Tras vencer y convencer ante la Llagostera en la primera jornada liguera, Osasuna debía seguir por ese camino y brindar una buena actuación a su afición. La semana había dejado claro que los pies estaban en el suelo y no se había conseguido nada en Palamós, por lo que había que seguir trabajando duro. El Sadar abría el telón a una temporada que todos esperaban que fuera más tranquila que la anterior tanto en lo institucional como en lo deportivo. Los cerca de 13.000 socios habían dado el "sí quiero" un año más, dejando claro que el osasunismo es un sentimiento muy difícil de derrumbar. Ni tan siquiera el asfixiante calor que abrasaba los termómetros a la hora del choque frenó a la parroquia rojilla.

Martín Monreal ya había confirmado el día anterior el once titular porque "si algo funciona, ¿para qué tocarlo?". De este modo, Nauzet ocupó la portería. La línea de cinco atrás estuvo compuesta por los carrileros Aitor Buñuel y Javier Flaño escudados por tres centrales de la talla de David García, Unai García y Miguel Flaño. Por delante, creación y destrución de la mano de Merino, Oier y Roberto Torres. El peligro ofensivo, mejor en frasco pequeño, con Nino y Pucko. El esloveno había sido la grata sorpresa de la primera jornada al certificar una buena actuación y sumar su primer gol con la elástica rojilla.

Poco fútbol

Por las características similares de ambos equipos, se sabía que el partido iba a ser una lucha de titanes. Los ingredientes no eran los más adecuados para el espectador neutral, pero sí los propios de Segunda División. Intensidad, disputa, balones aéreos, segundas jugadas, férreas defensas, faltas y mucho contacto fueron la tónica predominante del choque. Osasuna, como acostumbra en Pamplona, salió fuerte y pudo ponerse por delante con sendas ocasiones de Pucko. En una de ellas, la más clara, el esloveno regateó al guardameta del Mirandés pero se disparo desde lejos se marchó rozando el poste.

El paso de los minutos frenó la insistencia navarra y el cuadro burgalés pasó a dominar el choque. Los de Carlos Terrazas, sabedores que en el lateral izquierdo rojillo había un chaval de 17 años llamado Aitor Buñuel, llevaron todo el peligro por esa banda con un veloz Lago Junior. La madurez del chaval y las ayudas de sus compañeros sirvieron para apagar el incendio de forma momentánea. Osasuna, muy serio atrás, pasó a jugar al contragolpe pero el trabajo de los puntas no se vio refrendado en el marcador.

Mientras tanto, Roberto Torres se erigió como la brújula del equipo y abrió el tarro de la esencia para ser el capitán de la nave que tantos hubieran querido el curso pasado. El de Arre luchó, corrió, defendió, protestó pero, sobre todo, fue el que mejor mimó el balón tanto para mantener la posesión como para realizar pases medidos a sus compañeros. Tal fue la incidencia de Torres en el choque que Martín Monreal lo calificó como "un jugador de Primera División".

Premio a la cabezonería

El paso por vestuarios sirvió para coger oxígeno y seguir buscando el gol en la meta de Raúl. El técnico de Campanas movió obligado el banquillo y salió Tano por un renqueante Miguel Flaño. Además, Javier Flaño ocupó el flanco izquierdo y Aitor Buñuel el derecho. Así, los navarros se aseguraban tener un hombre de más experiencia para tapar al velocista Lago Júnior. Puesta la venda en defensa, Osasuna volvió a salir entonado y tanto Nino como Pucko siguieron trabajando en su tarea por derribar el marco visitante.

Con el transcurso de los minutos el partido se iba pareciendo a una película muy conocida para la parroquia rojilla: Osasuna dominaba, creaba peligro, pero no conseguía anotar. En otro tiempo no muy lejano, el Mirandés hubiera llegado una vez al marco de Nauzet y hubiera marcado gol dejando frío El Sadar pero parece que eso ya es agua pasada. Este argumento casi lo firma Álex Ortiz tras un fallo defensivo local, pero ese no iba a ser el día de suerte visitante.

El destino le había guardado una más a Osasuna a falta de 10 minutos para el final. Roberto Torres se internó en el área y erró un mano a mano en el que ya se cantaba gol. Por habilidad, suerte o posicionamiento el rechace iba a llegar a un recién entrado Álex Berenguer para batir a placer a Raúl y llevar el éxtasis a la grada. El canterano se había estrenado como goleador rojillo e iba a dejar los tres puntos en Pamplona. Tres puntos que sumados a otros tantos en Palamós se convertirían en seis lo que significaba un pleno total. Tras dos jornadas disputadas, tan solo tres equipos de la Liga Adelante cuentan sus partidos por victorias y sí, Osasuna es uno de ellos.