En una etapa, dentro de la NFL, dónde el juego aéreo comienza a dominar claramente al terrestre, donde el espectador está más habituado a ver como un mariscal puede lanzar 40 veces por encuentro antes que a observar más de 25 intentos terrestres cada partido, existe una franquicia a la que dicha corriente no se puede aplicar, los San Francisco 49ers, y nadie puede culparles por ello visto los resultados.

Hace dos temporadas, cuando el equipo de la bahía invirtió lo que, por aquel entonces parecía una locura, en Jimmy Garoppolo, todo parecía indicar que el futuro de este equipo se iba a centrar en torno a él. Más aún si se tenía en cuenta que el entrenador jefe elegido para el proyecto era Kyle Shannahann, figura ofensiva que destacaba por la evolución que había llevado a cabo con Matt Ryan en Atlanta. Pero al parecer tenían otros planes. La primera temporada supuso la lesión del QB, por lo que fue un año de transición. Pero es posible, que el hecho de tener que acostumbrarse a jugar sin su mariscal referencia, convirtiera la libreta de juego de Shannahann en una donde se observaba mucho más a menudo jugadas de carrera y dominio del reloj. Pues bien, la confirmación de esa tendencia, se ha completado esta temporada. Los 49ers han manejado el reloj a su antojo casi ante cualquier rival, con un running game explosivo, con una rotación muy amplia más que focalizado en un jugador franquicia desde esa posición. Una de las características a destacar dentro de la revolución en el juego de carrera que ha supuesto este nuevo concepto utilizado por San Francisco, es el uso de las carreras exteriores, aprovechando la gran movilidad que tienen tanto sus tackles como sus guards, a la hora de moverse por el campo, y habilitar así el progreso con sus bloqueos. Los de oro y rojo no tratan de mantener la posesión de manera infértil, sino que su juego desde el backcourt está plagaddo de variantes, diseñadas expresamente para explotar las características de su backcourt y su línea ofensiva, velocidad y verticalidad a través de jugadas "por fuera de los números".

La otra máxima dentro de la liga, que ha llevado a equipos sin un destacado juego ofensivo, a alcanzar metas tan lejanas como ganar una Superbowl, es la defensa. El frontcourt de los 49ers se ha erigido como uno de los más potentes de esta temporada. El trío de linebackers ha supuesto una oleada de aire fresco a la hora de oxigenar esa defensa, ya que han conseguido estar presentes tanto en las ayudas para el juego aéreo, como a la hora de presionar al QB rival y taponar los espacios para los RBs. No mucho más lejos en el escalafón de importancia que tienen dentro del esquema defensivo, se presentan los defensive ends. Bosa y compañía han sido la cara visible de una defensa que ha plagado los highlights de la temporada con sacks y con su dominio del pocket cada vez que el rival intentaba hilvanar una jugada. Con su presión constante, han facilitado en gran medida otro de los puntos fuertes de este equipo, como son los cornerbacks. Pocos mariscales han tenido la oportunidad de gozar de mucho tiempo en el pocket para pensar donde lanzar el balón, dada la fiereza del front 7 de San Francisco, pero además, a esta circunstancia había que sumarle que ese poco tiempo, lo pasaban tratando de descifrar la maraña de jugadores en que se convierte la secundaria de los de rojo y oro cada vez que comienza la jugada. Liderados por el veterano Richard Sherman, los defensive backs de estos 49ers, han plasmado un esquema de juego lleno de coberturas en zona, permutas y ayudas, capaz de conseguir anular a cualquier ofensiva. En ocasiones, se ha criticado este tipo de disposición táctica, ya que cuando el rival posee varias armas dentro del juego aéreo, el marcaje zonal puede no dar a basto ante más de dos amenazas verticales al mismo tiempo, pues bien, eso es justo lo que tendrán que demostrar en esta Superbowl para poder frenar a los Hill, Kelce, Watkins y compañía.

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