En el mundo del fútbol existen historias rocambolescas hasta el punto de que muchas de ellas pueden llevar la etiqueta de inverosímiles. La realidad es que, como en todos los ámbitos, el ser humano puede convertirse en causa y a la vez solución de todos los problemas, pero en muchas ocasiones su comportamiento, en una mezcla de precipitación e inoperancia, sólo genera fracaso. De hecho, en la UD Las Palmas también existen historias de ese estilo, en las que toda coincidencia con la cordura es mera casualidad.

Corría el año 2004 y el conjunto amarillo no atravesaba su mejor momento, ni en lo deportivo ni en lo económico. Tras un año en el que no se quedaron lejos de regresar a la máxima categoría del fútbol español, Las Palmas quería volver a intentarlo, aunque la realidad del club no era la más adecuada para ello. Eso trajo consigo una campaña aciaga en la que el equipo sufrió mucho a lo largo del curso a pesar de haber empezado de forma correcta.

Con el paso de los partidos, los grancanarios empezaron a bajar puestos en la clasificación y las soluciones no llegaban, pero la situación del club no era alarmante. Aun así, desde la directiva querían un poco más, y acabaron destituyendo a Juan Manuel Rodríguez tras 16 partidos y contratando a David Vidal como medicina a los males que los amarillos sentían. No funcionó.

Las Palmas continúo con su dinámica y se colocó en puestos de descenso, recuperando el tono tras unas cuantas jornadas para el olvido, pero volviendo al pozo rápidamente.

Tino Luis, Stambouli y García Navarro

El club necesitaba una solución rápida y precisa. Las urgencias por mantener la categoría eran evidentes y los pajarillos por buscar un billete a Primera División se habían esfumado. La realidad hizo acto de presencia en las oficinas de Pío XII y el presidente de la entidad por aquel entonces, Manuel García Navarro, necesitaba un revulsivo para salvar al equipo.

La directiva apostó por Tino Luis Cabrera como sustituto, una noticia que gustó mucho a los jugadores. A pesar de ello, el técnico grancanario sólo estaría en el cargo de forma interina debido a la obsesión de García Navarro en traer a Henri Stambouli, un entrenador francés algo desconocido para el gran público y que venía de trabajar con varias selecciones de África.

Sin embargo, la llegada de galo no contaba, para nada, con el beneplácito de una directiva harta de las decisiones del presidente. Stambouli llegó a Las Palmas en medio de un caos que no tardaría en estallar Dicho hartazgo había empezado desde el verano, cuando la política de fichajes fue considerada como una auténtica locura. Eso hizo que la andadura de Stambouli empezara con mal pie; estaba dentro de una guerra interna que no acabaría bien para todas las partes implicadas en el asunto.

Algeciras y adiós

Stambouli se puso a las órdenes cuanto antes, pero el destino seguía añadiendo trabas a su fichaje. Las Palmas no pudo tramitar su ficha y todo se le volvía el contra. Eso hizo que en su primer partido tuviera que convertirse en mero espectador y verlo desde la grada cuando el equipo se jugaba muchísimo ante un Algeciras que era el colista de la competición. Los amarillos perdieron, encarrilando siete derrotas consecutivas que hundían aún más las aspiraciones de salvación de un conjunto que parecía gafado.

Tras la derrota, Stambouli atendió a los medios y dimitió de forma rotunda, directa, sin concesiones. El francés duró un partido y Las Palmas se fue al pozo La realidad dejaba patente que no aguantaba más y se dio cuenta de que sólo era un peón más dentro de una polvorín interno que no tardaría en explotar, terminando con un descenso a Segunda B que evidenció que Las Palmas tocaba fondo.

Aquel fue su primer y último partido, convirtiéndose en el único entrenador en la historia de la entidad en haber durado un solo encuentro a lo largo de sus 67 años de historia, algo inusual pero comprensible dada la situación del club en aquel momento.

Desde ese momento, Stambouli se convirtió para siempre en el hombre de un solo partido.

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