El torneo de Talleres se puede graficar de dos maneras: lo que hace dentro de la cancha y lo que obtuvo en la tabla de posiciones. Se contraponen, son totalmente opuestos. Es que en el rectángulo de juego, el equipo de barrio Jardín jugó de igual a igual a los candidatos (Racing y River) y a los elencos consolidados (Colón y Banfield) con varios años en la máxima categoría.

No obstante, y a pesar de haber sido superado por el rival de turno en pocos lapsos de tiempo, la tabla de posiciones refleja que tiene dos puntos sobre doce. Es poco, no alcanza. Si se hacía un análisis “futurológico” al inicio de la competencia, el mundo Talleres esperaba y pensaba otro presente.

En estos polos se desenvuelve el presente albiazul y el empate en cero ante Banfield no fue la excepción. El gol, o en realidad la ausencia de él, fue el tópico con el que la gente se fue masticando bronca del Kempes, pateando algunos papelitos y resoplando.

A pesar de esto, se puede decir que Talleres tuvo su mejor producción en lo que va del campeonato. Dejando a un lado el primer tiempo, carente de emociones y productor de bostezos, en el complemento fue ampliamente dominador y superior a la visita. No fue una tromba ni mucho menos, pero, en relación a los antecedentes inmediatos, se puede concluir que los dirigidos por Kudelka mostraron más dinamismo y elaboración en el juego.

Le falta, es lógico, pero va por buen camino. Por momentos le costó llegar al arco de Navarro con una jugada limpia y sin caer tanto en los centros o en las corejeadas, pero  así y todo puso contra las cuerdas al Taladro. Para bien o para mal, quedó en evidencia que este camino no es el equivocado y, a pesar de no lograr anotar por falta de eficacia o mala suerte, tuvo 2 ó 3 ocasiones netas para hacerlo. Produjo, le falta concretar.

Continuando con este análisis, y haciendo hincapié en la labor del bloque ofensivo, se destacaron las actuaciones de Gil y, posteriormente, de Giménez. El “Colo” jugó un gran segundo tiempo, pidiendo siempre la pelota, estando bien ubicado, teniendo el panorama de frente y dándole un buen destino al balón. Clarificó el juego y tomó la posta de la conducción.

Mientras que al ex Chicago le alcanzó un poco más de cuarto de hora para demostrar que es una alternativa más que interesante. Se movió por todo el frente de ataque, le dio otro aire al ataque y su ingreso le cambió la cara al equipo. Él podría ser la solución para el carente juego que viene demostrando el equipo en este torneo.

Por último, y no menos importante, hay que resaltar que Talleres mantuvo el cero en su arco por primera vez en el torneo. Un detalle no menor. Había recibido un gol cada uno de los anteriores tres partidos y, ante Banfield, casi que no pasó sobresaltos. La más clara de la visita fue un cabezazo de Silva que tapó Herrera y eso fue producto del buen trabajo que hubo en el bloque defensivo. Tanto Gandolfi como Komar (reemplazó al expulsado Quintana) redondearon una tarde sobria y segura, sin pasar sobresaltos y alejando todo tipo de complicaciones.

A este tándem se le puede sumar, en mayor medida, a Guiñazú, que corrió a todas y terminó exhausto; y, en menor medida, a Burgos, que mostró el carácter de siempre pero la falta de precisión en algunas entregas hicieron crecer a Banfield.

En síntesis, Talleres hizo y mereció más. Pero se pueden rescatar estos tres ítems que, si se siguen repitiendo, va a obtener los resultados que busca.