Ni el mejor de los autores de ficción habría escrito un guión tan loco, aunque el final de la obra ha terminado, como muchas, con la alegría de los héroes. En un partido de idas y venidas, el Barcelona ha logrado la machada de remontar los siete goles de desventaja que trajo en el zurrón de Mannheim, ante un Rhein-Neckar Löwen que durante la mayor parte del encuentro se ha visto clasificado para la Final Four de Colonia. Pero en los últimos minutos la fe ha sido la que ha dado alas al Barça. La fe y el Palau, que una vez más ha sido testigo y protagonista de una proeza.

Los protagonistas de estos partidos deben ser siempre grandes jugadores, y en esta ocasión el trío Karabatic - Sterbik - Tomás ha llevado en volandas a los catalanes a una nueva edición de la Final Four. El final de la primera parte del francés ha sido espectacular, tanto en ataque como en defensa, mientras que el portero, como decía Lorenzo Rico, paró las que tenía que parar, pero en general estuvo acertadísimo durante todo el encuentro.

El Rhein-Neckar jugó un buen encuentro, sobre todo en la primera mitad, pero los detalles le han apeado de una competición en la que ha rendido a un nivel altísimo. Gensheimer no fue el martillo pilón que castigó al Barcelona en la ida, pero Groetzki y Landin sí que han respondido y le han puesto las cosas muy complicadas a los de Xavi Pascual.

Poco a poco

El Barcelona saltó a la pista motivado, convencido y sintiendo el apoyo de una grada a reventar, pero sin precipitaciones. Tenían que conseguir siete goles de ventaja, pero para ello disponían de 60 minutos y lo comprendieron a la perfección.

Tras el sentido minutos de silencio en honor de Tito Vilanova, en los primeros minutos consiguieron un par de goles de ventaja gracias a una buena defensa. Sorhaindo tomó gran protagonismo en estos primeros compases, pues suyos fueron los dos primeros goles. Rutenka también estuvo muy participativo, aunque combinó aciertos con errores. Varias pérdidas de balón las aprovechó el conjunto alemán para montar sus temibles contras, con Groetzki como estilete.

En el ataque estático les costaba un poco más, y no encontraron con tanta facilidad a Gensheimer y el pivote Myrhol. El Barcelona pudo haberse destacado más en el marcador, pero tuvieron problemas con los lanzamientos de siete metros. No, no es que cometieran muchos penaltis, sino que los que tenían a favor no entraban. Rutenka falló el primero. Lazarov, que hizo pleno (7/7) en la ida, se encargó del segundo, pero su lanzamiento golpeó el poste. Hasta la tercera no consiguió el Barcelona anotar desde la distancia, y fue el capitán, Víctor Tomás.

El Rhein-Neckar fue poco a poco metiéndose en el encuentro. El ruso Gorbok apareció con su lanzamiento exterior. Consiguió varios goles consecutivos que empataron el encuentro. Además, Landin aportaba en portería y con todos estos mimbres los alemanes consiguieron colocarse por delante, con un gol de Groetzki que ponía el 9-10 en el marcador.

Arreón antes del descanso

Pero los minutos finales fueron de rabia azulgrana. Xavi Pascual decidió colocar a Rutenka de extremo, para buscar medias circulaciones por la línea de seis metros y encontrar emparejamientos con jugadores más livianos cerca de la línea del área.

El Barcelona, lejos de venirse abajo, dio un extra en defensa y consiguió volver a destacarse. Un parcial de 5-1 puso a los blaugranas tres goles arriba, dentro del último minuto de la primera parte. Karabatic marcó terreno. El francés no había participado mucho en ataque hasta entonces, pues Pascual lo reservaba para defender, pero quedaban pocos minutos para el descanso y el equipo necesitaba que el mejor jugador del mundo tomara el mando. Sus cuatro goles en este tiempo lanzaron a los barcelonistas.

El Rhein-Neckar tuvo la última posesión del período para limar la diferencia. Pero otra gran defensa culé les permitió robar el balón (por pasivo alemán) a cinco segundos y encontrar a la carrera a Juanín García. El leonés cruzó la pista como un rayo y fusiló a Landin en el último segundo. Esta vez sí, el gol había entrado a tiempo. El Barcelona se marchaba al descanso con 15-11 en el luminoso, con más de la tarea a realizar cumplida y con la afición levantada de sus asientos, espoleada por los últimos minutos de su equipo.

Los siete goles no llegaban

El segundo tiempo comenzó con Karabatic como terminó el primero, anotando. Su temprano gol puso la diferencia en cinco goles, y a los 'leones' de Mannheim les empezaban a asaltar dudas.

Pero entonces llegaron unos minutos de intercambios de goles. Los alemanes se agarraban al lanzamiento exterior de Gorbok y Schmid. Durante un buen tramo del partido la defensa azulgrana fue incapaz de molestar los suficiente a los lanzadores germanos. Faltaba un poco más de salida y de contacto.

El propio Víctor Tomás desaprovechó varias opciones para aumentar la ventaja desde la línea de penalti. El capitán había anotado el que lanzó en la primera parte, y por eso Gudmundsson decidió sacar al portero suplente, Stojanovic, para defender la portería. Acierto; el montenegrino adivinó las intenciones del extremo culé y repelió el lanzamiento con su brazo izquierdo.

Poco después, el Barcelona logró forzar otro lanzamiento de siete metros, y de nuevo el capitán asumió la responsabilidad. Pensaba: "Dos veces no me la paras". Pero sí, Stojanovic volvió a desviar el lanzamiento del catalán, esta vez con la oreja.

Pero con todo, en ataque el Barcelona conseguía perforar la portería de Landin. Víctor Tomás, quién si no, consiguió a la contra el 22-16. Faltaban 15 minutos y el Barça estaba a un solo gol de igualar la eliminatoria.

Pero entonces todo se atascó. Los de Pascual dispusieron de la primera oportunidad de marcharse por siete goles, pero Niklas Landin lo impidió.

De nuevo con los mismos argumentos, a base de lanzamiento exterior, los visitantes redujeron diferencias hasta el 24-21. El resultado apagaba los ánimos de la parroquia azulgrana, que veía cómo a falta de 10 minutos sus jugadores necesitaban cuatro goles más de ventaja.

El parcial definitivo

La empresa parecía complicarse. El Rhein-Neckar tuvo la opción de ponerse a dos goles, pero llegó la reacción local. Sterbik puso la primera piedra, con sus intervenciones bajo el arco, de un parcial que enloqueció a la afición. 

Comenzó Raúl Entrerríos con dos goles consecutivos. En la siguiente acción el Barcelona volvió a recuperar el balón y Juanín se dispuso a anotar desde el extremo. Su lanzamiento lo repelió Niklas Landin, pero ahí estaba Siarhei Rutenka para ganar el rechace en la línea de seis metros y anotar el 27-21.

De nuevo el Barcelona estaba a un gol del objetivo, y esta vez sí, lograron culminar sus aspiraciones. La defensa, mucho más agresiva, impedía los lanzamientos lejanos y las ayudas impedían a la primera línea germana encontrar líneas de pase con el pivote Myrhol. Sterbik le dejó claro a Gensheimer que esta no sería su tarde, parándole un penalti decisivo. Y en el siguiente ataque, por fin, llegaba la ansiada renta de siete goles. Fue Víctor Tomás, con un gol en circulación desde los nueve metros que entró llorando en la portería de Landin. Se cumplía justamente el minuto 55 y la eliminatoria estaba igualada, pero el bajo tanteo favorecía al Barça.

El Barcelona no paró ahí y siguió aumentando la diferencia. Lazarov anotó en penetración un gol que significó el 30-21 y un parcial de 6-0 que tocó los ánimos alemanes.

Final de infarto

Lo más difícil estaba hecho, pero faltaba rematar la faena. La victoria por siete goles valía para estar en Colonia y el Barça ganaba por nueve. Pero el encuentro se complicó cuando pocos ya lo esperaban.

A minuto y medio del final los de Xavi Pascual tenían la posesión y vencían por 31-23. Manteniendo el balón y forzando un ataque largo conseguirían agotar el tiempo. Pero los alemanes robaron el esférico y Groetzki cruzaba rápido la pista para superar a Sterbik y poner el 31-24 en el electrónico.

Quedaban 31 segundos y el Barça se había complicado la vida. Ahora sí, era vital no perder de nuevo el balón, pues un gol clasificaba a los alemanes. El Barcelona movió el balón sin mucha intención y Xavi Pascual pidió tiempo muerto a falta de 13 segundos.

Cuando se reanudó el juego, el balón le llegó a Víctor Tomás en la línea del centro del campo, y el extremo, para evitar que los árbitros castigaran con pasivo, corrió hacia la portería visitante. Pero cometió falta en ataque. Los 'leones' de Mannheim tendrían una oportunidad de tres segundos.

Entonces llegó la locura. La mesa y los entrenadores de ambos conjuntos discutieron el tiempo restante (Gudmundsson pedía un segundo más). El preparador islandés del Rhein-Neckar sacó portero-jugador. El Barcelona se arriesgó con una defensa individual para que el balón llegara rápido a la línea de seis metros. El tiempo estaba parado y árbitros, delegados y entrenadores seguían discutiendo, pero los jugadores iban a lo suyo. Los atacantes buscaban desmarques por toda la pista, corriendo de un lado a otro, mientras los defensores azulgranas se pegaban como lapas y les perseguían allá donde fueran.

Cuando los árbitros dieron por fin la señal para poner el balón en movimiento los jugadores llevaban un rato corriendo. Los teutones se la jugaron con un balón directo buscando la línea de los seis metros, pero ninguno de los jugadores que vestían de amarillo consiguió hacerse con el balón.

Sonaba la bocina, el Barcelona estaba clasificado, de nuevo estará presente en la Final Four, en Colonia. El Palau Blaugrana lo había vuelto a hacer. Como el año pasado, como hace dos temporadas, como a principios de siglo, como ocurrió en infinidad de ocasiones en la época del 'Dream Team', el FC Barcelona remontaba de forma heroica una eliminatoria de vital importancia en su feudo. Un feudo histórico, mítico, mágico.