De haber nacido un siglo antes, Uliana Semenova podría haber formado parte del hiperbólico espectáculo de Phineas Taylor Barnum y su circo de los horrores. De la bizarra galería de sus maravillosos horrores junto al hombre más pequeño del mundo, la mujer barbuda, los gemelos enanos, la mujer con pelo de caballo, el hombre con cara de perro, la Tata de George Washington, el gigante del Congo, personajes Barnumizing de los que el más célebre productor circense se sirvió para hacerse rico saltándose todo tipo de consideraciones éticas y morales. En su freak-show, no faltaban todo tipo de deformidades, rarezas humanas que alimentaron la ignorancia de un público ávido de morbosa curiosidad.

En cambio esta niña nacida el 09 de marzo 1952 en la aldea de Medumi, en el Distrito de Daugavpils, Letonia, se convirtió en la mejor jugadora de baloncesto de su tiempo y en la mejor jugadora europea de todos los tiempos. Ula, como era conocida padecía acromegalia, debido a un defecto con la hormona somatropa, y con solo 13 años ya medía 1,93 m. La enfermedad manifestada en la niña desde una edad muy temprana le hizo crecer notablemente más respecto a las chicas de su edad, pero el citado crecimiento no sólo se reflejó en estatura, sino también en órganos y músculos. Como consecuencia de su malformación entre las muchas secuelas físicas que padecía destacaba que tenía un pie más grande que otro, es decir en un pie calzaba el número 58 y en el otro el 52.

Con un rostro moldeado adustamente sobre el cráneo y unas gruesas características faciales, Uliana Semenova no tardó en captar la atención de sus congéneres, tanto para bien como para mal. Su infancia no fue sencilla y pronto aprendió que la mejor manera de hacer callar a aquellos que se reían de ella, era hacer del defecto virtud, sacando el máximo partido a su altura en una cancha de baloncesto, donde la bestia se convertía en bella y no solo por su superioridad física sino porque llegó a jugar francamente bien. El techo mundial del baloncesto femenino llegó a medir 2,12 m y tales excepcionales cualidades físicas fueron pronto utilizadas por el aparato del partido soviético para convertirla en uno de los iconos de su presunta superioridad deportiva.

Exhibió su abrumadora superioridad respecto al resto de jugadoras en las filas del TTT Daugawa Riga, conjunto en el que jugó entre 1966 y 1987, protagonizando un dominio sin precedentes en la historia del baloncesto. No en vano el conjunto de Riga con Uliana como estrella ganó 17 títulos de la Liga de la Unión Soviética, 11 de Copa de Europa (nueve de ellos consecutivos) y una Copa Ronchetti. Si existe un icono del baloncesto femenino en la década de los setenta y ochenta es Semenova y no ha existido una jugadora más determinante en la historia que ella. Buena prueba de ello es el aplastante dominio de la URSS en el baloncesto internacional durante el reinado de la ‘Barnumizing del basket’.

La cancha de baloncesto se transformaba en carpa, el circo de los horrores de Phineas, regresaba con sus cotas más altas de morbo y expresión

Con la selección de la URSS ganó dos medallas de oro en los Juegos Olímpicos (Montreal 1976 y Moscú 1980). Especialmente grandiosa fue su actuación en Montreal donde impactó al mundo promediando casi 20 puntos y 13 rebotes por partido. Los asistentes a los partidos creían retroceder en el tiempo, la cancha de baloncesto se transformaba en carpa, el circo de los horrores de Phineas, regresaba con sus cotas más altas de morbo y expresión. Extasiados contemplaban a la gigante intimidando a hormigas, que aterradas, nada podían hacer ante el dominio de una jugadora que agarraba el balón como si de una canica se tratara. La imponente jugadora cuya línea de visión coincidía prácticamente con la altura del aro, dejó para el recuerdo la exhibición que hizo en la final, contra Estados Unidos, nada menos que 32 puntos y 19 rebotes, en tan sólo 23 minutos de juego. Semenova además logró tres medallas de oro en los Mundiales (Sao Paulo 1971, Cali 1975 y Sao Paulo 1983) y otras diez en los Eurobasket (Messina 1968, Rotterdam 1970, Varna 1972, Cagliari 1974, Clermont Ferrand 1976, Poznan 1978, Banka Luka 1980, Ancona 1981, Budapest 1983 y Treviso 1985). Con la URSS sólo perdió uno de los partidos que disputó, el último: la final de los Goodwill Games disputados en Moscú en 1986 frente a Estados Unidos.

La exhibición pública e internacional de la pívot letona se redujo durante largo tiempo a las fronteras de la URSS, y tan solo se permitió que el resto del mundo la disfrutara en las competiciones internacionales. Estuvo recluida tras el telón de acero hasta 1987, cuando Moscú abrió una rendija en el telón con la condición de que su sueldo fuera prácticamente de forma íntegra a las arcas del partido. Tras arduas negociaciones con Moscú, Uliana se convirtió en la primera deportista en poder jugar en la Liga de otro país. Por una cantidad de seis millones de pesetas firmó por el equipo madrileño de la 1ª División femenina, el Tintoretto, de la ciudad de Getafe. De las 53.000 pesetas que ganaba de ficha, la mayor parte iban para Moscú, Uliana llegó en el ocaso de su carrera y con una acuciada artrosis de tobillo, pero ello no evitó que la leyenda dejará su huella entre aficionados y compañeras.

Era una grandiosa jugadora y no solo por su gigantismo, era un muro infranqueable, una atleta aplastante y única

El Tintoretto que hasta entonces era firme candidato al descenso de categoría, llegó a disputar la final de la Liga española al Caixa de Tarragona, en la temporada 87/88 con Semenova y Rocío Jiménez como piezas fundamentales, pero Uliana llegó incluso a pasar hambre. De no haber sido por la generosidad tanto del presidente como de sus compañeras, se le habría hecho mucho más difícil la primera experiencia de una deportista soviética fuera de su país. El presidente colaboró activamente con su manutención y las compañeras le ayudaban en la comida. Aquellas compañeras que por un año convivieron con la leyenda, que descubrieron que tras la apariencia hosca y triste de la letona se escondía una mujer sensible y muy femenina. Esas mismas que pese a encontrar a una Semenova ya en declive, pudieron comprobar que su grandeza iba mucho más allá de su altura, pues la Semenova poseía buena técnica de piernas y un tiro de media y corta distancia, prácticamente infalible. Era una grandiosa jugadora y no solo por su gigantismo, era un muro infranqueable, una atleta aplastante y única.

En la parada de los monstruos del baloncesto no hubo mayor diferencia respecto a los demás que la suya

En 1989 fichó por el Valenciennes francés, donde su salud fue deteriorándose progresivamente hasta que se retiró del baloncesto en 1989. En 2007 se convirtió en la primera jugadora no estadounidense en ser incluida en el Salón de la Fama de la FIBA. Precisamente en aquel año y debido a su delicado estado de salud las jugadoras letonas de baloncesto posaron desnudas para un calendario con el fin de recaudar fondos para una operación de cóccix. Desde su regreso a Letonia entró a formar parte del Comité Olímpico, y dirigió una escuela de baloncesto para mujeres en peligro de exclusión. Su salud se ha ido deteriorando desde entones al punto de prácticamente no poder caminar, pero Uliana la leyenda sigue conservando su grandeza, su feminidad, tras ese ese maravilloso monstruo venido de Rusia que identificó Javier Gurruchaga en su programa de televisión Viaje con Nosotros. Pues en la parada de los monstruos del baloncesto no hubo mayor diferencia respecto a los demás que la suya.

Foto 1: herdeirodeaecio.blogspot.com

Foto 2: bbasketforlife.skyrock.com