlo y guardarlo como uno de los más bellos que se han tenido, porque, como cábala, será mejor la malquerida camiseta de local. Los números no mienten.