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Martín, como el Cid

El técnico de Campanas arengó a los suyos en los momentos previos al partido. Se saltó las indicaciones de su cardióloga y se asomó a Tajonar antes del encuentro ante el Mirandés. Y como el mítico caballero castellano, dotó de valor a sus guerreros, que arremetieron contra el rival con fiereza a pesar de la ausencia de su líder moral.

Martín, como el Cid
Martín, durante su presentación, en un banquillo de El Sadar. Fotografía: Navarra Deportiva.
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Por Asier Ganuza

Cuenta la leyenda que don Rodrigo Díaz de Vivar, paladín cristiano y señor de Valencia, ganó una batalla después de muerto. El Cid, como así se le hacía llamar a este caballero castellano, fue herido de gravedad por una flecha furtiva cuando divisaba el campo de batalla desde una de las colmenas de su castillo. Sabedor de su destino fatal, El Cid trazó su última estrategia bélica antes de perecer: ordenó a sus allegados que embalsamaran su cuerpo, ceñieran sus armaduras y ataran su cuerpo sin vida a su fiel caballo Babieca.

Cuando salió el sol a la orilla del Turia, las puertas de la fortaleza se abrieron y un ejército de guerreros, encabezados por el Cid, arremetieron contra sus enemigos. Los moros quedaron desconcertados. Prácticamente habían celebrado la victoria tras abatir el día anterior al gran señor de Valencia, pero allí estaba, armado hasta los dientes y preparado para la batalla. El pánico cundió entre las tropas árabes, que tomaron a nuestro protagonista como invencible y huyeron campo a través regalando al Cid su última victoria.

Afortundamente, Martín goza de mejor salud que el mítico caballero, pero su hazaña del domingo no queda lejos de la proeza del campeador. Su simple presencia, aunque fuera desde la cama de un hospital, arengó a sus guerreros en los momentos de mayor debilidad. Su figura indiscutible, forjada por historias no menos heroicas —véase el tan sonado 'Milagro de Martín'—, fue aliciente suficiente para que la parroquia rojilla recuperara la fe. Ya lo dijo su comandante en jefe, Alfredo Sánchez Benito, que lo que le ocurrió al nuevo técnico rojillo puede parecer un mandoble más en la interminable lista de desdichas del equipo navarro, pero en realidad era un motivo más, "y el principal", para ganar a las hordas venidas de Miranda del Ebro al Reyno de Navarra.

Así que otorgar a Nino, a Hervías o a Riesgo el mérito de la victoria ante el conjunto burgalés no es lo más justo. Posiblemente el ejército valenciano no hubiera ahuyentado a sus enemigos sin la audacia de su señor Cid; y Osasuna tampoco. Y no es una cuestión del famoso 5-3-2, esquema arcaico y demodé, sino de filosofía, raza y valentía, lo mejores aportes que la Bruja de Campanas puede hacer a este equipo.

Y es, que ante el Mirandés, El Sadar no vio al equipo de pasadas jornadas. Vio un equipo tosco, con poco fútbol, dificultades para llegar a puerta —nada nuevo bajo el sol—, pero con las ideas claras y un aire renovador y purificante. Quizá fuera el propio Pablo Hervías quien mejor lo representó sobre el verde; y nada tuvo que ver su magnífico tanto. Aunque, a decir verdad, su golpeo de balón en el 2-0 representó a la perfección aquello de lo hablamos. Un golpeo limpio, claro, enérgico. Sin florituras, contundente y directo a la red. El joven extremo riojano dijo tras el partido que cuando el disparo de Nino pegó en el larguero y le llegó rechazado pensó en pararla, perfilarse y chutar desde un mejor ángulo para su diestra, pero quizá visualizó en su carrera a la pelota el cachetazo que se llevaría de Martín si lo hubiera hecho. Y por eso la pegó según venía y acertó en el marco de Razak.

Pues aunque quizá, con un arquero y dos defensores por delante, no era la mejor opción, si era el mejor camino para los rojillos. Un camino recto, directo, sin florituras ni concesiones; un camino hacia la salvación sin echar la vista atrás. Porque el problema que ha tenido este equipo —es obligación de los osasunistas hablar en pasado— ha sido el lastre de las derrotas y el peso de la presión, como dijo Ansarifard. Por eso Martín enterró el ayer en su presentación: "Lo de ayer no vale absolutamente para nada. No existe ni el ayer ni el 30 de junio, sino el aquí y el ahora. A partir de mañana, los jugadores no van a tener dudas. No me importa de dónde vengan. Lo que ha pasado, tanto lo bueno como lo malo, no vale para nada".

Ese lavado de mente, sumado al positivismo de un técnico que no tiene miedo de marcarse como objetivo ganar los cuatro primeros partidos —los tres siguientes—, es la clave del Osasuna de Martín que, como El Cid, encabezó la victoria rojilla aún fuera de servicio. Solo tuvo que camelar a su cardióloga para poder visitar, unos breves minutos, a sus hombres en Tajonar antes de coger el autobús con dirección a El Sadar. Luego, el de Campanas tuvo que volver a la Clínica San Miguel donde permanece ingresado tras sufrir una angina de pecho. Pero sus guerreros ya podían caminar solos, porque su comandante, aunque ausente, estaba con ellos en su embestida final.