La contundente victoria del Submarino ante el Zurich no solo sirvió para ver que el Villarreal va en serio en Europa. Numerosos aspectos reseñables sucedieron en El Madrigal, la noche en la que el líder suizo sucumbió ante la abismal pegada amarilla. Entre ellos, Marín.

El joven lateral izquierdo de 17 años comenzó la campaña en el filial. Su encomiable progresión, poderío físico y calidad, auguraban un excelso futuro futbolístico. Pero no tan pronto. Entonces, un cúmulo de sucesos, aparentemente negativos, avasallaron la enfermería amarilla. Bojan Jokic y Jaume Costa, los dos laterales del primer equipo, sufrieron sendas lesiones de gravedad a comienzos de campaña. Problemas. Marcelino, precavido, desechó la opción de buscar en el mercado. La solución estaba en casa.

Adrián Marín llegó para quedarse

Adrián Marín llamó a la puerta del primer equipo. A raíz de las lesiones, Marcelino apostó por él. Debutante en Los Cármenes, jugó ante el Apollon en Europa League y frente al Celta en Balaídos. Su rendimiento fue exponencialmente mayor al esperado, sin embargo, con lo que nadie contaba era con lo de anoche.

Jaume Costa volvió de su lesión y jugó los noventa minutos ante el Almería, hasta ahí, todo normal. Las circumstancias hacían presagiar que se había esfumado -.al menos por ahora- el sueño de Adrián. Nada más lejos de la realidad. Regresó la Europa League, y Marín volvió a la titularidad. El canterano jugó todo el partido y lo hizo con un desparpajo impropio de alguien menor de edad. Incipiente arriba, seguro abajo. Crecido.

Solo Marcelino sabe quién jugará el domingo en el Pizjuán, aunque si hay algo claro es que Marín, a día de hoy y con solo 17 años es hombre del primer equipo. Ahora solo queda esperar y lanzar una pregunta al vuelo que solo el tiempo podrá responder: ¿dónde está el techo de Adrián Marín?