Si alguien en algún momento afirmó que esto iba a ser fácil, por supuesto estaba equivocado. Los caminos de rosas pocas veces tienen lugar en el mundo del fútbol, más aún cuando el camino es largo y pedregoso y cuando el caminante es aquel que comienza dubitativo para poco a poco ir tomando aire con cada paso a expensas de lo que pasará en un horizonte de no más de siete días.

Se dice también que toda travesía en compañía resulta más llevadera. En un camino de fondo siempre es preciso alguien que arrope, recoja o aliente cuando las circunstancias se vuelven adversas o que refuerce cuando los frutos asomen. A las duras y a las maduras.

Considerando al fútbol como un complejo sistema de conexiones y al camino a recorrer por un equipo como un cúmulo arbitrario de circunstancias, alguien en algún momento se atrevió afirmar que, más allá de lo aparente, este deporte no es otra cosa más que "un estado de ánimo".

Siguiendo este particular análisis, todo estado de ánimo precisa de una mente pensante que experimente y que procese los avatares de los duros y largos caminos, las victorias y derrotas de todo aquel expuesto a la batalla y las alegrías y decepciones de una temporada que, desde el inicio, auguraba ser de todo menos plácida. En el caso del Real Club Deportivo, la mente pensante no es otra que la que resulta de un binomio perfecto entre razón y emoción, el de un equipo que pretende aplicar la lógica en el juego y el de una afición que siente y que siempre acompaña.

Desde el principio del camino, un Fernando Vázquez dado a anticipar acontecimientos y afín a la corriente de también considerar al "estado de ánimo" como un condicionante más del juego y de la competición, avanzaba la importancia de un buen trato entre equipo y afición para la consecución del éxito y para la llave de grandes momentos de futuro.

Pero como en toda relación exitosa, la clave es la retroalimentación y el sentirse correspondido. De una parte, existe el como mínimo dos tercios de entrada cada jornada cuando no se roza el lleno, el aliento y el color y el compromiso no pactado de seguir arropando en los momentos en los que más se necesita, aún cuando la incertidumbre y la todavía inestabilidad ronda por encima de todo aquello que se plasma en el terreno de juego.

De la otra, en las últimas jornadas, empates a duras penas en nuevos derbis, victorias sufridas a domicilio, remontadas en el último suspiro con el partido ganado y dolorosa y decepcionante visita a Anduva con cerca de un millar de almas acompañando.

Porque en el fútbol no se camina sólo y porque en las relaciones es de rigor el corresponder a lo que se recibe, el último encuentro disputado por el Deportivo frente al Mirandés da para, cuanto menos, la reflexión.

Pocas son las aficiones que se mantienen apegadas a sus equipos en los momentos por los que atraviesa este fútbol mediatizado en exceso en el que el aficionado supone el último eslabón de una cadena engarzada sobre los cimientos del poder. Una media de entrada en torno a los 26.000 aficionados en un estadio de Segunda y una presencia blanquiazul casi asegurada en partidos a domicilio a lo largo y ancho de la Península allanan el camino al éxito tarde o temprano pero también pueden suponer un arma de doble filo. El "estado de ánimo" del que se habla funciona en dos direcciones, de equipo a hinchada y de hinchada a equipo.

Recorrer kilómetros siguiendo a unos colores supone siempre un esfuerzo añadido. Tiempo, compromisos aplazados, horas de viaje, billetes abultados, recibimientos no siempre calurosos, estadios en diversas condiciones y un largo etcétera de condicionantes para un fin en el que ocio y triunfo cobran un mismo matiz.

Regresar con las manos vacías de un desplazamiento forma parte de la apuesta, es algo barajado antes de partir pero el compromiso del equipo es algo que siempre se dará por supuesto. Pero cuando el compromiso es el que falla, la pérdida de tres puntos pasa a un segundo plano y asoma la decepción, detonante en casi todos los divorcios equipo-afición.

Para una afición arraigada el divorcio resulta lejano y el camino a recorrer no se concibe de otra manera sino es haciéndolo de la mano con su equipo.

De todas maneras, lo que mantiene vivo el binomio es, independientemente del resultado, el comprometerse una parte con la otra. Dentro de este compromiso, la ineludible cita de seis fechas en Riazor para 18 puntos puede que claves para la consecución del anhelado objetivo, la vuelta a la élite, para el que será determinante que equipo e hinchada caminen conectados.

Puede que no haya en el fútbol una cosa más hermosa que un club que identifique, que llene estadios, que cree generaciones y que genere felicidad a sus seguidores. Puede también que hermoso sea pasear orgulloso el escudo de un club por otros territorios. De esta manera se forja el camino y cuando lo que se aman son unos colores, pese a decepciones como las de Anduva, "You'll never walk alone".