El verano de 2006 no permitió a los Dallas Mavericks tomarse un respiro. Tras una gran temporada regular, alcanzaron las Finales de la NBA ante los Miami Heat de Pat Riley y Dwyane Wade. Sin embargo, después de conseguir una ventaja de 2-0 y con el tercer partido casi resuelto, los Mavericks fueron incapaces de parar al ciclón en el que se convirtió el escolta de Chicago en aquellas Finales (2-4). 

Todavía con las heridas abiertas, la secretaría técnica mantuvo el bloque que había firmado una temporada sobresaliente, añadiendo algunas piezas que contarían con sus minutos, como Austin Croshere o Devean George, y el proyecto siguió su rumbo hasta los Playoffs con paso firme y decidido. Tanto que, a pesar de comenzar la temporada con cuatro derrotas, superaría en siete victorias el récord del año anterior (67-15), consiguiendo así la primera plaza del Oeste y ventaja de campo en las eventuales rondas por el título. Por el camino, un reguero de rachas, incluida la del mes de febrero, mes que se saldó con un 10-0 en mitad de una racha de diecisiete partidos consecutivos ganados. La marcha del equipo y su portentosa actuación noche tras noche terminó por otorgar a Dirk Nowitzki el primer MVP para un jugador europeo en la NBA

Hasta la postemporada, los Dallas Mavericks cumplieron con algunas de las características principales que se han podido ver a lo largo de la historia en los equipos campeones. Momentos de gran baloncesto, un grupo compacto, una estrella brillando y haciendo mejor al resto e, incluso, una derrota dolorosa hasta el extremo. Estos son algunos de los rasgos que aquellos Mavs de la 2006/07 compartían con los Bulls de Jordan, con los Celtics de Bird o, más tarde, con los Heat de LeBron

Una vez allí el rival era el octavo del Oeste, los Golden State Warriors de Don Nelson. El equipo del “We Believe”, el lema que unió a plantilla y público dos meses antes del final de la temporada regular, con la esperanza de poder meterse en Playoffs después de trece años de ausencia. Los Warriors de Baron Davis, Monta Ellis, Stephen Jackson, Jason Richardson…se plantaban en la primera ronda de Playoffs con un récord justo (42-40) tras un final de temporada espectacular (16-5), que les permitiría medir sus fuerzas ante el primero de la conferencia. En el, a priori, emparejamiento más desigual de la primera ronda, los Warriors tenían ventaja, a pesar de lo que pueda parecer: no habían perdido contra los Mavericks en ninguno de sus enfrentamientos aquella temporada (3-0). 

Primer paso, primera caída

El 22 de abril de 2007, el subcampeón empezaba su camino hacia el título. Sin embargo, a primeras de cambio, los Warriors tomaron el American Airlines Center de la mano de un extraordinario Baron Davis (33/14/8). Sin embargo, el base no fue la única causa de aquella victoria. Los Warriors desplegaron un juego sin balón fantástico, cortando hacia canasta en puertas atrás y continuando después de los bloqueos para conseguir canastas fáciles. Cuando el jugador en posesión del balón, casi siempre Davis, no encontraba la solución correcta sus compañeros se la brindaban. Además, ante las penetraciones del base y las de Richardson, la defensa de los Mavericks se cerraba en exceso, llegando tarde a puntear muchos de los tiros exteriores realizados por los Warriors. 

La serie iba a ser mucho más dura de lo que Dallas pensaba. | Fotografía: Getty Images
La serie iba a ser mucho más dura de lo que Dallas pensaba. | Fotografía: Getty Images

El partido fue igualado, pero una jugada representativa de lo que había sido el encuentro a 2:25 del final marcaría la distancia definitiva en el marcador. Se marchaba Devin Harris hacia la canasta con Jason Richardson acompañándolo con el pecho pegado al jugador de Dallas. El joven base, que cumplía su tercera temporada en la liga, intentó dejar el balón contra tabla, demasiado tibio ante la defensa de Richardson, que puso un tapón brutal a tablero. Al Harrington sacó el balón por el lado derecho del ataque de los Warriors para Davis, que daba un pase extra a la esquina que esperaba Matt Barnes, matador de los Mavericks con un triple desde la esquina. Cuarto partido para los Warriors de la temporada ante los Mavs y la ventaja de campo cambiaba tras pelearla durante ochenta y dos partidos. Y no había ni rastro del MVP (-17). 

No obstante, los Mavericks no se darían por vencidos a las primeras de cambio. Después de firmar un partido horrible en el primero, Dirk Nowitzki mejoró sus porcentajes de tiro en el segundo, perfectamente respaldado por Josh Howard, All Star aquella temporada, y el incombustible Jason Terry, caracterizado por rendir al máximo en las eliminatorias. El guion del encuentro fue similar al del primero. Igualdad máxima en la primera parte, sin embargo, en el peligroso tercer parcial, los Mavs consiguieron la renta necesaria para ser manejada con maestría durante el último cuarto. Serie empatada y rumbo a Oakland. 

Miedo y asco en Oakland

La encerrona en el norte de California fue de órdago. El Oracle Arena, conocido por el extraordinario fervor de sus aficionados, fue un marco de lujo para que los Warriors desplegaran su baloncesto rápido, con muchas soluciones debido al movimiento de balón y al liderazgo de Baron Davis en ataque, además de mostrarse duro en defensa. El primer cuarto ya fue un esbozo de lo que sería el baloncesto propuesto por Don Nelson, que se comió por todos los lados posibles a Avery Johnson, que no encontraba soluciones ni al juego en uno contra uno del base de Los Angeles ni al movimiento de balón tras soltarlo Davis. Johnson, que en el primer partido usó a nueve jugadores, tuvo que echar mano de todo el banquillo para hacer frente a los Warriors, en balde. En aquella ocasión, ni un partido bueno de Nowitzki y Howard fue capaz de dar la victoria a los Mavs, que encontraron en Terry y Harris dos rémoras demasiado grandes como para avanzar hacia la victoria. 

Por otro lado, el segundo partido en Oakland arrancó de manera esperanzadora para los Mavericks, que se apuntaban una renta de seis puntos en el descanso entre cuartos, limitando los contraataques de los Warriors, circunstancia que no sería capaz de reeditar en el segundo parcial, momento en que, rodeados por un público entregado en una algarabía general, los Warriors conseguían empatar el partido y mandarlo a la segunda mitad con un triple sobre la bocina desde la divisoria de los dos campos de Baron Davis.

Jason Richardson era el líder de aquellos Warriors. | Fotografía: Getty Images
Jason Richardson era el líder de aquellos Warriors. | Fotografía: Getty Images

Los milagros en forma de triples siguieron cayendo para los Warriors, a remolque de los Mavericks durante todo el encuentro. Los de la Bahía no se pondrían por delante hasta una penetración en contraataque de Davis ante Nowitzki a dos minutos y medio de la bocina. No sería esta la última afrenta directa hacia el alemán, que en la siguiente defensa hacía una falta estúpida a Briedrins, que se colgaba del aro logrando el 2+1 y los cuatro puntos de distancia. Los Mavericks parecían incapacitados para anotar ante el empuje unido de defensa y público, mientras que Baron Davis se jugaba el enésimo uno contra uno de la serie con resultado positivo tras mandar a Harris casi al tiro libre con un crossover y levantándose para anotar de dos. En el lado opuesto de la pista, el balón llegó rápido a las manos de Nowitzki que se levantó desde el triple, recibiendo la falta de Matt Barnes y anotando los tres tiros libres. Pero el baloncesto sonrió en el otro lado al chico malo. Matt Barnes recibía en la esquina derecha del ataque de Golden State, el punto débil defensivo de Dallas durante toda la eliminatoria, y volvía a situar seis arriba a los californianos. Aquella distancia, a veinticuatro segundos, fue ya insalvable a pesar de los intentos denodados de los Mavs. El Oracle obró el milagro: vuelta a Dallas con 1-3. 

Partida y regreso

De regreso a Texas, en el ambiente ruidoso del Center de Dallas, el quinto encuentro se abrió con un intercambio de canastas espectacular entre ambos equipos, que favoreció a los Mavs, forzando el primer tiempo muerto de Don Nelson (14-8). Los Mavericks siguieron anotando con facilidad y sacando faltas hasta apuntarse la primera renta importante al final del primer cuarto (38-28). Ahora eran los Mavericks los que corrían, los que movían el balón con velocidad y encontraban con mayor claridad a su estrella. El vertiginoso y fluido juego de los texanos fue cortado justo a mitad del segundo cuarto, con dieciocho puntos abajo para los de Oakland, que aumentarían a veinte tras un ataque desastroso en la reanudación. Fue entonces cuando el juego coral del perímetro de los Warriors se hizo dueño de la situación y del partido: dos triples de Richardson, otros dos de Jackson, un mate de Ellis, una suspensión de Richardson y un palmeo del escolta en la última posesión de ataque de los Warriors, además del notable incremento defensivo tanto interior como exterior, dejaban el partido en un pañuelo (62-55). 

Tras la vuelta de vestuarios, parecía que los Warriors querían terminar la eliminatoria allí y en aquel momento. Los Mavericks no despertaron de su letargo hasta el empate a 67, pero los Warriors habían llegado por fin al partido y no se querían ir tan pronto. La batalla de anotación se prodigó durante el resto del choque. Los Warriors llegaron a colocarse brevemente por delante ya bien entrado el último cuarto, en un intercambio interminable de liderazgo en el marcador. Conforme estaba el partido, cualquier concatenación de acciones positivas para uno de los dos equipos podía resultar fatal para el rival. 

Los Warriors golpearon primero con un tiro libre de Jackson y un espectacular alley-oop de Davis -desde el centro de la pista- para Richardson, un clásico de aquel equipo (102-106). Diop anotaba un tiro libre, pero la respuesta de los de la Bahía iba a ser más dura: Barnes invertía el juego a la esquina contraria donde, una vez más, estaba solo el tirador de los Warriors, el más letal hasta el momento: Jason Richardson (109-103). Erraba Stackhouse entonces una suspensión forzadísima ante la agobiante defensa de los Warriors, y de nuevo el milagro en forma de triple para Baron Davis, que recogió un balón que era casi una pérdida para anotar un triple de la manera más inverosímil. Tres minutos y nueve abajo los de Avery Johnson. Fue en aquel preciso instante cuando apareció el mejor jugador europeo de todos los tiempos

Nowitzki anotó un triple en el primer pase de Harris en la posesión, puso un tapón extraordinario a Barnes en la siguiente defensa y volvió a castigar desde el perímetro en el ataque en un minuto. Dos para el final y tiempo muerto de Don Nelson, el primer entrenador de Nowitzki en la NBA. No sacaron nada los Warriors en el ataque posterior al tiempo muerto, y mucho menos en la siguiente defensa, la misma que Devin Harris cortó por la mitad para sacarle un dos más un imposible a Baron Davis, que no completó. Pero esto tampoco importaba, porque los Warriors se convirtieron en un equipo previsible y fácil de defender en cuanto no movían con velocidad el balón. Nowitzki de nuevo sacaba provecho de un miss match con Davis y sacaba dos tiros libres que sumaba a la cuenta (113-112). Entonces llegó la jugada que cerraría el encuentro: un triple desde la esquina de Richardson al que llegó muy forzado Nowitzki y donde pudo haber falta. Sin embargo, nada se pitó y Baron Davis fue eliminado por faltas al intentar parar a Josh Howard. El alero All Star metió el primero y falló el segundo, que Matt Barnes mandó a la grada por el impulso excesivo con el que quería coger el balón. El partido murió con Nowitzki anotando tiros libres para asegurar la victoria. 3-2 y al Oracle tras el partido más loco de la eliminatoria. Aunque aún quedaría alguna locura más. 

Dallas buscaba conseguir el título que se les había escapado la pasada campaña. | Fotografía: Getty Images
Dallas buscaba conseguir el título que se les había escapado la pasada campaña. | Fotografía: Getty Images

El ritmo, como el de toda la eliminatoria, empezó siendo arrollador en los primeros tres minutos del sexto partido, cuando los Warriors se colocaban nueve arriba, dejando en tres puntos a los Mavs. Sin embargo, los texanos empezaron a carburar al son de Harris, que facilmente dejó solo en la esquina izquierda del ataque de Dallas tres veces consecutivas a Stackhouse, que metió las tres para acercar a los Mavs justo antes de que Howard los pusiera a un punto con cuatro minutos por delante. El intercambio de canastas fue la tónica del partido hasta el final del primer parcial, cuando Monta Ellis metía un triple desde el mismo sitio que Davis dos partidos antes, sin embargo la jugada ya estaba fuera de tiempo. La igualdad se mantuvo hasta el descanso, al que se llegaría con una ventaja mínima para los Warriors (50-48). 

Tras una primera posesión fallada, los de Oakland empezaron a soltarse por completo. El vendaval lo comenzó Barnes en una combinación perfecta con Jackson, que sería el torbellino que se llevaría por delante a los Mavericks. Se presentó en el tercer parcial con un triple liberado servido por Biedrins en un despiste de la defensa en zona de los Mavs, con otro generado por sí mismo en un bloqueo y salida para el triple con Davis, con el tercero seguido y frontal ante la pésima interpretación de la zona de los jugadores de perímetro de los Mavericks y uno más en contraataque para forzar el tiempo muerto con 69-57. La fase de flujo, que decía aquel

Después del parón, la defensa sobre el balón de los Warriors barrió de la pista a los de Dallas. Asumió responsabilidades Baron Davis, que se encontró en una penetración con una flagrante de Croshere, que cobraron como falta normal. Sin embargo, la tensión defensiva de los Warriors pasó de individual a colectiva, y los dos contra uno surgían efecto, de nuevo en las rápidas manos de Davis, que sacaba contraataques para intentar evitar la zona de Dallas. Sumaban los Warriors desde todas las posiciones, mientras que el partido de Dallas se resumía en el de Nowitzki (8 puntos con 2/13 en tiros de campo). La eliminatoria más desigual de la primera ronda de Playoffs era historia. El último parcial únicamente sirvió para aumentar un poco la ventaja, que al final del encuentro fue de 111-86. Una soberana paliza. 

Siempre se ha considerado esta eliminatoria una de las mejores primeras rondas de siempre y una enorme sorpresa. Vistos los enfrentamientos directos entre ambos equipos aquella temporada se podría haber esperado por lo menos una batalla más cercana -como la que acabó siendo, en general- que la que se suponía mirando únicamente la posición en la tabla. Muchos factores tuvieron que ver en el descalabro de los Mavericks: la gran temporada regular y el cansancio que provoca completarla, la pésima versión que se vio de Dirk Nowitzki o las decisiones defensivas de Avery Johnson, pero sobre todos los factores está el corazón. Aquellos Warriors tenían alma, creían que eran mejores que el resto porque está en la naturaleza de muchos de aquellos jugadores pensar de esa manera, y lucharon con las armas que tenían ante el finalista anterior y el mejor jugador del mundo en aquel momento. Sin posibilidades.Y ganaron. Y maravillaron. They believed

El lema 'We believe' aún resuena por las calles de Oakland.
El lema 'We believe' aún resuena por las calles de Oakland. | Fotografía: Getty Images