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El difícil arte de reinventarse

Joaquim Rodríguez llegó al Tour con el objetivo de lograr una buena clasificación general. Las condiciones no fueron propicias para lograr esa meta, pero fue capaz de redirigir su rumbo y acabar firmando una gran ronda gala.

El difícil arte de reinventarse
Foto: Tim de Waele | Katusha Team.
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Por VAVEL

En ocasiones no es fácil renunciar al gran objetivo del año porque las cosas no salen como esperas. Joaquim Rodríguez (Katusha) llegó al Tour de Francia con la intención de lograr una buena clasificación general, dar mucha guerra y, si era posible, subir al podio y hacerse con alguna victoria. El camino se torció pronto, en Zelande, en la segunda etapa y acabó por esfumarse en la contrarreloj por equipos de Plumelec. El catalán se resignó, dejó ese objetivo a un lado y buscó brillar de otra manera. Lo más satisfactorio para él es que lo logró. Por ello, Purito es un maestro en el difícil arte de reinventarse.

Un inicio de luces y sombras

Todo comenzó relativamente como se esperaba: Joaquim era el peor 'gallo' situado en la general tras el prólogo. Esto era algo que entraba en los planes, pero no estaba previsto la pérdida de tiempo camino de Zelande. El catalán al igual que otros como Nibali, Quintana o Valverde, cedió casi minuto y media en esa etapa protagonizada por los abanicos. El de Parets no se rindió y en la etapa siguiente con final en el exigente muro de Huy, logró un triunfo que hizo renacer sus esperanzas.

La semana trascurrió sin demasiados sobresaltos para sus opciones (obviando, claro está, el positivo por cocaína de Luca Paolini) hasta el domingo con la contrarreloj por equipos. Joaquim perdió un tiempo muy valioso, casi dos minutos con BMC, Sky y Movistar, lo que acabó por dinamitar sus opciones en la general. Habría que cambiar el objetivo de este Tour, pensó el catalán, que entonces recuperó el espíritu de 2014. La pasada campaña llegó justo de forma a la Grande Boucle tras las caídas en Ardenas y Giro, por lo que decidió que iría a Francia a tratar de ganar etapas y a vestir el maillot de lunares. Estuvo cerca del segundo objetivo, que le acabó arrebatando un espectacular Rafal Majka (Tinkoff). Ahora, tendría su particular revancha.

Viraje en los objetivos

Con una victoria de etapa ya en el zurrón, Purito quería lograr otra. Su ambición no tenía límites y soñaba con ganar cerca de su lugar habitual de residencia, Andorra, donde sus seres queridos irían a visitarle. Desplegó el mapa de la carrera y encontró el lugar exacto para llevar a cabo su hazaña: Plateau de Beille, lugar donde solo grandes ases de la bicicleta habían ganando: Jelle Vannendert, Pantani, Armstrong y Contador.

Para ejecutar a la perfección el plan debería de dejar de ser una amenaza para el amarillo que portaba Chris Froome (Sky), el hombre más fuerte del Tour. Camino de la Pierre-de-Saint-Martin y de Cauterets, Purito cedió suficiente tiempo como para que, al filtrarse en una fuga, el treno británico no saliese en su busca y captura. En estas dos etapas acabó perdiendo más de 22 minutos, dejando así de ser un hombre a vigilar por el maillot amarillo.

El 16 de julio, rumbo a Plateau de Beille, se filtró en la escapada. El plan estaba saliendo tal y como deseaba, ya que el pelotón dejó hacer a la fuga. Kwiatkowski (Etixx), Bardet (AG2R) o Fusglang (Astana) intentaron atacar y llevarse la victoria de etapa, pero el más fuerte era de Katusha, era Joaquim Rodríguez. Inalcanzable en la ascensión final bajo un torrente de lluvia, el catalán surcó las carreteras de Plateau de Beille para lanzar un rugido en su cima de liberación y alegría que solo tenía un significado: "puedo reinventarme".

A la caza de los lunares

Tras dos victorias de etapa, la voracidad de triunfos del catalán quedaba saciada. Pero no la de subir al podio de París. Para ello, quería lograr ese premio que hacía un año se le había escapado por poco: el maillot de la montaña. Filtrado en multitud de escapadas, sumaba puntos para tratar de desbancar al líder de esta clasificación: Chris Froome. El británico, ambicioso también como pocos, no se conformaba con ganar el Tour y la primera etapa pirenaica, deseaba vestir a lunares.

Joaquim lucía el maillot, pero el líder era el anglokeniano que, claro está, vestía de amarillo. Aun así, el catalán quería subir a recogerlo y llevarlo por pura legitimidad. Camino de Saint-Jean-de-Maurinne al final lo consiguió, se colocó líder de la clasificación de la montaña, pero le salió un rival inesperado: Romain Bardet (AG2R) que, coronando Glandon y Lacets de Montvernier en cabeza igualó en la cabeza de esta tabla al catalán.

Joaquim no estaba demasiado conforme: "Me voy a arrepentir de no haber apretado algo más, esto está muy igualado". Y tenía razón porque un día después, rumbo a La Toussuire, el galo le arrebató el maillot. Solo un día le duró la alegría al de Parets que en la etapa que finalizaba en Alpe D'Huez no tuvo ocasión de pelear por los puntos de la montaña debido a la cruenta batalla que se libraba por el amarillo. Finalmente no fue Bardet tampoco el ganador de esta clasificación sino que Froome acabó vistiendo los lunares en París.