Se dice que el viaje más largo comienza con el primer paso, y esa es una de las más grandes verdades de la vida. El mejor torneo del Club Necaxa desde su mudanza a la ciudad de Aguascalientes ha llegado a su final, por lo menos desde la perspectiva de la temporada regular, después de diecinueve semanas en las que nadie, desde las personas que trabajan en la Casa Club, hasta el aficionado que todas las semanas estuvo buscando un bar o una transmisión para ver el partido a la distancia, creyó posible.

El sentido común indica que, salvo muy notables excepciones, los equipos recién conformados no tienen un desempeño espectacular en su primer torneo: el once de Guillermo Vázquez pertenece a ese grupo de excepciones, que, usualmente, también logran resultados finales excepcionales, aunque el carácter efímero de los sucesos que atañen a la Liga MX hacen que pronto se disipen en las arenas del tiempo.

Solamente un equipo tan peregrino como el mismo Necaxa, es decir, el Club Puebla, fue capaz de detener al mejor visitante de la competición. Un equipo cuya afición ha sido tan castigada como la necaxista, aunque jamás han tenido la necesidad de irse de casa; un equipo que ha saboreado la hiel del descenso, el purgatorio de la segunda división, la batalla por la permanencia, el abandono de sus dirigentes, la indiferencia de su afición… Entre el Puebla y el Necaxa existe una afinidad que va más allá de lo deportivo, pues en este estado es en donde se encuentra la Atlántida, la Cíbola, Eldorado necaxista: la presa, el río y el poblado cuya denominación fue usada para bautizar al equipo que cayó por tres goles ante 'La Franja': NECAXA.

Fue una noche en que se rompieron las quinielas y se rompieron las apuestas: todos daban por sentado que Necaxa amarraría el segundo lugar general y que Mauro Quiroga lograría la hazaña de ser el primer campeón de goleo rojiblanco en 18 años: de cierto modo no se equivocaron en esto último, pues Alan Pulido, rojiblanco también (pero de otro tipo) terminó empatando con ‘El Comandante’ en la marca de los mayores ‘romperedes’ del Apertura 2019.

La opinión generalizada asegura que el parón de la Fecha FIFA fue lo que afectó el rendimiento del equipo; otros dirán que los rumores del mercado invernal fueron los que calaron en el ánimo de los ‘electricistas’, que para este momento de ‘Once Hermanos’ ya no les queda mucho tiempo. El sentido común da la pauta a pensar que una combinación de ambas cosas ha sido el catalizador para que el Puebla, que no peleó nada más que cerrar de la manera más digna posible, haya dado un baño de agua fría a las expectativas necaxistas de cara a la primera etapa de la postemporada.

Por otro lado, el hecho que haya sido un juego de viernes por la noche, horario inventado con la excusa de generar un nuevo prime time, una versión mesoamericana del Monday Night Football, y que parece más bien como salido de la mente de alguno de esos científicos locos que experimentaron con seres humanos, no contribuyó en mucho al buen funcionamiento del equipo, puesto que, en realidad, a cualquier persona desmoralizaría tener que jugar en tal barra horaria. El deporte supeditado a la publicidad. Irónicamente, el escenario ideal para estos experimentos televisivos sería el del partido de la jornada, no un juego entre dos escuadras modestas, que no están jugándose la vida.

Necaxa llega a la Liguilla con un panorama bastante singular: es el único equipo participante al que los medios de comunicación han desmembrado, situando a jugadores y cuerpo técnico (y hasta a empleados de la Casa Club, si les fuera lícito hacerlo) en otras instituciones de la Liga. Ante la perspectiva de que los minutos restantes en la casa hidrocálida les están contados, ¿cuál será la respuesta de los jugadores? El profesionalismo da la pauta a pensar en que saldrán campeones, pero, el juego ante el Puebla también fue sumamente explícito, como una suerte de declaración de principios, sobre cómo toman los jugadores la fase final de la competencia.

Sobre todo, porque no es la primera vez que sucede.