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Temporada 2015: Chris Froome, el guión casi perfecto

Vuelta a Andalucía, Dauphiné Liberé y sobre todo, Tour de Francia han sido los éxitos del británico en este 2015, sólo ensombrecido por el abandono en la Vuelta a España.

Temporada 2015: Chris Froome, el guión casi perfecto
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Por Diego García

Una tarde de febrero, en un pequeño pueblo de Jaén, Chris Froome abrió su libreta y comenzó a escribir las primeras líneas de un exitoso guión, un papel brillante que le acerca, cada vez más, a convertirse en leyenda viva del ciclismo.

Acercamiento con cautela

En una palpitante lucha con Alberto Contador se presentó, como primer acto, en la Ruta del Sol para recobrar la confianza que le fue esquiva en la temporada anterior. Venía de un 2014 gris, en el que el pinteño le había superado en todas y cada una de las batallas que habían librado durante el curso. 2015 era el año en el que el británico de Nairobi (adoptó la nacionalidad familiar en mayo de 2008) debía mostrar si la exhibición de 2013 fue fruto de un buen año o, por el contrario, el espigado ciclista con ese correr tan anómalo había venido para convertirse en uno de los grandes en la historia de este deporte. En el Alto de Allanadas fue donde Froome quiso poner la rúbrica a un estimulante comienzo de temporada, desbancó a Contador y dio un pequeño indicio de lo que iba a ser su año.

El segundo acto de la temporada para el británico comenzó en la Dauphiné, donde fue de menos a más. Una exhibición en la última etapa le valió para llevarse la general, intimidar a todo el pelotón y poner la primera piedra para llevarse el Tour como hizo en 2013, ganar el Critérium del Dauphiné a escasos días del comienzo de la Grand Boucle.

Una ascensión para el recuerdo

Y llega el leitmotiv del año de Froome, el Tour de Francia. El llamado Tour de los cuatro fantásticos venía plagado de expectativas y apasionantes duelos entre Nibali, Contador, Froome y Quintana. El británico había batido al español a principios de año en la Ruta del Sol y pasó por encima de Vincenzo Nibali en la Dauphiné, pero faltaba por dilucidar cómo sería el gran duelo del Tour, un cara a cara con Nairo Quintana. El escarabajo colombiano se había exhibido en la Tirreno, dejando patente su calidad en cuanto la carretera se pone cuesta arriba y firmando una de las etapas más épicas del año en el Monte Terminillo. Faltaba por ver ese duelo y se hizo esperar, por lo menos, hasta la llegada de los Alpes. Arropado por un auténtico equipazo, Froome empezó a poner las cosas en su sitio desde el principio de la prueba. En Huy se vistió por primera vez con el mallot de líder, un jersey que perdió, mejor dicho, dejó prestado, para recuperarlo con una de las mayores muestras de poderío en los últimos años. Una ascensión épica al Col de La Pierre-Saint-Martin, secundada por su compañero Richie Porte, fue el puñetazo sobre la mesa del británico.

A la vez que avanzaba por las empinadas rampas, al paso que le marcaba su potenciómetro, se levantaba la triste sospecha de que Froome no ganaba únicamente por su calidad. Su equipo publicó los datos de potencia de aquella etapa y las dudas suscitadas han hecho que el británico tenga que publicar sus datos fisiológicos para cerrar de una vez por todas las sospechas que recaen sobre él.  Fue avanzando el Tour y, a la vez que el británico se iba desinflando, emergía la calidad del gran escalador Nairo Quintana. Todo estaba preparado para ver un espectacular desenlace de Tour, el Alpe d’Huez era el escenario perfecto. Una maniobra de equipo magistral por parte de Movistar dejaba de manifiesto los problemas de Froome, era una partida de equipo, por delante Valverde y Anacona secundaban a Quintana, por detrás, hacían lo propio con su jefe de filas Richie Porte y Wout Poels, el colombiano se exprimió al máximo durante las 21 curvas del coloso alpino, pero la renta del británico fue suficiente para que, al día siguiente en Paris, se situara en lo más alto del podio en los Campos Elíseos por segunda vez en su carrera.

Cierre con 'drama'

Todo buen guión tiene su parte dramática y Chris Froome decidió dejarla para el tercer acto. Se presentó en la Vuelta a España con la ilusión que siempre le ha provocado esa carrera y con la ambición de poder conseguir un doblete histórico. La carrera transcurría según lo previsto, una lucha entre los Astana, los españoles y Froome. Llegó la etapa reina, típica etapa pirenáica más propia del mes de Julio que de principios de septiembre y considerada una de las más duras de la historia del ciclismo, terreno propicio para marcar diferencias y definir lo que posteriormente sería el podio de Madrid, pero no de la forma que Froome pensaba.

Transcurrían los primeros kilómetros de la etapa, el pelotón rodaba deprisa, con la típica tensión de comienzo de etapa, hasta que en una curva sin aparente peligro, Froome se fue al suelo, se había roto el escafoides de su pie. El británico, lejos de bajarse de la bicicleta, recorrió lastimado el trazado de la sinuosa etapa andorrana, llegando a meta a más de ocho minutos del ganador, con el irremediable destino del obligado abandono a la siguiente jornada. Aquel día Froome mostró la pasta de la que están hechos los ciclistas, esa pasta férrea y perseverante que cómo no, también recorre su cuerpo desde los pies a la cabeza. No existe el éxito sin el sacrificio ni el dolor, Froome lo sabe muy bien, así cerró su temporada, su guión, volverá la temporada próxima para agrandar su historia.