Los jugadores se van, el club permanece. ¿Qué aficionado o futbolista no ha hecho recurrente esta máxima en algún instante? Es complicado determinar en qué momento se puede delimitar la frontera que define a un hombre de club. ¿En el momento en que renuncia a cobrar parte de la ficha que se le adeuda? ¿Tal vez a la hora de portar el brazalete de capitán? Durante los últimos veinte años, los seguidores del Deportivo de La Coruña siempre han encontrado alguien con quien identificarse sobre el césped. Siempre fue difícil no encontrar algún dorsal con el 11 de Bebeto por las calles de la ciudad, pero por dentro todos llevaron alguna vez el número 6 de Mauro Silva. Pasó igual en los años de UEFA y Champions League, cuando muchos de los adultos que ahora, cada fin de semana, ocupan su asiento en Riazor, soñaron alguna vez en su infancia con efectuar una lambretta portando el número 8. El de Djalma

Los años pasan. El último gran icono del club, Valerón, volvió a sus orígenes para dar sus últimas clases de fútbol sobre el tapete. Sin embargo, la afición blanquiazul ha encontrado un nuevo clavo al que agarrarse: Germán Lux. A sus 31 años, el guardameta argentino ha encontrado en A Coruña la estabilidad que antaño le faltó. Su paciencia y profesionalidad a la hora de hacer grupo las dos temporadas previas encontraron premio este año con una continuidad que no disfrutaba desde sus primeros años en el equipo senior de River Plate. La tranquilidad que le caracteriza delata que Lux está hecho de otra pasta. Nunca destacó por la vehemencia y nervio que sí definieron a compatriotas suyos como Culio o Scaloni, pero siempre ha sido un líder. Un líder que se ha encontrado a tiempo.

Carcarañá, la población que le vio nacer, apenas se encuentra a 35 kilómetros de Pujato, localidad de donde es oriundo Lionel Scaloni. Una distancia mínima sumada a una diferencia de cuatro años de edad que, sin embargo, encierra en un círculo rural de la periferia de Rosario a dos deportivistas más. En Carcarañá nacieron, entre otros, el 'Principito' Sosa, que ahora juega bajo la batuta del Cholo Simeone. También Claudio Yacob, al que Pepe Mel dirige en el West Bromwich. Todos ellos, en algún momento de su trayectoria, estuvieron ligados al Club Atlético Carcarañá -o La Cremería, como allí suelen llamarlo-, un club humilde que sigue de cerca el viaje de sus antiguos alumnos por el mundo del fútbol. En el caso de Lux, los aviones suelen llevarle de cuando en cuando a su lugar de origen, donde siempre se ha rodeado de la pausa de los pastos y tierras propiedad de sus antepasados.

La historia de Germán Lux descubre a un tipo sencillo. Recientemente, '20 preguntas a...' -una propuesta audiovisual planteada desde el final de la temporada pasada por el Deportivo de La Coruña con el objetivo de acercar a futbolistas y afición- ofreció a mediados de diciembre un breve cuestionario sobre el arquero argentino. Una de las preguntas que, posiblemente, más opciones facilitaba a los jugadores para ganarse a la hinchada fue la siguiente: 'Un ídolo'. Lux sorprendió con una respuesta cortita y al pie: 'Mi viejo'. Al otro lado del charco, Juan Carlos Lux -un cabeza de familia que ejerce en Carcarañá como contratista rural y gestor de varias parcelas enfocadas al cultivo de cereales- sigue con orgullo y cuando puede al más pequeño de sus tres hijos. A ese que el 21 de enero de 2006 salió corriendo del calentamiento previo a un partido de River tras enterarse de la trágica pérdida de su hermano Sebastián.

En mayo de 2013, Informe Robinson -programa de reportajes emitido por Canal Plus- profundizó en el drama de la vida de Robert Enke, guardameta que pasó por Barcelona, Benfica y Hannover, entre otros. Enke falleció tras arrojarse a las vías de una estación de ferrocarril, cansado de soportar un debate interno que le obligaba a ser el mejor en su puesto y lo sumió en una espiral autodepresiva. Bajo los ojos del aficionado, el portero es a menudo una figura irrelevante, un futbolista para el que la gama de grises a la hora ser definido no existe. Sin embargo, los arqueros siempre han tenido que lidiar con la presión añadida de detener una pena máxima, de tener dotes de mando. Es la llamada soledad del portero, un sentimiento que les obliga a mantener la concentración a niveles extremos. La cabeza no responde, y las decisiones del guardameta, que en verdad es una pieza más del engranaje de un reloj suizo, pasan a ser una losa para una persona corriente.

Desde aquel 21 de enero, ocho años han pasado. También quedaron atrás el Monumental y Son Moix, pero Lux, que conoció sobre el hectómetro la indefensión a la que a menudo se enfrenta el portero, ya no está solo. Le arropan de cerca las gradas de Marathon y Pabellón Inferior, pero cada una de las 34.600 localidades de Riazor siempre lleva algo del Poroto. También su hijo Tomás, que ya conoce bien alguna de las canciones de la Curva Mágica. Germán Lux, que en su momento ganó un Mundial Sub'20 al lado de Saviola o Pablito Aimar, así como la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 2004, ha conseguido otro título, abstracto pero no menos importante: el cariño eterno de un colectivoAndrés Calamaro lo explicó bien en su Tuyo siempre: 'yo te voy a recordar todos los días, porque un amor así nunca se olvida'. Que así sea.