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Perder la mirada perdida

OPINIÓN | De las decisiones que se tomen en los próximos meses dependerá el futuro del club. Habrá que mirar con lupa todo lo que se cueza en las oficinas de El Sadar.

Perder la mirada perdida
Foto: diariodenavarra.es
imanolitokun
Por Imanol Itokún

Algo no va bien. Hay un colega que no está saltando de alegría y tiene el gesto torcido. ¿Qué le pasa?, ¿por qué niega con la cabeza? Intenta decirme algo pero con el griterío no logro entenderle. Trato de leerle los labios. Consigo descifrar lo que grita una y otra vez con la voz rota. Anulado. El gol del Rayo no vale, nos vamos a Segunda. Miro alrededor. La decepción se propaga rápidamente hasta apoderarse del estadio entero. En los 15 minutos que restan de partido, la esperanza se diluye. El mazazo de Vallecas ha sido un golpe demasiado duro, muchos se han hundido en su asiento y ya solo se levantarán para aplaudir al eterno capitán. Las miradas se pierden, en el suelo, en el césped, en la búsqueda de un gesto amable, en el horizonte infinito de lo amargo.

El lunes, el drama era algo menor, todo se había relativizado y la gente comenzaba a sentir la ilusión de afrontar un reto nuevo y apasionante. Aun así, hoy mismo, si uno se da una vuelta por la ciudad, todavía puede reconocer esa mirada en el rostro de muchos. Es la mirada perdida de quien ha luchado y ha perdido, como la del joven que lo puso todo en una relación y finalmente se dio cuenta de que no era correspondido. Y eso no puede ser. Han pasado ya cuatro días desde que Osasuna perdió la categoría y el tiempo de compadecerse se ha agotado.

De lo que pase en el club en los próximos dos meses, de las decisiones que se tomen en este periodo, dependerá el futuro del club. Descender a Segunda División es un palo enorme. De hecho, hay varios clubes históricos que no lo han gestionado bien y han acabado descendiendo nuevamente o incluso desapareciendo. De cómo se hagan las cosas en estos meses va a depender que Osasuna logre una estabilidad deportiva y económica que le permita no pasar por penurias en los próximos años e incluso soñar con el ascenso a medio-corto plazo.

Hay que mirar con lupa todo lo que se cueza en las oficinas de El Sadar

Quedan terminantemente prohibidas las miradas perdidas, todo el mundo atento al quite. Levántense de sus asientos, hasta el 24 de agosto no tocar volver a animar al equipo en la grada, pero la labor de crítica y presión social es, ahora mismo, tan importante o más que la de animar durante los partidos. No perdamos de vista la gestión, hay que mirar con lupa todo lo que se cueza en las oficinas de El Sadar. Parece que durante los últimos años se ha escondido demasiada porquería bajo la alfombra de las permanencias. No lo sigamos permitiendo.

El tiempo de las palmas incondicionales se ha acabado

Si se consigue que el club no cometa despropósitos y que actúe con sentido común, Osasuna saldrá adelante, porque el osasunismo está más vivo que nunca. La demostración, casi ingenua, de apoyo incondicional que esta afición hizo el pasado domingo es la muestra más evidente de que no le va a dar la espalda a su club ni en la categoría de plata ni en la de bronce. Lo dijo Oriol Riera y no creo que vaya a decir una verdad mayor en su vida, la afición de Osasuna es el mayor patrimonio del club.

En este, el momento más delicado de la institución en décadas, toda esa masa social rojilla debe ser más crítica que nunca. En estas circunstancias, los pasos en falso pueden suponer una catástrofe. El tiempo de las palmas incondicionales se ha acabado, que las amargas lágrimas de Patxi Puñal no sean en vano. Para tener la oportunidad de volver a ganar algún día, el osasunismo debe perder la mirada perdida.