Los reencuentros son uno de los elementos más atractivos del fútbol, pero pueden tener sabores radicalmente diferentes. En la memoria de todos están aquellas visitas de Luis Figo con el Real Madrid al Camp Nou, donde era poco menos que un enemigo público por su pasado culé. Pero no hay que irse tan lejos para encontrar relaciones hostiles entre club de procedencia y jugador; hace aproximadamente un mes, Sergio Ramos ponía al sevillismo en su contra con una celebración muy controvertida. Existe una frase hecha muy repetida que dice “El fútbol no tiene memoria”, y en estos casos se demuestra claramente.

Por suerte para Samu, la afición del Málaga sí parece acordarse de todo lo que aportó el canterano durante la temporada 2014/2015, en la que se colocó como uno de los jugadores más importantes del equipo disputando hasta 34 encuentros. Sus brillantes actuaciones le valieron para dar el salto a uno de los clubes más en forma de La Liga en los últimos años, el Villarreal. En Castellón, el malagueño está experimentando un crecimiento que le postula como una de los grandes atractivos del Submarino en un futuro cercano, pero no olvida su pasado.

Quizá esa es la clave que explica por qué sus visitas a La Rosaleda (tres, de momento) difieren tanto de los casos antes mencionados –Figo y Sergio Ramos-. Aunque actualmente defienda los colores de otro club, Castillejo tiene muy claro que su corazón es boquerón, y eso no le impide darlo todo por la entidad en la que milita. El fútbol es un trabajo como otro cualquiera y, todo el que vive de él, puede tener sus propias preferencias cuando sale de su ambiente laboral.

El joven extremo es el ejemplo perfecto de profesionalidad, dándolo todo por la camiseta amarilla pero sin esconder su amor por el equipo de su vida. Hace poco más de dos meses, tras un pequeño incidente en las redes sociales, Samu hablaba del Málaga en una entrevista como “su club”. Repasando una acción del partido –que, además, vio desde la grada- se expresaba de esta manera: “cinco minutos antes no nos habían pitado un penalti”. Estas palabras no muestran nada más que amor hacia unos colores, algo completamente compatible con la entrega máxima a la elástica que defiende cada fin de semana. De hecho, pocas horas antes de haber vibrado de emoción en La Rosaleda, el zurdo salía llorando de impotencia tras caer lesionado con el Villarreal en Butarque.

Por todo ello, tanto la parroquia grogueta como el malaguismo tienen que estar muy orgullosos de Samu Castillejo; un chico que demuestra que el sentimiento hacia un club puede convivir sin ningún problema con el compromiso ciego con otra camiseta.

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Sobre el autor
Diego Delgado
Periodismo en la UCM. Apasionado del fútbol y la música.