"When amazing happens". Así reza uno de los lemas de la NBA. Y en muchas ocasiones es cierto. Y no solamente en el sentido que la mayoría espera, en el sentido de jugadores increíbles y finales apoteósicos. También hay sitio para pequeñas historias de pequeños hombres que son igual de grandes, y engrandecen aún más este maravilloso deporte.

Esta semana estamos viviendo una de esas historias. El protagonista se llama Andre Ingram. Ingram fue un jugador bueno de universidad, pero al acabar su estancia allí, no fue drafteado. Su sueño siempre fue jugar en la NBA, así que rechazó ofertas de Europa y pasó a jugar a la G-League (donde se cobra mucho menos). Y allí, primero en Utah y luego en la franquicia de los Lakers (primero los D-Fenders, luego los South Bay), ha pasado los diez últimos años de su vida. Este año su equipo perdió en las finales de conferencia, así que la temporada se había acabado para él.

Por ello, él pensaba que acudía a una reunión ordinaria de final de temporada, pero le esperaba una sorpresa. En lugar de los empleados del equipo de la G-League le esperaban nada menos que Luke Walton, Magic Johnson y Rob Pelinka. En honor a su larga carrera en la franquicia de los Lakers, aunque sea en la filial menor, le iban a hacer un regalo. El regalo con el que llevaba soñando toda su vida. Un contrato NBA.

Los Angeles Lakers firmaron así a Andre Ingram para los dos últimos partidos de la temporada regular. Algo que para los Lakers no supone mucho, ya que no se juegan nada, pero para Andre, supone el sueño de toda una vida. Eso y el salario correspondiente a esos partidos, que para los jugadores humildes supone algo más que dinero simbólico.

Por eso el día de ayer fue muy especial para Andre Ingram. Pudo estar en el vestuario del Staples con los titulares, calentar con ellos, y tener su propio espacio y su camiseta personalizada. Pero además, le esperaba todavía lo mejor. Ingram es un escolta tripleador, uno de los más efectivos de la historia de la liga de desarrollo, y el quinto máximo anotador histórico de ésta. Si algo sabe hacer, es meter puntos. Por ello, Luke Walton decidió que le vendría bien un tirador y le dio una oportunidad. El jugador pordría no sólo debutar, sino que tendría minutos. Y los aprovechó.

Finalmente acabó el partido jugando 30 minutos, en los que aportó 19 puntos, tres rebotes, una asistencia y tres tapones. Es el mejor registro de puntos de toda la liga para debutantes de más de 30 años de edad. Además, el rival que tenían en frente eran ni más ni menos que los Houston Rockets, el mejor equipo de la liga, y el jugador no se achantó, llegando a anotar incluso un triple en los últimos minutos que acercaba mucho el marcador.

Al final los Lakers perdieron, pero fue una noche muy emotiva para todo el mundo en el Staples, pero especialmente para el bueno de Andre. Cumplió su sueño, y además, cuando le dieron la oportunidad demostró que tiene talento, y se llevó el reconocimiento del público, que le ovacionó y acabó con gritos de ¡MVP!, de sus compañeros y de toda la liga entera. Sin duda, fue una noche que jamás olvidará.