El fútbol moderno, ese engendro nacido del imperio autoritario que forjó el Barça del Pep y que durante varias temporadas sometió a toda Europa bajo su manto de toque, posesión y tiki-taka; mismo manto que usó, a nivel internacional, Vicente Del Bosque con la Selección Española campeona del mundo —aunque, quizá este fuera menos dominante que la máquina guardiolista—. Una tendencia que caló hondo en preparadores de todo el continente —con gloriosas, aunque contadas excepciones como el 'cholismo' atlético y el fútbol machacón y directo del Madrid de Mourinho—, y que durante los últimos años ha entretenido y aburrido a partes iguales a los aficionados de todo el globo. Sin embargo, por desgracia para los primeros y suerte para los segundos, aquel estilo surgido en la Ciudad Condal ha tocado a su fin. La falta de frescura del Barcelona del Tata Martino y de Luis Enrique, además de la caída en picado que emprendió la Roja en Brasil, es buena muestra de ello. No obstante, las cenizas de un modelo agotado han dejado grabado a fuego en el fútbol nacional uno de sus principios básicos y más aterradores: el 4-2-3-1 y, sobre todo, la figura del falso nueve.

¿Quién recuerda el 4-4-2? Qué tiempos aquellos en los que los equipos jugaban con dos arietes, dos puñales en banda y dos pivotes —uno defensivo y otro menos defensivo—, tiempos en los que la figura del mediapunta era algo así como las meigas gallegas: "haberlas haylas", pero el que las haya visto es un tarado. Pero hoy día los críos quieren ser trequartista, como dicen en el Calcio. ¿A quién se le ocurre? Hace no tanto nadie tenía dudas: delantero centro. Qué tiempos aquellos... El killer, el goleador, el depredador del área. Era sin duda el gran abanderado del esquema más clásico y exitoso del balompié y que hoy ha quedado sepultado por el 4-3-2-1 o, incluso, 4-3-3. Este último es más grave incluso. La pizarra perfecta de una aberración futbolística llamada falso nueve.

¿Quién no lo ha sufrido —y Messi es bueno lo pongas donde lo pongas, no vale—? En España tenemos el ejemplo de Cesc, un jugador de calidad indiscutible pero desubicado. Del Bosque lo utilizó con frecuencia en la Selección ante el mal momento de, al parecer, la única pareja posible de delanteros de la Roja: la dupla Torres-Villa. Agua. Cesc y el técnico salmantino acabaron por desesperar a la afición española. Y, aunque sea un modelo más propio de equipos grandes —por motivos obvios—, prácticamente todos lo hemos visto alguna vez en nuestro club. Sin ir más lejos: 2011, Osasuna, Mendilibar, Raúl García. Al inicio de la temporada Mendilibar no se decidía por ninguno de sus arietes: Nino, Sola, Leka, Ibrahima... Al final optó por poner a Rulo, por aquello de que era bueno donde le pusieras —siempre que fuera sobre el verde—. No obstante, no le duró mucho la tontería al técnico vasco, que pronto se dio cuenta de que estaba desaprovechando al mayor talento que ha salido de Tajonar en décadas.

Aunque en favor del bueno de Mendi hay que decir que, desde Walter Pandiani y con la salvedad del gran Oriol Riera, ni él, ni sus antecesores tuvieron mucho donde elegir. Incluso 'El Rifle', hoy un ídolo unánime de la afición rojilla, tuvo sus momentos de grada y desencuentros. De hecho, es por ello —sus problemas con el Cuco Ziganda y una temporada prácticamente en blanco— que, cuando el aficionado rojillo echa la vista atrás para buscar al último gran delantero centro que vistió la camiseta rojilla, se tope con otro ariete referencia, quizá el más grande nueve extranjero —junto con Jan Urban— que ha pasado por el club navarro en toda su historia: Savo Milošević.

Milosevic jugó tres temporadas con la camiseta rojilla. Fotografía: Sofoot.
Milošević jugó tres temporadas con la camiseta rojilla. Fotografía: Sofoot.

El delantero yugoslavo: una especie en peligro de extinción

El serbio llego a Pamplona en el verano de 2004, con 31 años y una dilatada carrera profesional, cargada de goles, pero que, para muchos, había tocado a su fin tras descender a Segunda División con el Celta de Vigo. Era la época del Barcelona de Frank Rijkaard y Ronaldinho, germen del Barça del sextete y, por lo tanto, antepasado directo del malogrado tiki-taka. El efecto 2000 había tenido también su impacto en el mundo del fútbol y había dejado al balompié clásico de los años 90 en la estacada. Y si el delantero centro fue el emblema de aquel denostado 4-4-2, la escuela balcánica fue la cantera referencia de los grandes arietes de Europa durante la última década del siglo XX.

Pedja Mijatović, Davor Šuker, Meho Kodro, Darko Kovačević y el propio Savo Milošević eran quizá lo mejores ejemplos de una figura imprescindible en la historia del fútbol y que parece haber pasado a mejor vida en los últimos años, no por carencia de ellos —a vote pronto: Mandžukić o el emergente Stevan Jovetić—, sino por no cuadrar dentro de los esquemas hitpster del fútbol. Su perfil es claro: definición, desmarque, intuición, frialdad, juego aéreo, de espaldas, colocación, ausencia de filigranas, trabajo en equipo... Pero, sobre todo, destacaban por un carácter muy característico y propio de un elenco de chavales criados personal y futbolísticamente en una región conflictiva y permanentemente en guerra como fue la Península de los Balcanes. Hablamos de competitividad llevada hasta el extremo, de juego agresivo y en ocasiones casi al límite de la legalidad; pero también de nobleza, profesionalidad y generosidad en el esfuerzo. Aunque, ante todo, de ellos destacaba su capacidad intimidatoria. Se trataban, por lo general, de la variedad conocida como "delantero tanque", muy poderoso físicamente aunque, en su caso, no exento de calidad. Su sola presencia generaba inquietud entre los defensores y el paso de los años no hacía otra cosa que dibujar fracturas en su ya de por sí endurecido rostro.

En aquellos años, la terminación -ić en la serigrafía de la camiseta era una apuesta segura

En aquellos años, la terminación -ić en la serigrafía de la camiseta era una apuesta segura, en especial para los equipos del norte, acostumbrados a un futbol más inglés, de carácter y directo, que el del resto de clubs. Por eso triunfó Milošević, por eso se quiso fichar a Žigić, por eso nos quedamos con las ganas de Lekić y por eso hay grandes esperanzas depositadas en Kenan Kodro. Hay que recordar que Osasuna, un equipo atrapado desde hace varias temporadas en la moda del 4-2-3-1, alcanzó su zénit con Roberto Soldado y el propio Savo en punta, con Delporte y David López por las bandas y con un doble pivote de veteranía y juventud formado por Puñal y el propio Raúl García —porque Raúl García, aunque ofensivo, triunfó en su primera etapa como rojillo en la medular—. Pero, desafortunadamente para el canterano navarro, su apellido no termina en -ić, no juega en punta de ataque y, por lo tanto, no es momento de hablar de él, sino del ¡Oh! Gran Savo Milošević.

Carrera I: de héroe a 'villano'

Debutó en el Partizan de Belgrado con cifras de crack mundial

Savo nació en el municipio bosnio de Bijeljina un 2 de septiembre de 1973, pero pronto se trasladaría a la vecina Serbia para jugar en las categorías inferiores de uno de los equipos con más solera de la vieja Yugoslavia: el Partizan de Belgrado. Era 1987 y por aquel entonces tenía 14 años, aunque no tardaría mucho en dar el salto definitivo al fútbol profesional. Tras tres temporadas jugando con los equipos juveniles del conjunto blanquinegro, en el curso 1992/93 pasaría a ocupar una ficha en la primera plantilla de la 'Parni valjak' ('apisonadora' en serbio); y lo haría con unos números espectaculares.

Cuando Milošević debutó con el primer equipo, el Partizan llevaba cinco años sin conseguir el título de liga y tres sin alzarse con la Copa de Serbia. Pero su aterrizaje rompió con varios años de sequía. En su primera temporada como profesional, Savo jugó 31 partidos, anotando 14 goles y llevando a su equipo hasta el primer puesto de la clasificación de la SuperLiga Serbia. Milošević y el Partizan se alzaron con el título, pero lo mejor estaba por llegar. El curso 1993/94 fue la eclosión definitiva —por si a alguno todavía le quedaban dudas— de una de las grandes promesas del fútbol europeo: Savo jugó 32 partidos, consiguiendo la friolera de 30 goles, el pichichi y levantando el título de Liga y también la copa.

El joven punta comenzaba a sonar con fuerza entre los grandes clubs europeos e, incluso, durante del verano de 1994 se especuló acerca de su posible salida rumbo a una de las grandes ligas del continente. Sin embargo, Savo tenía que corroborar sus dotes de delantero centro. Aunque durante el curso 1994/95 el Partizan de Belgrado volvió a dejar en blanco su casillero de títulos, no fue por culpa del rendimiento de Milošević. Quizá todo lo contrario. ¿Sus números? 35 partidos y 30 goles que le convertían, por segunda temporada consecutiva, en el pichichi de la hoy llamada Jelen SuperLiga. Pero este si fue su último curso en el país yugoslavo, que en aquella época vivía sus días más tensos y sus gentes lloraban la destrucción fratricida de su patria. En total, Savo dejó una huella de 98 encuentros y 74 tantos —algo así como 0'75 goles por partido—, cifras más que suculentas para los ojeadores de medio mundo.

Milosevic en un partido con el Partizan. Fotografía: Partizan.
Milošević en un partido con el Partizan. Fotografía: Partizan.

Su caché y cotización habían subido como la espuma y la situación en el país balcánico no invitaban a quedarse. Entre una larga lista de pretendientes, Milošević se acabó decantando por el Aston Villa de la Premier League en el verano de 1995. Su mudanza a Birmingham no era una decisión tomada al azar. El fútbol británico gozaba ya por aquel entonces de la tan socorrida etiqueta de "fútbol físico" y las características del delantero encajan a la perfección en el esquema de Brian Little y en el juego directo de 'Los Villanos'. Pero Savo se equivocó por completo.

A pesar de sus buenos número, nunca se encontró cómodo en el Aston Villa

Y eso que la temporada 1995/96 no comenzó nada mal. El Aston Villa, con Milošević en el once, derrotó en la primera jornada al Manchester United de un jovencísimo David Beckham por 3-1 en Villa Park, y en la jornada 5, el serbiobosnio se estrenó con su nueva camiseta en el empate a uno frente al Blackburn Rovers. Junto al portentoso Dwigth Yorke, Milošević formó una temida delantera y, durante la primera mitad del campeonato, regaló a la exigente afición inglesa varias actuaciones memorables, entre las que destacan su doblete contra el West Ham (1-4) y el hat-trick en la visita del Coventry.

Pero el serbio tenía el enemigo en casa. En primer lugar, al propio Yorke. El trinitense no solo acaparaba todos los focos, sino que, sobre el verde, también le eclipsaba; literalmente: Yorke cerraba en buena medida los movimientos del bueno de Savo. Por eso, Milošević nunca acabó de encontrarse cómodo en Birmingham, lo que le impidió mostrarse en ocasiones tan resolutivo como tenía acostumbrado a la afición del Partizan. Eso le hizo ganarse el sobrenombre de "Miss-a-lot-ević", algo así como "Fallamuchović", por obra y gracia de la nada sensacionalista prensa deportiva británica y bajo el beneplácito de la grada de Villa Park. Quizá el suyo fuera un caso similar al de Pipita Higuaín en el Bernabéu o, más contundente, al su compatriota Darko Kovačević en el Sheffield; ambos resucitarían años más tarde en España.

Aquella temporada Milošević disputó 37 partidos, casi todos como titular, dejando un total de 12 goles en su haber particular por los 17 de Yorke. Savo, un ganador nato, nunca superó su papel secundario en 'Los Villanos' y, aunque aguantó con dignidad dos temporadas más en Villa Park —9 goles en 35 partidos durante el curso 1996/97 y 10 en 31 durante la campaña 1997/98—, acabó abandonando Inglaterra por la puerta de atrás tras discutir con su entrenador. Después de tres años, 103 partidos y 31 goles, Milošević se marchó del país británico asegurando que nunca volvería a jugar para un equipo de la Premier League; y así lo hizo.

Milosevic celebra un gol en Villa Park. Fotografía: Eurosport.
Milošević celebra un gol en Villa Park. Fotografía: Eurosport.

Carrera II: el resurgir de un goleador innato

Alfonso Soláns pagó de su bolsillo el fichaje de Savo por el Zaragoza

Tras amargarles la vida en Copa de la UEFA, el Atlético de Madrid parecía ser el próximo destino del serbiobosnio, pero los intentos del Real Zaragoza, y en especial de su presidente, Alfonso Soláns, por llevarle a La Romareda acabaron por surtir efecto. El dirigente maño, que una temporada antes había perdido a su gran referencia ofensiva —Fernando Morientes—, quería devolver la ilusión a la afición blanquiazul y acometió personalmente el fichaje del delantero balcánico. Tan personalmente como que pagó de su bolsillo: posiblemente los 900 millones de pesetas mejor invertidos por el que probablemente sea el presidente más laureado de la historia del club aragonés.

Milošević fue recibido en Zaragoza como la gran respuesta a muchas preguntas, pero la realidad era que el serbio pasaba por uno de los momentos más difíciles de su corta carrera. A diferencia de su traspaso anterior, la liga española no encajaba, a priori, con las características del delantero. Un fútbol mucho más técnico, menos físico —amén de "esos locos bajitos", que decía el gran Andrés Montes— y más elaborado —AKA mucho menos directo— que el británico. No obstante, los precedentes no podían ser mejores: el mencionado Darko Kovačević, que había emigrado hacia San Sebastián el verano anterior, se situaba entre los cinco máximos goleadores del curso precedente con 17 goles y a la altura de talentos de la talla de Rivaldo y Luis Enrique. El algodón no engaña.

El delantero serbiobosnio debutó en La Liga emulando a su compatriota: 17 goles en la temporada 1998/99. Apenas tardó dos jornadas en estrenarse de blanquiazul, en la victoria de los de Txetxu Rojo —un viejo conocido de la afición rojilla— ante el Real Betis en el Benito Villamarín (1-3), y, aunque le costó al principio adaptarse al juego del conjunto aragonés y al campeonato, no demoró mucho el erigirse como el nuevo ídolo de La Romareda. Milošević dio una primera muestra de su hambre insaciable de gol entre las jornadas 16 y 19, cuatro fechas consecutivas en las que el serbio perforaría la portería rival. La temporada terminaría en casa y ante el Barcelona campeón de liga de Louis Van Gaal, y aunque el equipo maño no logró su objetivo de llegar a Europa, el cuatro blanquiazul despidió a sus aficionados con un homenaje en forma de victoria por 2-0, ¿goles de quién? De Milošević, por supuesto.

Savo había vuelto por sus fueros. Volvía a estar en las listas de los delanteros más cotizados del continente y, aunque tuvo ofertas, el serbio, que en principio estaba de paso, vio en Zaragoza un lugar en el que demostrar definitivamente su calidad y, durante la primera mitad del curso 1999/00, Milošević rompió con todos los esquemas. Al finalizar la primera vuelta, el conjunto blanquiazul se había encaramado a la zona noble de la tabla y se disputa el liderato con Barcelona y Deportivo de La Coruña. Por supuesto, el jugador balcánico era la estrella indiscutible del combinado aragonés y, en aquel momento de la temporada, Savo llevaba la friolera de 19 goles. Y, como ejemplo de su rendimiento, recurrimos a las páginas de historia del Real Zaragoza: el goleador yugoslavo todavía figura como el único jugador en la historia del equipo maño en lograr marcar durante seis jornadas consecutivas, un idilio con el gol que soportaron Atlético, Rayo Vallecano, Real Sociedad, Celta de Vigo, Mallorca (2) y, como guinda del pastel, Racing de Santander, cuyo portero, el mítico José María Ceballos, fue espectador de lujo del primer hat-trick de Milošević en la liga española. Es decir, nueve goles entre las jornadas cuatro y diez. Casi nada.

Milošević fue bota de oro de la Eurocopa de 2000 con solo cuatro partidos

Los rumores comenzaron a dispararse en torno a la figura del delantero balcánico e, incluso, se dice que el Real Madrid preguntó a Alfonso Soláns por la situación del jugador. Pero el juego de Milošević y del fulgurante Real Zaragoza se enfrió pasado el invierno. El cuadro aragonés acabó la temporada cuarto, en puestos europeos y superando con creces el objetivo que el equipo se había marcado en septiembre, pero los números de su estrella cayeron en picado: solo dos goles en toda la segunda vuelta que disminuyeron el interés general en torno al ariete serbio. Pero su mentalidad fría y carácter característico le impidieron bajar el ritmo tras un final de campeonato nefasto. Milošević se concentró con su selección y puso rumbo a Bélgica y los Países Bajos para disputar con Yugoslavia la Eurocopa de 2000. Sí, la del gol de Alfonso Pérez en el último minuto para clasificar a la selección española en la fase de grupos —precisamente ante la Yugoslavia de Milošević—. Pues bien, ni unos ni otros pasaron de cuartos de final, pero Savo se convirtió en bota de oro —compartida con el barcelonista Patrick Kluibert— de aquel torneo, amén de sus cinco goles en cuatro partidos.

Milošević con la selección yugoslava en la Eurocopa de 2000. Fotografía: news.zing.vn.
Milošević con la selección yugoslava en la Eurocopa de 2000. Fotografía: news.zing.vn.

Carrera III: en una cárcel parmesana

Milošević, una vez más, había vuelto a disipar cualquier duda que hubiera podido surgir en torno a su figura y el Parma lo fichó por 4.500 millones de pesetas (25 millones de euros). Fue un gran negocio para el dirigente maño, Alfonso Soláns, que lo había fichado de su bolsillo por 900 millones; pero una mal operación para el Real Zaragoza, que pasó de luchar por la liga a salvar la categoría en la última jornada de la temporada 2000/01. Mientras, su antigua estrella volvía a caer en silla incómoda. Savo pronto alcanzaría una titularidad inestable en el club parmesano, con quien acabaría disputando 31 partidos en todas las competiciones —solo 21 en la Serie A— y logrando celebrar 12 goles con 'los Cruzados'.

Las lesiones y una difícil adaptación volvieron a situar a Milošević en una situación complicada. La eclosión definitiva de Marco Di Vaio y la preferencia de su técnico, Daniel Alberto Passarella, por su compañero Emiliano Bonazzoli durante la primera mitad del curso 2001/02 le obligaron a buscarse una salida en el mercado de invierno y, tras fallar a la hora de elegir destino por segunda vez en su carrera —recordamos su aventura, o, más bien, desventura inglesa—, Savo no quiso complicarse la vida: ¿qué mejor destino para él que el Real Zaragoza?

Tras temporada y media en Parma, regresó cedido al Zaragoza

El regreso del hijo pródigo fue celebrado con pleitesía por la afición blanquiazul. El propio Alfonso Soláns confirmaba un 22 de enero de 2002 el retorno del gigantón yugoslavo a La Romareda."Quizá alguno se tenga que pellizcar cuando vea las fotografías de Savo Milošević con la camiseta del Zaragoza, pero el fútbol es así. Parecía una marcianada, pero se ha hecho realidad, sobre todo, porque el jugador tenía unas ganas enormes de volver. Esta es su casa", dijo el orgulloso dirigente blanquiazul. En aquel momento el Zaragoza pasaba por sus horas más bajas en años. El equipo de la ciudad del Pilar volvía a merodear peligrosamente la zona baja, a tan solo dos puntos de diferencia con el Club Deportivo Tenerife, que marcaba en ese momento la distancia con los puestos de descenso. Pero, como si el tiempo se hubiera parado dos años antes, Milošević saltó de nuevo al coso aragonés cinco días después y, con dos goles, certificó la victoria de su equipo ante el Rayo Vallecano. "No me he olvidado de marcar goles", aseguró en su segunda puesta de largo con el Zaragoza; parecía en los cierto.

Pero la vuelta del serbio a España no fue todo lo gloriosa que él esperaba. Más bien todo lo contrario. Desde aquel partido y hasta final de temporada, Milošević solo consiguió ver puerta cuatro veces más: un saldo de seis goles en 16 partidos que, si bien no es de lo peorcito —0'30 goles por partido—, no sirvió para obrar el milagro. Llegado mayo, el Real Zaragoza descendía a Segunda División tras 24 años en la máxima categoría del fútbol español, una tragedia para la afición blanquiazul y un duro golpe para un hombre que había vuelto a la capital aragonesa como el héroe elegido para rescatar a un equipo herido, pero que, sin embargo, había naufragado en su intento de reflotar la nave blanquilla.

Durante la temporada 2002/03 jugó cedido en el Espanyol

El curso 2001/02 llegaba a su fin y Milošević recogía sus bártulos para volver a la bella ciudad de Parma. Por un lado, terminaba posiblemente la temporada más complicada de toda su carrera deportiva —lo cual, a priori, podría ser motivo de alegría—, pero por otro, lo hacía perseguido por el fantasma del descenso y sabedor de que su destino inicial no era el más propicio. Un contrato le ligaba al AC Parma hasta el 30 de junio de 2006, pero ni él ni el cuerpo técnico de los cruzados querían volver a juntar sus destinos. Los fichajes de Adrián Mutu y 'El Emperador' Adriano obligaron a Savo a tomar la puerta trasera del club para volver a España, esta vez al Espanyol de Barcelona.

Milošević, de 29 años, ya hacía tiempo que había dejado de ser uno de esos grandes delanteros de Europa, pero su autoridad y pedigrí en la liga española permanecían intactos y, esto, unido a haberse convertido en un capricho del presidente perico Daniel Sánchez Llibre acabó llevándole en calidad de cedido a la Ciudad Condal. "Me encanta una delantera Tamudo-Milošević ", decía ilusionado el máximo dirigente del Real Club Deportivo Espanyol. Y lo cierto es que no tuvo mal ojo el de Vilasar de Mar: entre el delantero serbio y el eterno capitán blanquiazul lograron 22 goles en Liga.

El cuadro catalán logró su objetivo —que no era otro que la salvación— y, aunque comenzó la temporada como suplente, Milošević, con 12 tantos en su haber particular, había vuelto hacer unos números más parecidos a los que nos tenía acostumbrados en temporadas anteriores. Aún así, el goleador yugoslavo disputó en aquella temporada 2002/03 un total de 34 partidos, de los cuales, solo en 24 estuvo en el once inicial. Por aquel entonces la imagen del 4-4-2 comenzaba ya a disolverse poco a poco de las pizarras de los técnicos españoles y Sánchez Llibre no pudo disfrutar tantas veces como él hubiera querido de su delantera soñada: en muchas ocasiones era uno u otro —y Raúl Tamudo era sagrado para el Espanyol—.

Milošević vivió en Vigo una de las temporadas más contradictorias de su carrera

Mientras tanto, Mutu y Adriano metían 33 goles para el Parma esa temporada y el fichaje de una joven promesa llamada Alberto Gilardino volvía a dejar a Milošević en la estacada. Otra vez el jugador serbio tendría que hacer las maletas pero, en esta ocasión, para cumplir el que sería a la postre su último año de contrato con el equipo italiano; el cual no iba a ser nada fácil para el bueno de Savo. En Parma no pusieron pegas para que el delantero buscara nuevamente una salida y el Celta de Vigo le ofrecía al delantero un proyecto suculento y sumamente ambicioso; tan ambicioso como jugar la Champions League. Pero las cosas se torcieron desde el primer día.

El día 20 de julio de 2003 Milošević llegaba a Vigo para ser presentado, previo paso por la clínica para las pertinentes pruebas médicas. Savo tenía casi 30 años y muchos partidos sobre sus piernas. Durante la revisión, los doctores detectaron una erosión en el cóndilo de su rodilla derecha, una lesión que, en principio, no revestía gravedad pero que, con el historial médico en la mano y dada la veteranía del jugador, fue determinante para que los servicios médicos vigueses desaconsejaran la incorporación. "Su rodilla puede aguantar un mes, tres o a lo sumo seis", fueron exactamente las palabras de Genaro Borrás y Mario Galán, sus doctores. Aún así y, a pesar de que la firma se retrasó, el Celta se arriesgó y, en parte, acertó.

En una temporada histórica para el club celeste —tanto en lo positivo como en lo negativo—, Milošević fue el máximo artillero celtista con 14 goles en liga y dos en Champions League; un total de 16 tantos en los 51 partidos que disputó aquella temporada. Una cifra —la de encuentros disputados— que destaca por ser, contra todo diagnóstico, la más alta del equipo aquella temporada, por encima incluso del portero argentino Pablo Cavallero. La rodilla de Milošević soportó con creces la exigente temporada viguesa y, además, salió airosa de la plaga de lesiones que ese curso asoló la plantilla de, primero, Miguel Ángel Lotina, y, después, de su compatriota Radomir Antić. Esta epidemia médica fue, precisamente, una de las claves del hundimiento del Celta de Vigo durante esta temporada 2003/04 que, si bien dejó para la historia partidos memorables como el 1-2 en San Siro frente al AC Milan o el 3-2 en Balaídos contra el Ajax, terminó de la peor manera posible: con el descenso a Segunda División.

Milošević, que ya había comenzado las negociaciones con el Celta para prolongar su contrato aprovechando la debilidad económica e institucional del Parma —amenazado por la crisis del Parmalat—, salía de Balaídos por la puerta de atrás, al igual que una estirpe de jugadores míticos que camparon aquellos años por el césped del estadio vigués: Jesuli, Edú, Mostovoi, etc. El único consuelo que le quedaba a Savo era la carta de libertad. Tras cuatro años de inestabilidad total en el club italiano y, tras haberse ganado el tan frecuente sobrenombre de "trotamundos del fútbol", el goleador serbio tenía, a sus 30 años, la oportunidad de empezar de cero y elegir equipo y destino, para él y los suyos. "Llevo demasiados años de acá para allá; ahora tengo familia y necesito estabilidad", dijo antes de abandonar la localidad gallega.

Milosevic en un partido con el Parma. Fotografía: Getty Images.
Milosevic en un partido con el Parma. Fotografía: Getty Images.

Carrera III: adaptarse y vivir (de rojo)

Patxi Izco se empeño en su fichaje a pesar de no convencer a Javier Aguirre

Tras conocer su salida de Balaídos y sabedor de la preferencias del delantero, Patxi Izco, presidente por aquel entonces del Club Atlético Osasuna, se lanzó cual perro en celo a la caza del delantero. Le dio igual que Javier Aguirre no acabara de ver con buenos ojos su incorporación. El club rojillo necesitaba un delantero tras la baja de Ibrahima Bakayoko y tras apartar del equipo a Iván Rosado, e Izco quería un fichaje estrella que afianzara el proyecto en Primera División y levantara las alabanzas hacia su gestión deportiva. Así que cedió todo lo que pudo ceder. ¿Que el serbio quería tres años de contrato? Pues tres años de contrato; ¿que el serbio quería el nueve de Iván Rosado? Pues el nueve de Iván Rosado. Aunque no todo dependía de Patxi.

A Milošević todavía le quedaba un año de su interminable contrato con el Parma —¿¡pero cuantos años firmó este chico?!— y, por raro que pueda parecer, la crisis económica del conjunto italiano no era una ayuda, sino un escoyo. Deportivamente Milošević nunca convenció en el Ennio Tardini, por los que 'Los Cruzados' no tenían ningún problema en dejarle salir de la entidad. Sin embargo, el serbiobosnio cobraba seis millones y medio brutos al año, por lo que la rescisión amistosa entre ambas partes era sumamente complicada para un equipo sin blanca como el Parma. Pero, finalmente, el delantero se salió con la suya.

Y entonces, Savo Milošević, encontró su sitio. El 23 de julio de 2004 era presentado en sociedad como nuevo atacante de Osasuna. Atlético de Madrid, Málaga y Espanyol habían pujado también por el yugoslavo, pero se quedaron con las ganas. Sería el conjunto navarro el que se llevaría el gato al agua tras acatar sin miramientos las condiciones que imponía el representante del jugador, Zoran Vekić. "Con un contrato de tres años puedo concentrarme bien aquí y puedo pensar exclusivamente en el fútbol. Creo que esta tranquilidad puede ayudar a mi rendimiento", observó el siempre frío atacante serbio. Y es que, como buen delantero balcánico con apellido acabado en -ić, Milošević llegó a Pamplona bajo el manto limitador de los estereotipos. Ese jugador físico, agresivo, con mentalidad casi militar y el gol entre ceja y ceja; un perfil que, dicho sea de paso, no desagradaba en nada a la afición rojilla. El que no lo tenía tan claro era Javier Aguirre que, en definitiva, era el que mandaba.

Ya durante las negociaciones, el 'Vasco' se mostró receloso de incorporar al jugador y, cuando lo tuvo consigo, casi sin tomar contacto con el césped de Tajonar, cogió un vuelo para concentrarse con su selección. A su vuelta, Savo se incorporó de nuevo a los entrenamientos para continuar con una pretemporada en la que el serbio, además de no obtener mucho protagonismo, ni siquiera se mostró en su faceta goleadora. Aguirre cada vez dudaba más y más, pero sus rifirafes con Iván Rosado —apartadísimo del equipo—; la confianza, a medias, en John Aloisi y la irregularidad de Webó y el 'Chengue' Morales le ponían en una inevitable situación ventajosa. Llegado el primer partido de liga, el técnico mexicano anunciaba el once de Osasuna y. en él, el puesto de nueve lo tenía Savo Milošević. Era el comienzo de una larga y exitosa relación entre el futbolista y la zamarra rojilla.

Milosevic durante su presentación con Osasuna. Fotografía
Milošević en su presentación. Fotografía: SomosRojillos.

Segunda parte.