No ha sido Koke y su gran final de temporada. No ha sido Busquets, clave en un Barcelona campeón. No ha sido Tiago y su regreso en el Bayern. No ha sido la magia de Iniesta. No ha sido ni Silva, ni Cesc, ni Gabi, ni Bruno. Tampoco los Xavi, Alonso o Cazorla. El mejor centrocampista español ha sido elegido Saúl Ñiguez. ¿Sorpresa? Su elección no es una casualidad. La temporada del centrocampista del Atlético de Madrid ha sido sensacional, extraordinaria y porque no decirlo, inesperada. La explosión del canterano rojiblanco ha sido de un estallido tan fuerte que su repercusión tiene su eco en premios y de su reciente convocatoria para la Euro 2016.

El centrocampista del Atleti ha explotado y ha cuajado una magnífica temporada, siendo clave para su equipo

De la mano de un  Simeone, que todo lo que toca lo baña en oro. Exprimidor de jugadores, el Cholo, ha sido el padre del canterano. Saúl ha crecido bajo la tutela y la pauta del técnico rojiblanco, y su progresión toca el techo -momentáneo- de la selección. Desde su debut, allá en 2012 cuando era un chavalín, el técnico ya le había puesto el ojo encima y lo ha mimado hasta el día de hoy. Tras una cesión donde demostró esa madurez impropia (más por aquellas), contó en los planes de plantilla para el Cholo la pasada campaña.  Una temporada para ponerse a tono  y a la altura de  un equipo tan exigente como especial.

Esta temporada, Saúl ha explotado. Relegado a primera fila desde la lesión de Tiago, el centrocampista no ha detenido ni un instante su progresión. Fue elegido sustituto natural de Tiago, y el disciplinado jugador cumplió con su poder de trabajo y su potencial físico, pero no era su sitio y Simeone lo vio enseguida. Igual que un lateral de interior no funciona porque pierde ese factor de recorrido, con Saúl sucede lo mismo. Es un jugador a campo abierto, de recorrido. Su envergadura en el campo es una de sus mejores virtudes. Doblar a su lateral en tareas defensivas o llegar a rematar en el área rival. El 17 era un "todocampista" y no podía estar atenazado.

Simeone le colocó en un frágil y efímero 4-3-3  de volante, pero finalmente en la táctica clásica del argentino, Saúl se acostaría en el interior, paralelo a Koke. Desde ahí se aprovechó más esa distancia y camino que inventa el todoterreno de Elche. Fue el chispazo que prendió la mecha del canterano. Ganó en confianza, se soltó la melena y se desató.  Clave en entuerto defensivo del metódico Simeone, y con personalidad queriendo el balón. Destapado como gran llegador y gran rematador. Un poco de Koke, un poco de Gabi y un poco de Raúl García.

Sus actuaciones ante Barcelona y Bayern, con golazo estratosférico incluido, acabaron por propagar la magnitud del jugador alicantino

Igualó su mejor marca goleadora, cuatro tantos, pero añadió además otros cinco más entre copa y Champions. Cuatro asistencias entre todas las competiciones y un total de 3531 minutos oficiales disputados. Con 21 años, los números de un teórico mediocentro de corte defensivo, son de escándalo. El año de la madurez en un equipo tan exigente y de primer nivel como es el Atleti de Simeone, ha acabado por ser la de la explosión de un diamante en bruto.

La homologación a tal pieza de valor la consigue recogiendo, asumiendo y demostrando una importancia durante gran tramo de temporada que nadie le otorgaba a principios de campeonato. Ha sido clave en muchos momentos para su equipo y ha aparecido como solo aparecen las estrellas. Goles para abrir la lata, goles importantes como ante el Benfica o Rayo en Copa. Grandes partidos y glorias en Champions League, donde reinan a los reyes.

Partidazo y asistencia en la vuelta de cuartos ante el Barcelona. Un balón con el exterior, desde la banda derecha, medido y precioso para la cabeza de Griezmann. Partidazo y obra de arte ante el Bayern de Munich. Su gol, tras “noquear” a varios rivales del todopoderoso Bayern, dio la vuelta al mundo y dejó más cerca de la final a su equipo en la mejor competición europea.  El colofón a una temporada de explosión y de infiltración entre los mejores.