"En el vestuario se habla del ascenso", "Hay que pelear por estar en Primera División la próxima temporada", "El objetivo de Osasuna debe ser la promoción". Frases como estas retumban en las paredes de Tajonar desde que el equipo rojillo echara a rodar allá por el mes de julio. Lo cierto es que para la afición sería un sueño el regreso a la máxima categoría del fútbol español. Esto supondría haber pasado casi de puntillas y sin hacer mucho ruido por el infierno de la Segunda División, pero hay que ser realistas y ser coscientes de que en una temporada es casi imposible volver a la élite.

Cada vez que el cuadro de Urban caía derrotado, y ya van seis ocasiones en trece jornadas, se pensaba que era un tropiezo para resurgir con más fuerza como el ave Fénix. No hay que negar que el inicio fue esperanzador con una victoria en la jornada inaugural ante el filial del Barcelona y un empate, en el último suspiro, en la visita a la Romareda. Era la segunda jornada, Osasuna se situaba colider y la afición sacaba pecho. No era para menos tras un verano intenso en lo deportivo y, sobre todo, institucional. La visita del Alavés en septiembre se antojaba como una gran oportunidad para sumar siete puntos de nueve posibles y seguir con la cabeza bien alta. Los vitorianos arrasaron El Sadar en lo que fue la primera derrota de la temporada. Casualidades del destino, los navarros iban a caer eliminados en la Copa del Rey a las primeras de cambio, precisamente ante el Glorioso. Lejos de ser una mala noticia se creía que así la plantilla iba a estar más centrada en la competición doméstica, la que de verdad importa.

La Segunda se presentó ante los ojos rojillos con tres derrotas consecutivas y ocho goles en contra

El campo de Palamós, donde juega la UD Llagostera, fue el escenario de la segunda salida de Osasuna. El partido, un triste empate sin goles, no pasó a los anales de la historia pero si se ganaba al Mallorca el próximo fin de semana el resultado no era tan malo. Los de Karpin llegaron a El Sadar sumidos en una crisis deportiva y anclados en el descenso. El choque se asemejó más a un duelo de Rafa Nadal y los rojillos obraron la remontada para dejar el 6-4 definitivo. Cinco jornada y tan solo una derrota. Los números salían. Fue entonces cuando la Segunda División se presentó ante unos ilusionantes ojos rojillos para ponerlos en su sitio con tres derrotas consecutivas y ocho goles en contra. Corría la jornada nueve y el partido ante el Tenerife ya se tildaba como una final. El cuadro de Urban tiró de casta y obró el milagro en el minuto 89 con un gol de Kenan Kodro que encendió el éxtasis en Pamplona.

Cargado de moral Osasuna viajó hasta Gijón para enfrentarse, por aquel entonces, al único equipo invicto de Primera y Segunda División. Barcelona, Real Madrid, Atlético, Valencia y Sevilla ya sabían lo que era hincar la rodilla pero no así el Sporting de Abelardo. Los navarros se volvieron de vacío, a pesar de dejar una buena imagen en El Molinón. Había que pasar página ya que el próximo rival era el Real Betis. Uno de los 'cocos' de la categoría regresaba a El Sadar donde hacía escasos meses había jugado su último partido en Primera. Como ya ocurriera ante Mallorca y Tenerife, el santo se volvió a aparecer y el cuadro de Velázquez regresaba de vacío a la capital hispalense con un gol de Onwu en el 87. Tres puntos más volvían a colocar a los rojillos en la zona noble de la clasificación.

La visita a Los Pajaritos, con un Numancia en descenso, era un buen escenario para sumar la primera victoria lejos de Pamplona. Lejos de la realidad los rojillos se quedaron fríos ante el ambiente soriano y no pasaron del empate sin goles. La media inglesa, empatar fuera y ganar en casa, obligaba al cuadro de Urban a vencer a la Ponferradina. Al cuadro de José Manuel Díaz le bastó con ser ordenado y pícaro en ataque para llevarse los tres puntos de El Sadar y encender las alarmas en Pamplona.

Uno mira la clasificación y Osasuna está a dos puntos del descenso y a seis de la promoción de ascenso. El próximo rival, el Albacete, es el farolillo rojo de la categoría. Si los rojillos quieren seguir hablando del ascenso deben asaltar el Carlos Belmonte y vencer al colíder, el Girona, en el regreso a El Sadar. Un golpe sobre la mesa para encarar con ilusión el mes de diciembre.