El 'Submarino' siempre ha sido equipo de grandes laterales. Javi Venta es ya una leyenda viva para toda la grada de El Madrigal. El '17' fue dueño y señor de la banda diestra durante muchas temporadas. En el otro lado, costó muchísimo olvidar las galopadas del vasco Arruabarrena. Juan Pablo Sorín pareció asentarse en el equipo tras la marcha del argentino, pero su estancia fue efímera. Después llegó Joan Capdevila. Este último sí logró consagrarse como defensor izquierdo, llegando incluso a proclamarse campeón del Mundo en 2010 con la selección española. Pero Arruabarrena era mucho Arruebarrena.
Pero el nivel, no solo de los laterales, bajó. La crisis cualitativa que sufrió el 'Submarino' halló su fin con el desdichado descenso a Segunda División. Entonces, hubo que apostar por la cantera. Mario Gaspar y Jaume Costa aparecieron para dar oxígeno desde los laterales. Se asentaron con autoridad. Nada cambió con el equipo en Primera. Marcelino tenía dudas en todas las posiciones excepto en los laterales. Las bandas de El Madrigal tenían nombres y apellidos.
Adrián Marín pide paso
Las llegadas de Bojan Jokic y Antonio Rukavina pusieron en duda la titularidad de ambos. Con la temporada recién iniciada, nos hallamos en un contexto en el que no hay nada claro. En la derecha parece que Marcelino dividirá los minutos entre los dos. Pero, ¿y la izquierda?
Mirando hacia abajo, en el portentoso filial amarillo destaca un zurdo de 17 años que juega de lateral bajo el nombre de Adrián Marín. Este joven carrilero ya jugó ante el Astana kazajo en la previa de Europa League, donde demostró algún destello de su desparpajo ofensivo. Es rápido, hábil y muy potente. Descarado. Pese a su edad, Marcelino lo tiene muy en cuenta. La apuesta por la cantera es toda una seña de identidad en el club de La Plana.
Ahora mismo, Marín, está ante una oportunidad excelente: Jaume Costa y Bojan Jokic están lesionados y todo apunta a que será titular en Granada. Si es así, el joven lateral amarillo podrá cumplir su sueño de debutar en Primera División, nada más y nada menos que a la edad de 17 años. El recuerdo de Arruabarrena puede, por fin, caer en el olvido.