La forma física es lo único que los equipos ciclistas no pueden controlar del todo cuando buscan el máximo rendimiento de uno de los suyos. En la preparación hacia uno de los objetivos del año (en este caso una gran vuelta por etapas), pueden controlar el volumen de entrenamiento, la intensidad, el número de series que se adapta a cada uno de los ciclistas y las sesiones de recuperación, apoyando toda esa teoría y práctica en una muy buena comunicación entre entrenador, mánager y el propio ciclista de forma diaria. Se puede preveer todo, menos la forma física de un corredor. En un ciclismo moderno y casi totalmente controlado, aún no se ha descubierto un mecanismo que permita, de forma totalmente segura, llevar a un ciclista a la salida de una vuelta grande al 100%, por mucho que el propio corredor y todos sus compañeros lo corroboren.

Se puede llegar pasado, si se ha hecho una temporada muy alegre, muy competitiva y con mucho día de competición, o se puede llegar bien de forma, pero no al 100% ni, por supuesto, al que requieren 21 días de competición en la actualidad. ¿Es seguro que un ciclista va a aguantar 21 días de continuo esfuerzo sin problemas, dando la cara en cada uno de ellos y sin mostrar síntomas de fatiga en la tercera semana? Por supuesto. ¿Cabe la posibilidad de verle pagando sus excesos y verle desfalleciendo en alguna jornada importante y perdiendo las opciones de la general? También, pero en este último caso surge la figura del gregario atalentado, del último hombre, del segundo espada del equipo.

La figura del gregario atalentado tiene dos funciones dentro de una gran vuelta: proteger al líder y asegurarle el mínimo esfuerzo en los días menos importantes para ayudarle en las jornadas claves, si se da el caso de la primera pregunta, y ser la segunda opción del equipo y salvar su gran vuelta en el peor de los casos y cuando se dé la suposición del segundo interrogante. Algunos casos se han dado en las últimas grandes vueltas de líderes con un mal rendimiento y equipos al borde de la decepción que han encontrado en sus segundos hombres el líder que necesitaban y no habían visto antes de empezar uno de sus objetivos de la temporada.

Antón-Nieve (Giro'11): cara y cruz camino de Gardeccia

Dos de los tres mejores hombres de Euskaltel - Euskadi de ese año, Igor Antón y Mikel Nieve, se presentaban en la primera etapa con los roles claros: Antón, con la general en mente; Nieve, de gregario y de busca etapas y de último hombre del vasco en las jornadas decisivas de montaña. En uno de los Giros más duros de los últimos años (quizás el que más), como se suele decir, la carretera puso a cada uno en su sitio. Antón no aguantó la presión de ser uno de los favoritos y cedió en la semana clave de carrera y ante su gran oportunidad de hacer un gran pódium en una gran vuelta. Dijo adiós a la general tras ganar, de forma soberbia, en la cima del monte Zoncolan, la que para algunos se trata de la montaña más dura de Europa.

Mikel Nieve ganó la etapa reina de aquel Giro de forma brillante. (Foto: Fundación Euskadi)

Wiggins - Froome (Vuelta'11): un Angliru para olvidar

Si algo le obsesionaba a Dave Brailsford, patrón del Sky desde su andadura profesional en 2010, era ver a alguno de sus ciclistas en lo más alto del pódium del Tour de Francia. Preferiblemente, a un británico. El elegido para esa tarea fue Bradley Wiggins, de tradición pistard, quien sorprendió a propios y extraños en la montaña del Tour de 2009 y en su general (4º). Ni Roma se hizo en un día ni Wiggins iba a ganar el Tour en su primer intento. No iba a ser todo tan fácil. En 2010 dobló Giro-Tour, haciendo su mejor actuación en la prueba francesa (22º en París), donde no dio síntomas de encontrase como en 2009.

En 2011 tomó parte en la salida del Tour, su gran objetivo de la temporada, en la que estaba "para ganar", como dijo unos días antes. La mala suerte se cruzó en su camino en la séptima etapa y abandonó, dejando a su equipo sin líder durante las restantes jornadas de competición. Se retiró del Tour y empezó a pensar en la Vuelta a España, la única y la última oportunidad para salvar una temporada hipotecada al triunfo en los campos elíseos de París. Con él iba a ir Chris Froome, a quién Sky había reservado para que fuese el líder en la carrera española. Brailsford cambió de planes y el conjunto británico se presentó con la dupla Wiggins-Froome, dispuesta a arrasar en la montaña y llevarse la general de aquella edición.

El largo trazado de la crono de Salamanca (novena etapa de aquella Vuelta) iba a deparar varias sorpresas. El sorprendente rendimiento de Chris Froome que le llevó a vestir por primera vez el liderato en una vuelta grande y el pequeño desfallecimiento de Wiggins en los últimos kilómetros, estaban entre ellos. Pese a ello, las tornas no iban a cambiar dentro del equipo: el equipo trabajaría por y para Bradley Wiggins, y Froome seguiría como segunda espada del equipo y último gregario en la montaña. Una montaña en la que iba a volver a destacar el keniata para, esta vez sí, reivindicarse como el más fuerte de los dos, aunque tarde. Esperaba el Angliru, en la última jornada de alta montaña y en una de las últimas etapas aquella Vuelta de 2011, y se produjo el cambio de roles.

Al igual que en el Zoncolan o el Mortirolo, la rueda de un rival en el Angliru no sirve para ir más cómodo. En esos puertos no hay otra estrategia: o estás fuertes y vas hacia delante o no tienes tu día y te puede caer una minutada. Juanjo Cobo fue, sin duda, de los del primer grupo. Un serio y lejano ataque puso en jaque a todos sus rivales y, tras un intento de Wiggins por seguirle, hundió al maillot rojo. Se quedó Froome a esperarle, a tirar de él para desgartarse lo menos posible. Quedaban aún seis kilómetros hasta la meta y el líder de Sky iba a menos, mientras Froome seguía con su cadencia, aparentemente tranquilo, en las duras rampas del 12%.

En la Cueña de Cabres, donde se maximizan las rampas y llegan casi hasta el 25% de desnivel positivo, Wiggins dijo basta. Froome, inmediatamente, salió disparado (todo lo rápido que pudo entre las motos, los coches, la espesa niebla y los aficionados que inundaban las estrechas cunetas de la recta más famosa del puerto) a por Cobo, que ya saboreaba la victoria con más de un minuto de ventaja. 45 segundos perdió Froome en meta; Wiggins, 1:20". Hubo cambio de líder aquel día y cambio de líder en el conjunto Sky. En la última jornada de montaña, con final en Peña Cabarga, estaba la última oportunidad para recortar a Cobo unos escasos 20 segundos de margen. Perdió aquella vuelta por trece segundos, aquellos trece segundos que podría haber recortado de haberse desprendido de Wiggins antes de la Cueña.

Wiggins - Froome (Tour'12): la dictadura del 'Sir'

Una temporada de escándalo había puesto a Bradley Wiggins como el máximo favorito para levantar el trofeo del Tour de Francia en París. París-Niza, Tour de Romandía y Critérium du Dauphiné claudicaron ante el año perfecto del británico, a quién solo le valía subir a lo más alto del pódium para irse de la carrera francesa con un buen sabor de boca. A su lado, Chris Froome de nuevo, como último gregario en su equipo de ensueño y pensando solo en la montaña, que incluía a Richie Porte, Michael Rogers o a Christian Knees. La calma, la táctica, la forma física de sus compañeros, el trazado y la escasez de grandes rivales de la ronda gala iban a hacer del Tour una dictadura dirigida por Sky. 

Pero, al igual que pasó en la Vuelta de 2011, Wiggins no se libró de ver a Chris Froome igual, o casi más, de enchufado en carrera que él mismo. Su primer golpe, ganar en La Planche des Belles Filles tras estar más de diez minutos de gregario, desgantándose sin pedir ni recibir la ayuda de nadie. Tampoco se libró de Froome en Besançon, en la etapa que ganó y en la que su gregario acabó en segundo lugar. Ni en las demás etapas, siempre a su lado, sin dejarle marchar por delante, entrando en ocasiones uno al lado del otro, uno por delante y uno por detrás, picando segundo a segundo a Vincenzo Nibali, el único rival que aguantaba de forma digna a ambos británicos.

La tensión entre los dos mejores ciclistas de Sky explotó en medio de Peyragudes. Para variar, Froome tiraba de Wiggins y, de paso, estaba limpiando la carrera y seprando el grano de la paja. Van Garderen, Pinot, Rolland, Van den Broeck y Horner, entre los numerosos cortados. Nibali también dijo basta y Froome y Wiggins volvían a quedarse solos por culpa del ritmo del primero de ellos, que puso en peligro hasta la victoria de Alejandro Valverde, el último superviviente de la escapada. Froome subía con tal facilidad, y con tan buena cadencia de pedaleo que hasta Wiggins se cortó. 

Empezaron los nervios dentro del coche del equipo y las conversaciones de Froome con Brailsford por radio. El keniata, con ganas y mucho gas; Wiggins, pasando uno de sus peores momentos de la carrera y Brailsford, enfadado al ver la debilidad de su líder ante uno de sus gregarios en una gran jornada de montaña. El pequeño contratiempo de los Sky le dio la victoria a Valverde, demostró que Froome iba mejor y le hizo ver a Brailsford que su nueva baza para las grandes vueltas era él: un corredor muy delgado, espigado, muy buen escalador y mejor 'cronner'. Pese a que ganó Wiggins aquella prueba, el Tour del 2013 demostró el acierto del mánager británico de apostar por Chris Froome. 

Aru - Landa (Giro'15): un Finestre para soñar

Que Alberto Contador estuviese disputando el Giro de Italia significaba que cualquier favorito pasaba a un segundo plano. Fabio Aru era uno de los desplazados hasta este segundo escalón, en su segunda gran ocasión de ganar la carrera más importante de su país. Para ello, solo para intentar ganarle a Contador la general, vino con el equipo (de sobra, como se demostró en solo cuatro etapas) más fuerte de la carrera, con veteranos como Paolo Tiralongo y Dario Cataldo y jóvenes talentos en la montaña como Tanel Kangert y Mikel Landa. 

El desastre táctico de Astana lo aprovechó Contador para lucirse en el Giro, tras encontrarse a un Aru con serios problemas camino de Aprica, donde perdió definitivamente la general y pese a que se llevó dos etapas. La jornada reina fue el mazazo del italiano al igual que el del líder de la prueba fue la de Sestriere, una última jornada que pudo echar por tierra toda la ventaja que el pinteño había acumulado durante los anteriores 19 días de competición. Landa, con un ataque a falta de cuatro kilómetros para coronar, dejaba claro que era el más fuerte de la prueba, se olvidaba de los roles de equipo, dejaba a Aru en el grupo perseguidor y apostaba fuertemente por la etapa. 

 

La del Mortirolo (etapa que ganó el español) fue la primera jornada del Giro en la que Landa no solo demostró que era uno de los más fuertes, sino que estaba para ganar la carrera. En Sestriere, unos días más tarde, su mayor rival fue Aru, su propio compañero, el líder de un Astana que hasta el último día seguía en sus trece pese a ver que la diferencia entre un Landa pletórico y un Contador apajarado (con Aru en un segundo grupo de favoritos) estaba en la cima rondando los dos minutos. Y, una vez que Martinelli vio que la general no se iba a mover, le mandó parar para, por lo menos, ganar su quinta victoria de etapa con su líder, Fabio Aru. ¿Tenía piernas Landa para conseguir el rosa? Nunca se sabrá. Lo que si se ha podido saber es que Astana prefirió ganar cinco etapas y copar dos plazas de pódium antes que hacer una carrera táctica para ganar el Giro con cualquiera de los dos