OAKA a las ocho y cuarto de la tarde del jueves. Esa es la fecha, la hora y el lugar señalados para ejercitar la venganza. Para demostrar que el Madrid no va a morir ahora después de todo lo ocurrido durante los pasados siete meses. Es el momento de la revancha. El Real Madrid afronta posiblemente el partido más trascendental desde que ganara la Euroliga en el WiZink Center en 2015. No solo está este año en juego, el proyecto puede quedarse muy comprometido si los blancos se marchan de Atenas 2-0 abajo y sobre todo, si vuelven a perder por más de la decena de puntos.
El peor inicio de eliminatoria posible
El partido del martes fue todo lo que un madridista no quería y más. Los jugadores estaban impasibles ante la superioridad de intensidad de los griegos. Los primeros tres minutos de encuentro fueron un resumen de lo que fue todo el choque. Un equipo salió no solo con una marcha más, el PAO parecía un tanque y el Madrid un seiscientos. Robos, faltas en ataque provocadas, malos tiros punteados, los jugadores visitantes dieron un clinic de todas las acciones que no se deben hacer durante un partido de esta magnitud. Porque la intensidad griega se veía contrarrestada por la pasividad madrileña. Porque el único que parecía cabreado en el conjunto de Concha Espina era el entrenador, Pablo Laso.
Se ha abierto la veda. En Twitter ya se podía leer lo de todos los años por estas fechas: “Pablo Laso dimisión”. Poco puede hacer el vitoriano si sus jugadores no le ponen alma. El deporte se basa en eso: coraje. El deseo de ganar puede ser tan decisivo que deja, en algunas ocasiones, la calidad a un lado. No hace falta irse al fútbol o a cualquier otro deporte de equipo para darse cuenta de eso. El Barcelona es el ejemplo claro del efecto que la entrega puede tener en un equipo. Con Sito Alonso era un equipo sin vida, sin ilusión. Un equipo que no aspiraba a nada porque no se lo dejaban todo en el parqué. Con Pesic todo cambió. Ganó al Madrid la Copa del Rey gracias a su intensidad, una vez más, y es un candidato serio a ganar la Liga.
Los veteranos deben dar un paso al frente
De todas maneras, no hay que obviar la gran calidad que atesoran los jugadores merengues. Las bajas les han puesto en una situación complicada, y aunque su actitud no fue la mejor, el orgullo ayudará para al menos hacer de este segundo partido de la serie algo más competido. Porque durante los años han demostrado que son capaces de ganar a cualquiera, porque esta misma temporada llegaron a ir ganando por quince puntos en el mismo escenario de la debacle del primer partido. Es el momento de que Laso, Felipe Reyes y otros veteranos como Rudy o Carroll, digan al resto de qué va el Real Madrid. Es vital que Randolph, que tuvo mejores sensaciones en los últimos minutos, se recupere y al menos no juegue por debajo de su nivel. Es necesario que Taylor vuelva a ser esa amenaza tanto desde las esquinas como en las penetraciones. Es obligado que Tavares y Ayón ayuden a sus compañeros y cierren bien los rebotes (los griegos cogieron veinte rebotes más que los españoles).
Las estadísticas no mienten. Nick Calathes se quedó a dos asistencias de igualar el total del Real Madrid (16 del griego por 18 de sus rivales). Los bases verdes destruyeron a la defensa exterior visitante. Los bloqueos y la falta de ayudas dejaron muy vulnerables todas las zonas del campo. El Madrid fue superior al Panathinaikos en los dos partidos de fase regular. A eso se tienen que agarrar tanto la plantilla como los profesionales más cercanos al equipo, como los aficionados para creer que se le puede dar la vuelta a la eliminatoria. Porque una victoria el jueves cambia la narrativa de la serie. Una revancha blanca acerca al líder de la Liga Endesa a la Final Four de Belgrado.