Utah Jazz ha vivido una auténtica montaña rusa en este año 2017 que está a punto de terminar. En primer lugar, sellaron la mejor temporada de la franquicia desde 2010, llegando a la quinta plaza para entrar en unos playoffs en los que darían mucha guerra. Más tarde, llegó la agencia libre, y con ella un cambio drçastico en la dirección del club. Una vuelta de 180 grados que les obligó a redirigir el rumbo y replantear un proyecto que, hoy por hoy, sigue más vivo de lo que muchos esperaban.

No cabe duda de que este pasado año no ha sido nada fácil para una franquicia que, pese a todas las adversidades, siempre ha sabido sacar pecho de su gran trabajo y su juego. En la lejana e inhóspita Salt Lake City todos están obligados a ser fuertes para sobrevivir; algo que puede aplicarse, también, a una de esas franquicias que debe luchar año tras año contra mercados mucho mayores que el suyo.

Una temporada para soñar

La pasada temporada devolvió la magia a Utah. Tras cuatro años sin entrar en playoffs, la franquicia había conseguido forjar un grupo con todo lo necesario para lograr cualquier hazaña.

La calidad y poderío de Gordon Hayward y Rudy Gobert, el talento de Favors y Hood, la veteranía de Diaw y Joe Johnson, y la dureza de Ingles o Hill proporcionaron a los Jazz todas las herramientas que necesitaban. Como si el espíritu de la ciudad se apoderase de los jugadores, Quin Snyder pudo inculcar en el grupo todo lo necesario para luchar de tú a tú con los mejores.

El equipo fue capaz de hacer de su estadio un feudo infranqueable, algo que ha continuado siendo así esta temporada. Haciéndose fuertes en casa, los Utah Jazz lograron colarse en playoffs al lograr la quinta plaza del Oeste. Por fin, la mítica franquicia de los 90, volvía a dar miedo.

Hayward y Gobert fueron una de las mejores parejas de la pasada temporada | Fotografía: Sean M. Haffey / Getty Images
Hayward y Gobert fueron una de las mejores parejas de la pasada temporada | Fotografía: Sean M. Haffey / Getty Images

Sus rivales en primera ronda serían los Clippers, un equipo totalmente opuesto a Utah. Ambos equipos llegaban a la serie empatados en prácticamente todo. Balance de victorias, balance como local y como visitante, y balances contra equipos de la Conferencia Este y Oeste.

El juego de los angelinos, basado en el poderío físico de sus interiores y en el liderazgo de Chris Paul, puso a Utah contra las cuerdas, pero los Jazz pelearon como nunca. La franquicia de Salt Lake City mostró su mejor versión, con una defensa rocosa y un movimiento de balón envidiable. Sus esfuerzo, fueron recompensados en esta ocasión. Y es que les sirvieron para doblegar a los Clippers en siete partidos.

Otro gallo cantaría, sin embargo, en la segunda ronda. En esta ocasión, deberían enfrentarse a los temidos Golden State Warriors. Utah lo intentó, y llevó a los de la Bahía hasta el límite en más de una ocasión, pero el poderío de los californianos fue demasiado para los Jazz.

Así terminaba una temporada tan esperanzadora como ilusionante, en la que Utah había vuelto a demostrar que pertenece a la élite de la mejor liga del mundo. Sin embargo, su fuerza sería puesta a prueba en un verano más que complicado en el que los Jazz verían como su proyecto era puesto a prueba.

Una liga impaciente

El proyecto de los Jazz, pese a ser interesante, carecía de ciertos elementos necesarios para tener un futuro próspero. La veteranía de su plantilla, pese a haber sido vital durante la pasada campaña, complicaba las cosas a un medio, o incluso corto plazo.

Su plantilla tenía una harmonía perfecta entre juventud, veteranía, calidad y garra. Una harmonía necesaria y presente en prácticamente todo equipo campeón. Pero ellos no eran campeones. Ni iban a poder serlo en ningún futuro próximo.

Se juntaron muchos factores durante el verano; el primero de los cuales vino dado por su propio éxito. George Hill, que había aterrizado en Utah hacía menos de un año, quería renovar por un​ dinero que los Jazz no podían darle. Fue por eso que la franquicia de la ciudad mormona decidió dejar de lado las negociaciones y apostar por Ricky Rubio.

El español recaló en los Jazz en un traspaso en el que Utah realmente no perdió absolutamente nada. Sin embargo, lo que sí perdieron fue a George Hill, que se marchó solamente tres días después. Una de sus anclas ponía rumbo a Sacramento, pero aún podían seguir luchando.

Hayward y Stevens vuelven a a encontrarse en Boston | Fotografía: Michael Conroy / Associated Press
Hayward y Stevens vuelven a a encontrarse en Boston | Fotografía: Michael Conroy / Associated Press

Pero los Jazz eran conocedores de sus problemas. Unos problemas que residían en otra posible despedida, la de su estrella. Y es que Gordon Hayward era uno de los agentes libres más suculentos del verano. Con un gran número de equipos peleándose con él, Utah solo podía esperar y rezar para que su ídolo volviese al que había sido su hogar.

Para desgracia de los Jazz, las ofertas que recibió Hayward eran más que jugosas, e hicieron que el alero tuviese grandes dudas sobre su futuro. Pese a los intentos de Utah por retenerle, hubo una oferta que destacó por encima de las demás y lo hizo imposible.

Los Boston Celtics venían de realizar una temporada espectacular y de caer en Finales de Conferencia contra los todopoderosos Cavaliers. Ahora, le querían a él. La oportunidad de jugar con una franquicia histórica, en una plantilla con posibilidades de ganar y a las órdenes de Brad Stevens… Fueron demasiado como para que Hayward lo rechazase.

Utah se quedaba, ahora, sin su líder. Sin él, las esperanzas de la franquicia se desvanecían. Los Jazz le despidieron con respeto y admiración, pero sabedores de que ese era el peor varapalo que podía llevarse su proyecto.

Se confirma lo peor

La temporada no se presentaba nada fácil para unos Jazz que se habían visto obligados a reajustar el equipo de manera total. La marcha de Hayward era la más notable e importante, pero no la única.

Pese a haberle suplido bien con Ricky, Hill había sido uno de los jugadores clave de la pasada campaña, y se le iba a echar de menos en Utah. Al igual que a Boris Diaw, por quién pasaba gran parte del juego de los Jazz.

Pero la más importante fue, sin duda alguna, la marcha de Gordon Hayward. Sin su estrella, los Jazz habían perdido su arma ofensiva más polivalente y capaz. Su ataque ya no ha sido el mismo desde entonces.

Dichos cambios, se vieron acompañados, además, de lesiones importantes durante el inicio de campaña. Gobert, ahora la clara referencia del equipo, ha sufrido ya un par de lesiones en estos dos meses y medio de competición que le han apartado de las pistas en más de la mitad de partidos.

Los Jazz están sufriendo, de manera clara, todos y cada uno de los cambios en la plantilla, que les ha dejado muy mermados y con problemas tanto ofensivos como defensivos. Sin la referencia anotadora de Hayward, la veteranía y talento de Diaw y la garra de George Hill, Utah lo tiene muy difícil. Y más, aún, si Gobert no consigue mantenerse encima del parqué.

Donovan Mitchell es una de las sorpresas del año | Fotografía: NBA.com
Donovan Mitchell es una de las sorpresas del año | Fotografía: NBA.com

Las dificultades de la franquicia se han traducido de manera inmediata sobre el parqué. Su balance, 15 victorias y 21 derrotas, deja en evidencia su caída, pero más importantes son las sensaciones que dejan en cuanto a nivel de juego. Ni su ataque circula tanto el balón como solía hacerlo; ni su defensa, su sello de identidad, han sido capaces de mostrar el maravilloso nivel de la pasada campaña.

Probablemente lo más positivo de esta temporada sea la explosión de Donovan Mitchell. Un novato que pasó de querer seguir un año más en la universidad, a decidirse por dar el salto a la NBA y sorprender a todos con su garra y talento. Sus actuaciones estelares están enamorando a unos Jazz que siguen disponiendo de jugadores muy válidos, pero a los que les falta esa chispa de la que disfrutaban hace apenas un año y que se marchó de la puerta con Gordon Hayward.

Utah deberá encontrar una manera de sobreponerse a las adversidades en una temporada en la que pueden pasar de sorprender a la liga a quedarse fuera de playoffs. Tienen mucho trabajo que hacer y mucho que mejorar si quieren, siquiera, remontar distancias y meterse entre los ocho primeros de su conferencia.