El Submarino Amarillo continúa con su imbatibilidad en los choques contra equipos de la parte más alta de la tabla, logrando una victoria clave en el mediodía de este domingo. A pesar de que durante los primeros 45 minutos solo existió la Real Sociedad en el terreno de juego, los de Escribá supieron defender con uñas y dientes para evitar encajar en las numerosísimas intentonas ofensivas de los locales. El descanso y las sustituciones vinieron muy bien a los groguets para empezar a proyectarse en algún contraataque, como el que culminó con el gol de Castillejo en el último suspiro. La Real Sociedad se va con la sensación de haber hecho muchas cosas, y todas sin ningún tipo de premio; dominadores absolutos de la posesión, intentaron penetrar en el área de Asenjo por todos los medios, pero siempre con el mismo resultado: los despejes de la zaga visitante.

Primera mitad de monólogo local

Tan solo pasaban dos minutos de encuentro cuando Raúl Navas se escapaba del marcaje de Musacchio en un lanzamiento lateral y conseguía rematar sin oposición en el área pequeña, levantando a toda la grada de Anoeta para ver cómo su cabezazo se marchaba desviado. Fue el primer aviso de una Real Sociedad que, a partir de ahí, no conseguiría volver a perforar con claridad el entramado defensivo que había montado Fran Escribá. La primera mitad fue un auténtico monólogo, y es que pasaban los minutos pero la escena no cambiaba en absoluto: los txuri urdines trenzaban jugadas larguísimas con una gran paciencia para intentar abrir huecos por los que atacar, huecos que nunca aparecían, por lo que esos balones tan mimados terminaban irremediablemente en un pelotazo hacia Íñigo y Raúl Navas, que volvían a empezar.

Manu Trigueros y Bruno Soriano no eran capaces de dar ningún sentido a los balones que robaba su equipo, por lo que, tras alguna que otra pérdida intentando buscar opciones de pase, se rindieron ante la altísima presión tras fallo de los vascos y decidieron mandar balones largos para que Bakambu y Adrián intentasen hacer la guerra por su cuenta. 

La movilidad de Juanmi, Carlos Vela, Xabi Prieto y Oyarzábal hacía muy fácil para Illarra romper la primera línea defensiva del Villarreal, sobre todo durante los primeros 25-30 minutos, en los que Trigueros intentaba perseguir a Zurutuza y dejaba mucho espacio a su espalda para los movimientos en apoyo del cuarteto más ofensivo de Eusebio. Una vez llegaba el balón a ellos, las opciones se reducían a abrir a banda para aprovechar las subidas de Yuri y Odriozola o intentar meter balones interiores en un espacio enormemente reducido. Eligiesen la que eligiesen, nunca daba resultado. Con un pobre 55% de efectividad en el pase y menos de un 30% de posesión, los de Castellón llegaban al descanso sin haber tirado ni una vez a puerta, pero sin sufrir más que una ocasión de peligro real en contra. 

Los cambios mejoran al Villarreal

Tras el descanso, Escribá decidió dejar fuera a un desconocido Trigueros, que no parecía ser capaz de conectar la trabajadísima defensa con los ansiosos delanteros para salir a la contra, y Rodri entro al campo para dar aún más equilibrio al centro del campo en tareas de contención. Muy poco tiempo iba a necesitar el Villarreal para demostrar que la concentración defensiva no está reñida con la agresividad en ataque: Bakambu estuvo a punto de marcar tras un error de Rulli originado por una gran presión del franco-congoleño, que la mandaba alta a portería vacía. Si bien en el primer período no había ocurrido prácticamente nada, los segundos 45 minutos se convirtieron muy pronto en un carrusel de oportunidades falladas. La Real Sociedad empezaba a ver que todo su trabajo con el balón no tenía ningún premio y la paciencia disminuyó; las jugadas no eran tan horizontales, se corrían más riesgos y, por tanto, los groguets gozaban de más oportunidades al contraataque. No obstante, seguía habiendo un error que se repetía entre los de Escribá, las pérdidas de balón: pasado el minuto 50, ambos equipos habían regalado el mismo número de balones al rival (57), un dato escandaloso teniendo en cuenta que la posesión era, aproximadamente, de 71%-29%. Así, los de Eusebio seguían presionando a la espera de sacar rédito de alguna de esas concesiones.
Los minutos pasaban y los roles empezaban a cambiar, con un Submarino que había mejorado exponencialmente con la entrada de Rodri y ahora veía cómo las ocasiones de peligro se acumulaban en su casillero. Varias incorporaciones de Mario y un par de conducciones peligrosas de Cheryshev -incluida una en la que tuvo que aparecer milagrosamente Odriozola- estaban metiendo el miedo en el cuerpo a los locales; y Escribá quiso aprovecharlo con la entrada de Sansone por Jonathan dos Santos en el 67. Adrián se movía a la banda derecha para dejar a la velocidad del italiano como máxima amenaza amarilla. Los entrenadores buscaban la victoria y movían los banquillos; Bautista, Canales y Concha entraban para aportar frescura al ataque vasco -por Juanmi, Xabi Prieto y Oyarzábal, respectivamente- y Castillejo agotaba las sustituciones amarillas, entrando en el lugar de Cheryshev. La elaboración calmada se había terminado y los últimos 20 minutos fueron una consecución de sustos, que se inició con una gran jugada de Yuri, muy activo durante todo el partido, y su disparo que pegó en el lateral de la red. A partir de ahí, una doble ocasión clarísima del Villarreal a la salida de un córner, un gran remate de cabeza de Bautista y la sensación de que cualquiera podía llevarse los tres puntos. 

Descontrol en los minutos finales y premio para los visitantes

La Real Sociedad seguía dominando la posesión, pero los tres refuerzos del Villarreal estaban transformando lo que antes eran despejes en contraataques sumamente peligrosos. En el minuto 91 dieron una advertencia, con una jugada iniciada por Rodri, que habilitó a Sansone en carrera para que buscase al tercero en discordia, Castillejo. La ocasión no se concretó, pero fue el preludio de lo que ocurriría tan solo dos minutos después. Los castellonenses recuperaron un balón que llegó a la banda izquierda, donde Jaume Costa rompió a Vela en un duelo que se había visto innumerables veces, pero todas al revés, levantó la cabeza y puso un balón perfecto que remató Samu Castillejo con una volea que supuso la afirmación de que, con una gran defensa, se pueden conseguir muchas cosas.