Después de empatar en casa ante un Segunda B y de verse superado por el rival durante gran parte del partido, pocas cosas positivas pueden sacar Zidane y el madridismo. Pero, sin duda, la mejor noticia ha sido la vuelta de Gareth Bale, que salvó a su equipo de una catástrofe.
El galés volvía a una convocatoria después de pasar por una lesión que le tuvo en el dique seco desde el partido de Champions ante el Borussia Dortmund. Aún no estaba preparado para jugar los noventa minutos y Zidane decidió que comenzara en el banquillo. En el minuto 60’, bajo una gran ovación, Bale salía de nuevo al terreno de juego del Santiago Bernabéu. Y no pudo reaparecer en mejor momento. Su equipo necesitaba un jugador de primer nivel para remontar un partido que se le estaba poniendo cuesta arriba y en el que la afición se empezaba a poner nerviosa. Y en el primer balón que tocó, calmó las aguas con un centro de exterior medido a la cabeza de Borja Mayoral que puso el empate en el marcador. Poco después, el galés se llevó un balón con la espuela para quedarse solo delante del portero rival. No consiguió marcar, pero el rechace de su disparo lo volvía a aprovechar el delantero madridista para adelantar al Real Madrid. Apenas dos balones tocados por Bale y todo volvió a su cauce natural. Fue el jugador que marcó el desequilibrio.
A partir de ahí, Gareth no quiso forzar demasiado y se dedicó a seguir entrando en juego para ir ganando minutos poco a poco. En el partido del sábado ante el Athletic, podría tener más minutos incluso jugando de titular. Fue la única y la mejor noticia para un Real Madrid, además de la clasificación, que, inesperadamente, necesitó la entrada de uno de los mejores futbolistas del mundo para ganar un partido que a priori debería haber resultado mucho más sencillo.
Gareth ha vuelto y parece que lo ha hecho para quedarse. Un Bale a su nivel más alto puede resultar el elemento diferencial que haga que este Real Madrid salga del bache en el que se encuentra a estas alturas de temporada.