"La noche de un mago llamado Valerón"

Suena el despertador. La noche bosteza y el día comienza a despertar iluminado por el sol que asoma entre arreboles de nubes. Hoy no es un día cualquiera, el Deportivo juega en Riazor una competición oficial contra uno de los mejores equipos de Europa, Milan de Berlusconi. No, no es un partido del trofeo Teresa Herrera, es de la Champions League.

Nadie creía en los milagros, había perdido el Deportivo en Italia 4-1, yo entre los escépticos. Un rosario y no era el de la  Arora precisamente, enlazadas sus cuentas con jugadores campeones de Europa: Cafu, Nesta, Maldini, Pancaro,  Gattuso, Seedorf, Pirlo, Kaká, etc. Solo podíamos pensar que la patrona de la ciudad, la Virgen del Rosario nos echara una manito, como hizo cuando María Pita expulsó al Drake invasor.

Un día alegre, era el preludio de lo que nadie creía que podría suceder

Los nervios atenazaban mi corazón, fui a dar un paseo por la Ciudad Vieja, caminando sobre losas centenarias. Entré  en la iglesia de los Dominicos, le puse una vela a la patrona de la ciudad, para que intercediera ante su hijo y obrara el milagro. Al salir de la iglesia mirando al cielo dije: "Ya sé que tú no puedes meter goles". Me pellizque para notar el dolor y saber que no soñaba, en mi conversación con el Señor le pedí que ilumina a Valerón para guiara con acierto el equipo hacia la apoteosis final.
El cielo a medida que avanzaba el día era alegre, preludio de lo que nadie creía que podría suceder, sin embargo, finalizada la media noche, las calles coruñesas participaban del júbilo de una gesta que quedará para siempre incardinada en los anales de la historia reciente del Real Club Deportivo de La Coruña. La de la época de un presidente que, aunque no era patricio, como el emperador romano, se llama César.

Las gradas del estadio de Riazor llenas a rebosar, como el vaso que derramaba el agua cuando le echan más líquido del que puede retener. Saltan ambos equipos al terreno de juego acompañados del árbitro suizo Urs Meier. "Estos nos pasan por encima",  me dice en de mi derecha. El de la izquierda, más optimista dice: "Hoy es nuestra noche, a estos “macarroni” los cenamos con pasta de tomates gallegos."

Comienza el partido, pasados cuatro minutos Pandiani abre la lata. El dinamizador del juego era un mago, jugaba mirando al tendido,  ponía el balón donde quería. No se conformaba con ser el fascinador del partido. Para subir la adrenalina de los aficionados, el electrónico marca el minuto treinta y seis, el mago  consigue un gol, el segundo para los hijos de Hércules. Coreaban los aficionados el nombre de Juan Carlos Valerón.

Al descanso, Riazor puesto en pie agradece lo que han hecho los 'Gladiadores de Hércules'

El delantero asimétrico Albert Luque quiso sumarse a la fiesta y antes de ir a vestuario a descansar, firmó en la tarjeta de presentación el  tercer gol. Se llega al descanso, los jugadores se retiran al vestuario entre aplauso de los deportivistas. Riazor puesto en pie agradece lo que han hecho los gladiadores de Hércules en la primera parte. Un partido para enmarcar, los que lo hemos visto guardamos en el recuerdo la noche mágica de lo que nunca podríamos imaginar que pasaría en A Coruña.

Comienza la segunda mitad, el Deportivo envalentonado, arropado por los más de treinta mil aficionados va a por la victoria. El juego de un Grande del fútbol maravilla a propios y extraños, incluso los aficionados italianos aplauden a Valerón. El jugador canario entonado borda pases con tiralíneas, los italianos perdidos en el infierno de Riazor,  trataban de conseguir un gol.

Imposible, siete magníficos en la parcela defensiva no permitían que pasara ni tan siquiera un alfiler: Molina; Manuel Pablo, Naybet, Andrade, Romero; Mauro Silva, Sergio. Valeron, Fran, Luque y Pandiani llevaban el peligro a la puerta de Dida.

Y llegó la apoteosis final. Faltaban trece minutos de finalizar los noventa reglamentarios, el Deportivo acorralaba a los italianbos en su parcela y Fran consigue el cuarto gol. Estalla Riazor, botaban los aficionados, se abrazaban unos a otros, era un partido de competición europea. 

Riazor botaba, los aficionados se abrazaban unos a otros

Javier Irureta hace el tercer cambio, retira del terreno de juego al mago  Juan Carlos Valeron, que recibe la mayor ovación de la historia del Estadio de Riazor. Juan Carlos Valerón  ganó esa noche el título de "Caballero del Deportivo de La Coruña".  Entra en el terreno de juego el jugador brasileño Djalminha. "¡Que bote, que bote Riazor!". Era la música celestial que se escuchaba en A Coruña

El árbitro pita el final del partido. Delirio en todo el deportivismo, desde la torre de Hércules hasta la las otras orillas del Océano Atlántico. Miré al cielo y dije: "Señora, gracias por el milagro".

Fue la noche de Valerón, del fútbol, de Galicia, de Riazor, de los hijos de Hércules, de los gallegos esparcidos por el Mundo, de César Lendoiro y sobre todo, se demostró que en A Coruña, todo es posible.