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Roma 1960, las olimpiadas que colocaron a Cassius Clay en los ojos del mundo

La ciudad italiana fue testigo de la consagración del más grande de la historia como el mayor prospecto boxístico mundial.

Roma 1960, las olimpiadas que colocaron a Cassius Clay en los ojos del mundo
Fotografía de: Getty Images
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Por Luis Rodriguez Lozano

Con una corona sobre la cabeza, un coro de voces que lo vitoreaban y a pura zancada. Así fue como un joven Cassius Clay de tan sólo 18 años entro a la Villa Olímpica de Roma para disputar sus primeros y últimos Juegos Olímpicos en el año 1960. Cassius Marcellus Clay VII, así fue como se presentó a un periodista nada más llegar a suelo italiano, con un sencillo atuendo y una cámara de fotos que lo seguiría dondequiera que fuera. “Tengo que aprender el idioma. Lo único que se decir en italiano es bambino”, pronunció Clay, para cerrar una pintoresca y llamativa carta de presentación caracterizada por su enaltecimiento propio y narcisismo que siempre le acompañaría.

Roma fue tierra de cambios y de innovaciones culturales: fue allí donde el papel de la mujer en el equipo estadounidense creció, motivado en gran parte por el hambre de ser superior a los soviéticos y de mostrar una imagen pulcra y limpia al mundo del deporte. Allí fue también donde saltó el primer caso de dopaje de la historia, y el primer patrocinio por llevar una marca deportiva en el atuendo en el mundo deportivo.

Fotografía de: Getty Images
Fotografía de: Getty Images

Junto con su llamativa carta de presentación, su efusividad y su carácter, la prensa estaba enfocada y dirigida en su totalidad al joven Clay. Pero no sólo fueron sus características lo que llevó a los medios a dirigirles los focos. Era diferente, libre para expresar sus ideas y presumido en cuanto a ellas, algo muy poco común en los atletas de la época. Hablaba a borbotones de su sueño de ser rico, conducir un Cadillac diferente por cada día de la semana y ser el campeón mundial de los pesos pesados. Con solamente 18 años, ya era una celebridad a kilómetros de casa.

 

El favorito en un equipo lleno de underdogs

Fotografía de: AP
Fotografía de: AP

Clay viajó a Roma con una expedición compuesta por él mismo y ocho compañeros más. Los periodistas señalaban a Cassius como “el mejor peleador de un equipo mediocre”. Desde el New York Times llegaron a afirmar que si había alguien en el equipo de boxeo capaz de traer una medalla a Estados Unidos, ese era Cassius Clay, y que las malas lenguas hablaban que el chico era mejor de lo que fue Floyd Patterson en Helsinki 1952.

Un reto con los mejores en su división

Los tres mejores púgiles amateurs del mundo se encontraban en la división de los 79 kilos y los 378 gramos: el australiano Tony Madigan, a quien ya enfrentó en el año 1959 en Nueva York; el ruso Gennadiy Shatkov y el polaco Pietrzykowski, con más de 230 combates amateurs, que llegaba como favorito a llevarse la medalla de oro en las olimpiadas celebradas en suelo italiano.

El sueño del oro olímpico empezaba a tomar forma

Una camiseta blanca de tirantes y el número 272 a la espalda fue la imagen del miedo para los rivales de Cassius Clay en el ring. Sus dos primeras contiendas fueron ante el belga Becot y ante una prematura prueba de alto calibre como lo fue Shatkov, uno de los candidatos al oro olímpico. El belga y el ruso, respectivamente, fueron derrotados con facilidad por Clay, quien presentó un vistoso boxeo desde el principio, midiendo a la perfección las distancias y sabiendo llevar el ritmo del combate, sabiéndose más hábil y mejor que sus rivales dentro del cuadrilátero. Cassius acabó con Becot por nocaut en el segundo asalto y abatió al ruso con facilidad. Éstas dos victorias suponían la celebración del combate frente a Madigan, el australiano al que enfrentaría un año antes en la ciudad neoyorquina.

 

Madigan, el pasaje para llegar a pelear la gloria

“Es muy alto, tiene una izquierda muy rápida y se aparta todo el rato. (…) Por desgracia no puedo modificar mi estilo, no como debería hacerlo, para enfrentarme a una situación así”, declaró el australiano en la víspera de su combate frente al púgil que ya conocía. Llegados al combate, Cassius impuso de nuevo un vistoso boxeo que anuló al estilo de Madigan. Los hombros bajos y un repertorio de cruzados y overhands que de nada servirían contra el prospecto estadounidense. La pelea fue una guerra de principio a fin, estando reñida en todos los aspectos, pero se la llevo el joven Clay en las cartulinas, obteniendo pasaporte directo a la final frente al polaco Pietrzykowski.

 

Los zurdos y Cassius Clay, una relación de odio aférrimo

Amos Johnson, el nombre del último zurdo al que enfrentó el joven púgil de Kentucky un año antes del combate frente a Pietrzykowski y quien le propició una paliza tremenda con su estilo, contrario a lo que Clay estaba habituado. Tras ello, vinieron 42 peleas más, en las cuales no enfrentaría a ningún boxeador zurdo. Ahora, a Cassius Clay se le presentaba una sitiacuón de lo más complicada: no sólo enfrentaba a un zurdo más, sino que enfrentaba a uno de los mejores púgiles amateurs del mundo.

Al sonar la campana, Clay encaró al polaco de la misma manera que había encarado a sus otros rivales, pero su estilo podía percibirse de una manera diferente, distinta a la que se venía percibiendo durante toda la campaña olímpica: no abusaba de bailar demasiado a su oponente y añadió el cruzado de derecha a su repertorio, con los cuales buscó desgastar a Pietrzykowski y su imponente estilo de izquierda.

Llegados al minuto previo antes de comenzar el tercer episodio de la contienda, la pelea estaba muy reñida: Clay parecía saber encajar los golpes de su nuevo estilo y parecía mostrarse confiante frente a su rival, y Pietrzykowski hacía mella con su estilo en la coraza del estadounidense. La esquina de Cassius Clay no tenía muy claro si la medalla que se iba para Louisville era de oro o de plata. Suena la campana y con una expresión digna de un perro infectado por el virus de la rabia se impuso frente al polaco y le asestó golpes que parecían venir de una apisonadora: jabs, cruzados, uppercuts al cuerpo y al mentón condujeron a una terrible hemorragia nasal a Pietrzykowski, que hizo que Clay ganara por una distancia aplastante el round y, con ello, el combate.

 

Cassius Marcellus Clay, campeón olímpico en Roma

"Aún lo veo con su medalla correteando por la Villa Olímpica. Dormía con ella. Iba a la cafetería con ella puesta. Nunca se la quitaba", declararía la deportista olímpica Wilma Rudolph años después del hito. La expedición estadounidense lo había conseguido. Las predicciones de los periodistas se hicieron realidad y Roma era un clamor: Cassius Clay era oro olímpico y Estados Unidos conseguía una de las más emblemáticas medallas de su historia. Tras dedicar unas palabras al comité y a los que contribuyeron a su victoria, al día siguiente Clay (y su fobia a los aviones) aterrizaron en Louisville, donde fue reconocido como héroe de una ciudad acusada por el racismo y la pobreza. La ciudad que lo vio crecer entre discriminación racial y lo privó de derechos vio el primer gran hito de un púgil que se convertiría en historia. El nombre del joven boxeador de Louisville, Kentucky, que comenzó a boxear por el robo de su bicicleta cuando sólo era un niño, estaba grabado a fuego en lo más alto del boxeo olímpico.

Fotografía de: Agencia Atlas
Fotografía de: Agencia Atlas

El racismo opacó la magia del oro de Clay

Ronnie King, su íntimo amigo de la infancia, y Cassius Clay se dirigían a un restaurante a comer semanas después del hito de Roma. Pese a que presumió de su medalla y los allí presentes lo aclamaban con furor, el dueño del sitio echó a ambos individuos tan sólo por el color de su piel. “Era la primera vez que la Medalla de Oro dejaba de estar sobre mi pecho, desde el día que el juez olímpico me la puso, el mismo día en que subí al podio con un ruso a mi izquierda y un polaco a la derecha. Por primera vez vi la medalla como un objeto. Había perdido su magia. De repente, tuve clara conciencia de lo que quería hacer con aquella barata pieza de metal y aquella deshilachada cinta”, relató Cassius en The Greatest, su autobiografía.

Fotografía de: AP
Fotografía de: AP

El mito cuenta que Clay, motivado por el suceso, lanzó la medalla al río Ohio y nunca más volvió a saber nada más de ella. Y pese a que en severas ocasiones fuentes cercanas al legendario pugilista afirmaron que la medalla se perdió y no fue vertida sobre el río, es una incógnita y desde entonces hasta que falleciera en el año 2016, Clay jamás la volvería a ver.