La nostalgia volvió a aparecer en las gradas del Camp Nou como hacía tiempo que no lo hacía. El aficionado culé, desesperado desde su butaca en un horario atípico, rememoró ante el Slavia Praga tiempos grises que parecían haberse olvidado. La del martes no fue una noche al uso sobre el verde de Can Barça, al menos para los que comenzaron a vivir los colores en su máximo esplendor. Arrinconados por una crisis de identidad que viene acechando desde que arrancó la temporada, los hombres de Ernesto Valverde revivieron en casa los fantasmas del Ciutat de Valencia, esta vez en forma de muralla checa que ya había avisado dos semanas atrás. Parecía que el guión de la película vista en las últimas fechas, propio de una telenovela en la que priman los rencores y las excusas, iba a cambiar con la UEFA Champions League como estandarte. Pero no fue así. 

La incomodidad volvió a instalarse en los cuerpos azulgranas para ceder un empate a nada en la cuarta jornada de la máxima competición europea de clubes. El derrame pudo ser mayor ante un rival inferior sobre el papel pero superior sobre el césped que volvió a sacar de quicio a un desconcertante Barcelona. Esta vez, tampoco los puntuales destellos, en menor medida que en otras ocasiones, pudieron hacer nada para evitar la disconformidad que ya se vive en el graderío blaugrana.

Perdidos en busca de soluciones

La debacle del pasado sábado en el Ciutat de Valencia derivó en retoques tácticos de Ernesto Valverde en la jornada intersemanal. El txingurri se desmarcó del intocable 4-3-3 para adaptarlo a una versión teóricamente más ofensiva que propiciase el control del balón y del juego. Ante un Slavia de Praga que ya mostró sus cartas en el choque de ida y que iba a mantener esa osadía que sorprendió en  el Eden Arena, el técnico culé optó, como ya hiciera en Liga, por incluir a Arturo Vidal en el once inicial. Cobijado por los inagotables Frenkie De Jong y Sergio Busquets en el doble pivote, el músculo chileno adelantó su posición para dibujar un 4-2-3-1. El presuntuoso esquema de Valverde, chocó sin embargo con el poblado mediocampo que cimentó Trpišovský para noquear la elaboración azulgrana. En facetas defensivas, el conjunto checo se asentó con un 4-4-2 de líneas muy juntas que limitó por completo los espacios locales a la hora de buscar la meta rival.

Valverde redibujó la pizarra con un 4-2-3-1 que no sirvió para sorprender a un Slavia bien posicionado y superior en muchas facetas del juego

Las líneas avanzadas del Slavia propiciaron un desorden estructural del elenco blaugrana desde el inicio, que se vió obligado a redundar en las combinaciones estériles entre sus dos centrales. Precisamente Piqué y Lenglet fueron los jugadores blaugranas que más balones se intercambiaron a lo largo del choque. Arriba, Arturo Vidal trató de apoderarse de la posición de "9", aunque poco intimidó ante el monólogo ofensivo de Leo Messi. Más allá del argentino, que probó de superar el muro rival una y otra vez, sólo supo leer bien lo que pedía el encuentro un Nelson Semedo que dominó la banda derecha en la primera mitad, pero se vió obligado a cambiar su papeleta tras el descanso. El portugués logró superar a la defensa rival arrancando desde segunda línea, lo que propició algunas de las llegadas azulgranas en los primeros compases del choque. Enfrente, el portero Kolar emergió como muro para salvar a los suyos con una actuación mayúscula bajo palos.

Messi, incapaz ante el muro del Slavia. FOTO: Noelia Déniz
Messi, incapaz ante el muro del Slavia. FOTO: Noelia Déniz

Como en Praga, el Slavia no se contentó con evitar males mayores, y pasó a dominar el choque. Lo hizo durante la mayor parte del partido a través del dominio del balón y de la calidad de uno de sus mejores hombres: Olyianka, autor de las mejores incursiones del conjunto checo. Los de  Trpisovsky lograron asentarse sobre el terreno de juego mejor que el Barça de Valverde, lo que se tradució en una primera mitad incómoda para los intereses blaugranas y en la disconformidad de gran parte de sus aficionados. Para colmo, uno de los hombres más activos hasta antes del descanso, Jordi Alba, quedaba tendido por una lesión muscular y resultaba baja para la segunda parte.

Mejora sin recompensa

La pérdida de Jordi Alba antes del descanso obligó a Ernesto Valverde a reubicar a Nelson Semedo para dar entrada a Sergi Roberto en la banda derecha. Por su parte, el Slavia mantuvo el muro erigido en la primera mitad sin tener que recurrir a la intensa presión que sacó de quicio a los jugadores azulgrana. El paso atrás de los checos permitió al elenco de Ernesto Valverde controlar, en cierta medida, el devenir del encuentro, generando más ocasiones y teniendo más presencia ofensiva que en los primeros cuarenta y cinco minutos. La tarea, seguía siendo imposible ante la insistencia del portero Kolar.

El Barça tuvo destellos de mejora en la segunda mitad peró no pudo hacer nada para batir al guardameta Kolar

Valverde trató de revolucionar el choque sentando a Ousmane Dembelé, sin apenas lucidez por la izquierda salvo algunas internadas para dar entrada a su predilección ofensiva, Ansu Fati, quien como de costumbre trató de desequilibrar el partido. Fueron del joven azulgrana la mayor parte de internadas del segundo acto, en el que logró remover la defensa rival en más de una ocasión. Habiendo soplado velas, el nacionalizado español, sirvó en bandeja goles a Messi, Rakitic y a Arturo Vidal, pero la meta de Kolar resultó en todo momento infranqueable. De hecho, el Barça sólo pudo batirle  en una acción invalidada por fuera de juego, en la que el centrocampista chileno finalizaba una de las incisiones de Leo Messi.

Pero ni Ansu, ni Leo, ni Valverde pudieron evitar las malas caras de su parroquia tras el partido. Unas caras que se no son nuevas tras lo visto a lo largo de esta temporada. El Barça ya no es el rival a batir, y es controlado como hacía tiempo que no lo era. A pesar del márgen de maniobra, la que se presagiaba como la noche de la reivindicación culé se quedó en la noche de la reiteración.