Si se llegase a recordar algo similar a lo que se asemeja, en estos momentos, al club de la universidad, sería a uno de esos rompecabezas chinos que entretienen tanto a infantes como a adultos, en los que se tiene que encontrar la forma de desenganchar cada una de sus piezas. Cuando parece que el camino es más difícil, la pieza se libera de la forma más increíble y  cumpliendo con la paradoja, cuando la pieza está a punto de salir ésta se engancha de la peor manera.

Los caminos pedregosos son irónicamente los que conducen al Estadio Olímpico Universitario y sus seguidores no solo son testigos de la piedra volcánica que lo rodea sino que también son confidentes de lo difícil que son los senderos que implica ser un fiel seguidor de los Pumas.

El equipo felino parece estar rodeado de decisiones que resultan sorprendentes en todos los sentidos que puede llegar a tener esta palabra. Cuando tiene el peor de los panoramas consigue la hazaña impensable; cuando Michel se bajó del barco, como un escritor que gusta de brindar giros argumentales, Pumas salió avante contra pronóstico. Y  no solo eso sino que al final de la segunda jornada que marca el calendario se colocó como líder compartiendo el puesto con su eterno rival.

Del otro lado de la moneda, cuando el optimismo convence a propios y extraños, pasando por encima de las mentes más creativas, Pumas logra desentenderse de sus propias conquistas. Es el equipo de lo impredecible; de la maravilla y la catástrofe, capaz de lo sublime y lo ridículo. Teniendo el destino en sus manos, de pronto, se le vuelven extraños sus propios conjuros.

Esta jornada Pumas nos volvió a mostrar sus capacidades quiméricas frente al equipo de la frontera. Sinceramente no recuerdo un partido que fuese tan aparentemente fácil y que se volviera un martirio emocional. Planteémoslo de esta manera: un juego en el que tienes ventaja de un jugador al minuto 7 y, por si fuera poco, logras duplicar esa ventaja teniendo toda la segunda mitad  para concretar una victoria. Todo esto con el aliciente de obtener el liderato general en solitario ¿Quién no lo ganaría? La respuesta es obvia después de este domingo.

La magia de Juan Ignacio Dinenno no pudo ser la llave para que Pumas sacara la cabeza avante. El primer gol de Carlos González  en este Guard1anes tampoco pudo evitar que la tarde cobrara tintes trágicos. El drama que ha caracterizado los partidos contra Juárez se volvió a aparecer en Ciudad Universitaria, esta vez no fue por un tal Malcorra errando en los 11 pasos. En esta ocasión las culpas se repartieron equitativamente pues jugando en casa y contra 9 pareció pesar más el arbitraje que cualquier jugador vestido de blanco.

Los festejos estruendosos de los partidos pasados se transformaron en gritos coléricos, a la alegría le bastaron 90 minutos para convertirse en coraje. Siendo que a la luz de la opinión en las trincheras auriazules se percibía una aparente calma, con un goleador encendido y un equipo que sacaba resultados, el panorama lo único que reclamaba era sacar un buen resultado contra los Bravos.

Tal parece que Pumas estando frente a la salida de su laberinto decidiese dar vuelta atrás para ver si logra encontrar una nueva ruta. El tiempo estaba poniendo las cosas en su lugar, Lillini e Israel López se perfilaban como la dirección técnica funcional, el equipo que tiene pocos ceros en el Transfermakt  pero que disputa la cima, de pronto, sin previo aviso, decidió luchar contra el tiempo y caer aceleradamente justo donde iniciaron; al borde de la crisis.

La única conclusión que podemos sacar es que, cuando se trate de Pumas, debemos dudar hasta de nuestras propias expectativas. Las intuiciones que tenemos sobre el equipo son equivocadas, esas salidas esperanzadoras tan solo nos conducen a un nudo gordiano. Sin duda, la escuadra universitaria es peor que esos juegos chinos, porque por lo menos una vez encontrada la solución al rompecabezas, ésta no cambia. Pumas, por el contrario, es un acertijo indescifrable.