Puede parecer mentira, pero Alberto Contador no levantaba los brazos en una línea de meta desde el 26 de enero de 2013. Esa última tuvo lugar en el Mirador del Sol, en la sexta etapa del Tour de San Luis. Sí que estuvo muy cerca de romper la mala racha en Dauphiné y Tour, pero esta sequía se ha prolongado trece meses, que es mucho para un corredor como el madrileño.

Hoy se ha quitado esta maldición en un final adaptado a sus características. Malhao, puerto clásico en la resolución de Algarve y donde ya ganó en 2010, ejerció de aliado. “Es una ascensión demasiado corta como para hacer grandes diferencias, por eso me concentré más en la etapa que en la general”, declaró tras cruzar la línea de meta.

Y es que la general sigue comandada por el sorprendente Michal Kwiatkowski, que parece tener atada su primera vuelta por etapas como profesional a falta de la jornada final de mañana, camino de Vilamoura. Contador, por su parte, continúa segundo, quedándose a 16 segundos del jersey amarillo. “Estoy feliz, porque el equipo trabajó muy duro y la mejor manera de pagárselo era ganando”, destacaba el pinteño. “Mi condición física es cada vez mejor y el trabajo realizado durante el invierno ha merecido la pena”, explicó.

Contador y Froome han comenzado a ganar prácticamente al unísono

Sentenciada prácticamente la clasificación general, ya que la última etapa no presenta grandes dificultades, Contador centrará ahora sus esfuerzos en mantener esta buena dinámica en Tirreno, próxima prueba a la que asistirá. Será allí donde, por primera vez en esta campaña, coincidirá con su mayor rival en el camino y posterior desembarco en el Tour de Francia: Chris Froome. El británico fue respondido con este último triunfo, ya que horas antes cumplió e hizo lo propio en Omán. La guerra psicológica entre los dos pesos pesados ha comenzado.