Tras muchos años viviendo esta segunda división, puedo afirmar que nunca había visto un equipo con los objetivos tan claros como el Lugo, los gallegos empezaron a perder tiempo en el minuto siete de juego, usando como principal arma los saques de puerta. Cada vez que el partido se paraba a favor del conjunto albivermello, estos lo aprovechaban para rascar minutos al crono y poco a poco ir agotando la paciencia del equipo local.

Un Lugo sin fútbol

El objetivo de los visitantes desde que saltasen al césped de La Romareda estaba bien claro, hacer del encuentro un partido rocoso con muchas interrupciones para sacar al Real Zaragoza del mismo,  los maños necesitan de un juego fluido para brillar. El Lugo no tuvo en ningún momento la intención de llevar la batuta del choque, sino de aguantar el resultado hasta el final para conseguir llevarse al menos un punto de la capital aragonesa. Este juego poco propositivo, con parones y muy atascado se vio favorecido por la actuación del árbitro Areces Franco, quien permitió las múltiples interrupciones de los gallegos sin llegar a enseñar ninguna cartulina por pérdida de tiempo. 

La clara expulsión que no se dio 

En ocasiones una decisión arbitral puede ser decisiva para el desarrollo del encuentro, y sino que se lo pregunten a los jugadores a las órdenes de Víctor Fernández. Aún en la primera parte Raphael Dwamena era objeto de una clara falta en la frontal del área visitante tras una gran carrera del ariete ghanés. Éste estaba a punto de disparar cuando recibió una entrada por detrás obra del central Pita, quien era el último jugador gallego a ojos de cualquier espectador.

El colegiado solo enseñó tarjeta amarilla al defensa provocando el sobresalto y los pitos de toda La Romareda alegando que Pita no era el último jugador, pues tenía un compañero unos centímetros adelantado (éste estaba lo demasiado alejado de Dwamena como para llegar a intervenir en la jugada) por lo que consideró no enseñar la roja. La imágen de la entrada se ha hecho viral entre los seguidores zaragocistas que aún siguen sin entender cómo pudo no resultar en una expulsión.

Los cambios locales no supieron revolucionar el partido

Es verdad que uno de los cambios que hizo el Real Zaragoza fue obligado por la lesión de  Vigaray cuyo puesto ocupó Julián Delmás, pero lo cierto es que ninguna de las rotaciones pudo ayudar a que el club maño se pusiese por delante en el marcador. Jorge Pombo y Papunashvilli son jugadores capaces de cambiar por completo un partido, pero ésta no fue la ocasión. El técnico del Real Zaragoza quitó a un mediocentro como Ros para introducir al jugador georgiano, un cambio totalmente ofensivo, pero ni esa ni la sustitución de Dwamena por Pombo lograron ser determinantes en el juego blanquillo. Quizás faltó otro tipo de jugador, un delantero ‘ratón de área’ y rematador que aportase otras opciones a sus compañeros, un perfil del que por desgracia el Zaragoza carece, o simplemente quizás los revulsivos no tuvieron su día. 

En definitiva el Zaragoza acabó dejándose por el camino dos puntos que quizás en otras circunstancias y porqué no decirlo, con un árbitro mas estricto con el juego de los visitantes, hubiese podido convertir en una victoria un encuentro que dejó un gran descontento de la afición maña con todos menos con sus propios jugadores.