Despertares repetitivos y alegrías bizarras

El Dépor ganó, se alejó del descenso pero vio cómo la división del deportivismo se agravaba. El análisis de otro extraño día en Riazor.

Despertares repetitivos y alegrías bizarras
Foto: LFP.
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Por Álex Varela

Triunfar, ganar dos puntos de ventaja al descenso pero salir de Riazor con un gusto agridulce. Eso consiguió el partido del pasado sábado, todo gracias a una manifestación del que a día de hoy parece el mal más amenazante del deportivismo, por encima incluso de los problemas de economía: la fractura social. Es tarea de cada uno priorizar lo ocurrido en los noventa minutos de aquel (otra vez) decisivo encuentro. Aún así, ¿que ofreció el Dépor ante el descabezado Athletic que le visitó? ¿Qué sensaciones, obviando las anteriormente mencionadas, deja este partido?

El ultimátum y Víctor, esa extraña pareja

Lejos de ser una época más de su carrera, el tiempo que Víctor Fernández lleva dirigiendo al Deportivo se asemeja más a un sketch de Benny Hill o una película de los Monty Python que a una estancia normal y corriente de un entrenador. Con la victoria del sábado, el maño ya lleva salvados tres ultimátums: Valencia, Elche y Athletic, sus víctimas. Pero el caso llega a una situación en la que muchos aficionados bromean: "¿y este entrenador no podría tener partidos en los que se juegue el puesto todas las semanas?"

El elemento común de estos tres partidos, además, reside en que cada uno ofreció un cambio radical de rendimiento: ante el Elche Riazor pudo ver al gran Fariña que tanto despuntaba en pretemporada, contra el Athletic se vio la vuelta del mejor Juan Domínguez y el partido del Valencia significó la revolución total que entre otras cosas dejó como consecuencia el inicio de la excelente etapa de rendimiento de un Fabricio que hasta ese momento casi no contaba para nada en ningún plan. Ahora que Víctor ha logrado salvarse por tercera vez, es cosa suya hacer lo necesario para que no exista una cuarta cuerda floja. Aunque vista la dinámica, parece lo más probable.

Un déjà vu inesperado

Si hubo alguna consecuencia buena del primer descenso de 2011, además del increíble despertar de la afición, fue el descubrimiento de la pareja de mediocentros Álex Bergantiños-Juan Domínguez, que durante toda la temporada demostraron ser una mezcla casi perfecta de trabajo y creación de juego. Sin embargo, y a pesar de volver a jugar juntos bastantes veces después de aquel año, aquella asociación nunca volvió a dar el mismo rendimiento. Ni siquiera en el segundo año de Liga Adelante.

La gran actuación que los dos canteranos tuvieron ante el Athletic fue una grata sorpresa para los presentes en Riazor, que acostumbrados ya al deterioro de esta pareja de centrocampistas no esperaban volver a ver a los 'Bergan' y 'Juando' que tanto habían sorprendido y maravillado. El coruñés, una vez más por delante de Cezary Wilk (para desagrado inicial de muchos aficionados), hizo lo que mejor sabe hacer: correr e incomodar al rival consciente de sus limitaciones con el balón, defecto que aún así esta vez logró repeler para entre otras cosas convertirse en el asistente de Cavaleiro en el único gol del partido; mientras que el de Pontedeume recuperó su tan solicitada mejor versión para ser aquel jugador clave de las labores de creación de juego.

La pregunta es la misma que tras la gran mejoría del equipo contra el Valencia: ¿será esta actuación un hecho aislado o un paso en la recuperación de esta asociación?

Cuando los Blues se fueron

Pero si hubo otro protagonista en el partido aparte de los 22 jugadores ese fue el sector de Marathón Inferior, o lo que es lo mismo, la grada de unos Riazor Blues que fueron el epicentro de la actualidad en el primer cuarto de hora de juego. El mítico grupo, al parecer con intención de homenajear al miembro asesinado por varios ultras del Frente Atlético (así lo manifiestaba una pancarta con el lema "Jimmy vive"), permaneció los diez minutos iniciales de espaldas al césped en un silencio cuyo significado no comprendió el resto de Riazor. Pero fue después, al darse la vuelta de nuevo, cuando comenzó la incertidumbre y el motivo de la generación de numerosas versiones de hechos.

La Voz de Galicia.

Lo visto y lo que quedará en la retina de los presentes fue la gran mayor parte de Riazor pitando a los Blues tras emprenderla una vez más con el Consejo de Administración presidido por Tino Fernández, seguida de su marcha del estadio, un hecho que con el paso del tiempo ganará enteros para convertirse en historia (negra, probablemente) del deportivismo. Las razones y versiones expuestas, varias: expulsiones de cuatro Blues por faltar al respeto a varias personas, la prohibición de la exposición de pancartas... Pero fuera cual fuera el motivo, este fruto de la división de la afición no hace sino un mal mayor al club que en teoría debe ser el gran nexo de unión de los coruñeses aficionados al fútbol, no una razón de conflicto ni de cruces de palabras o pitos. Al fin y al cabo, todos celebran los goles del Dépor con igual alegría. Que sea esa la prioridad.