Russell Westbrook siempre ha estado muy discutido entre los aficionados a la NBA. Su talento anotador está fuera de toda duda, pero sus detractores siempre le han achacado su excesivo individualismo, su mala selección de tiro en momentos claves y su a veces limitada visión de juego que le ha llevado a ser cuestionado como playmaker en favor de sus dotes de escolta. Incluso cierto sector cercano a los Thunder criticó a la dirección deportiva por anteponer al base californiano frente a James Harden, traspasado a Houston donde se ha convertido en uno de los escoltas más resolutivos de la Liga.

Sin embargo, el año pasado Westbrook rindió de manera sobresaliente, firmando el mejor baloncesto de su carrera. Cierto es que sus porcentajes de tiro no fueron los mejores en su carrera (43% en tiros de campo y 32% en triples), pero su evolución en el juego le llevó a ser mucho más completo, aportando en todas las facetas posibles. Sus números a la conclusión de la regular season fueron de 23.2 puntos por partido, 5.2 rebotes y 7.4 asistencias. Precisamente este factor del juego había sido su quimera en temporadas pretéritas. Si bien el año pasado no firmó su record en este sentido (cifrado en 8.3 asistencias en la temporada 2010-2011), elevó su contribución al juego colectivo de los Thunder.

Su temporada 2012-2013 fue magnífica, estableciendo, por ejemplo, su record en rebotes, y siendo pieza fundamental de “la tormenta perfecta” de Oklahoma. Los Thunder entraron en playoffs con el mejor bagaje del Oeste y como favoritos a revalidar su presencia en las finales. Westbrook estaba preparado para la venganza contra los ‘Beach Boys’ de LeBron, pero una inoportuna lesión acabó con sus esperanzas y las de toda la franquicia de Oklahoma. La noticia de su rotura de menisco quitó automáticamente el cartel de favoritos a los Thunder, quienes perdían a su segundo mejor hombre, el “Robin” de Kevin Durant.

En ese instante, las limitaciones de los Thunder salieron a la luz, demasiado dependientes de su dúo de superestrellas, incapaces de reaccionar ante la ausencia de uno de ellos. Sin Westbrook el peso ofensivo del equipo recayó casi en exclusividad en Kevin Durant, quien en muchos encuentros delegaba en los momentos finales en su fiel escudero. Ante la ausencia de Russell, Scott Brooks decidió explotar al máximo el talento de su jugador franquicia, que llegó exhausto a los últimos partidos de la serie frente a los Grizzlies, “perros viejos” que sabían que si anulaban a Durant su presencia en las finales del Oeste estaba asegurada. A pesar de la sorprendente irrupción de Reggie Jackson, los Thunder claudicaron ante el equipo de Lionel Hollins con un Durant sobrepasado por las exigencias de su entrenador y con unos Ibaka y Kevin Martin incapaces de dar el paso adelante que se les exigía tras la caída de Westbrook.

Sin Westbrook llegó la depresión

El verano no fue demasiado productivo en los despachos de los Thunder. Las contrataciones brillaron por su ausencia, mientras que no pudieron (o no tuvieron la capacidad) de retener a su sexto hombre Kevin Martin, quién llegó como sustituto de Harden y cumplió con las expectativas que le rodeaban pero que acabó poniendo rumbo a Minnesota donde, según el propio Martin, se sentía valorado. La propia bandera del equipo, Kevin Durant, sabía de lo complicado de esta temporada que recién arranca. La ausencia de fichajes, la marcha de Martin y la baja de Westbrook determinaron la pérdida de opciones para el anillo según Durant.

“Sé que este año no conseguiremos el título”. Esta frase del líder de los Thunder deprimió a toda la afición de Oklahoma, pues veía cómo ni el propio equipo se veía capacitado para repetir gestas anteriores. El inicio de temporada incrementó esta desolación en la humilde franquicia pese a las victorias cosechadas, ya que las sensaciones eran de una franquicia deprimida sin la superioridad sobre sus rivales de antaño. Ibaka mostraba unos porcentajes de tiros paupérrimos y Durant no conseguía rendir a su mejor nivel, como se demostró tras la estrepitosa derrota en Minnesota. Además frente a un ex como Martin, que duele más.

Pero llegó Russell Westbrook. Su inesperado regreso frente a los Phoenix Suns (se esperaba su vuelta para mediados de diciembre) insufló a sus compañeros la moral perdida. Westbrook sabía que el equipo le necesitaba y no dudó en acudir a su llamada. En su retorno consiguió 21 tantos por los 33 puntos y 10 rebotes de Kevin Durant, reanimado tras el retorno de su mejor socio. Los Thunder ganaron y dejaron síntomas de mejoría en jugadores como Ibaka, quien recupera de esta forma a su mejor asistente. El retorno de Westbrook revitalizó a un equipo adormecido, apesadumbrado, que automáticamente recuperó la confianza pérdida. La pasada madrugada Westbrook volvió a rallar a gran nivel en la victoria de los Thunder (22 puntos y 50% en tiros de campo) frente a los Mavericks.

“Queremos ser los nuevos Spurs”. Este cambió en el discurso de Kevin Durant a raíz del “efecto Westbrook” significa que los Thunder se han puesto como ejemplo a la franquicia más regular de la última década. Los Spurs nunca son los máximos favoritos a llegar a lo más alto, pero año tras año se cuelan entre los mejores de la NBA. Este año quizá los Thunder no sean tan favoritos como en otras temporadas, pero no hay que olvidar que el año pasado consiguieron un 73% de victorias y que entre sus filas cuentan con dos competidores voraces.

Westbrook no ha querido dejar solo a Kevin en su misión de callar a los escépticos y reafirmar su condición de líderes autoritarios del Oeste. Su estado físico no es el mejor en estos momentos, pero su equipo necesita anímicamente la energía del rayo que precede la tormenta: Russell Westbrook.

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