Nacido en Belgrado (Serbia) el 26 de junio de 1984, Antonio Rukavina se formó futbolísticamente en el Fudbalski Klub Bežanija, club con el que debutó en la máxima Liga de su país firmando una excelente campaña que llamó la atención del equipo más laureado de la antigua Yugoslavia. El Partizan de Belgrado se hizo con los servicios del carrilero. Allí, jugando la UEFA, mostró sus cualidades a Europa. El salto al estrellato estaba cerca.

Un año y medio duró el lateral en el Partizan. Entonces, en enero de 2008, el Borussia de Dortmund pagó 2'5 millones de euros por Rukavina. Su excelente progresión le llevó a incorporarse a uno de los grandes del fútbol mundial. Pero quizá lo hizo antes de tiempo. Probablemente debió curtirse un poco más. Mucho se habló del fracaso de Rukavina, de que no había cumplido las enormes expectativas que se habían creado de él. Jugó tan solo 12 partidos, saliendo, en su mayoría, desde el banquillo.

No contento con la confianza que le había aportado su cuerpo técnico, decidió hacer las maletas rumbo al Munich 1860; eso sí, en calidad de cedido. Allí sí que encontró recaudo. La afición le quería y él jugaba con soltura, haciendo lo que mejor sabe: incorporarse al ataque creando incertidumbre en la defensa rival. Rukavina es un lateral portentoso, con una excelente propagación ofensiva. El club alemán decidió pagar la cláusula y comprar al serbio.

En 2012, el Valladolid ascendió a Primera División. Un meteórico proyecto deportivo auguraba un buen futuro entre los grandes de la Liga BBVA para el club castellano. Antonio Rukavina era uno de los objetivos. Aceptó. La primera temporada en Pucela fue todo un escándalo. No contentos con parar a Óscar, Javi Guerra y demás, los rivales habían de centrarse en frenar al portentoso lateral, que en sus subidas creaba una superioridad enorme. Era el elemento diferencial. Solo se perdió un partido, y fue por expulsión. El resto de minutos, Rukavina estuvo sobre el campo. Elemental.

Rukavina es un lateral portentoso, con una excelente proyección ofensiva

La pasada campaña el Valladolid descendió a Segunda División. A orillas del Pisuerga se ha hecho todo lo posible por mantener a sus estrellas. Pero Rukavina quería salir e hizo efectiva una cláusula para ello. Fernando Roig hizo el resto. Bien sabido es que el empresario valenciano es un galáctico de las finanzas.

La oferta amarilla era muy tentadora. Un club que apuesta por el juego vistoso. Que mira hacia delante. Valeroso. Encaja a la perfección con el DNI futbolístico de Rukavina, que, a sus 30 años, cuenta con un físico envidiable, de sobra para subir y bajar la banda tantas veces como de ataques disponga el equipo.

Aunque su papel es difícil de pronosticar, el lateral serbio luchará con Mario por copar el flanco derecho del submarino. La fenomenal temporada del canterano amarillo pone en duda quién será el titular, pero el fichaje de Rukavina ha creado grandes expectativas en el club de la Plana. Lo que es impepinable es que la parroquia amarilla está ansiosa por ver a Pirke campar arriba y abajo por el carril del ocho de El Madrigal.