Corría el minuto 88. El San Fernando se defendía como gato panza arriba de las acometidas de un gallo en problemas como el Murcia. El nuevo equipo de Vicente Mir atacaba desesperadamente en busca de una victoria que se le escapaba en Bahía Sur. Los isleños le habían amargado el encuentro en Nueva Condomina y ahora se le habían subido a las barbas hasta ponerle contra las cuerdas. La ilusión, la fe y la efectividad eran armas más que suficientes para un conjunto herido que se resiste a caer en el fuego del descenso.

El San Fernando volvió a hacer sonreír a su afición en un día clave

Estaba sufriendo lo indecible la escuadra local. Era de esperar. La dinámica de siete partidos sin conocer la victoria pesaba como una losa. Había miedo en un Estadio Iberoamericano acostumbrado a terminar los partidos este año con la cara avinagrada que te produce un empate o una derrota. Sin embargo, esta vez iba a ser distinto. Muy distinto.

Un insulso saque de banda grana fue a parar a Galindo, que descolocó a los centrales visitantes y, tras una pared con Dani Martínez, cedió a Lolo Garrido. Ni corto ni perezoso, el jerezano vio la internada de Mario y se atrevió a enviarle un esférico delicioso que dejaba al lateral solo delante de Diego Rivas.

Allí estaba. El canterano azulino ante un momento decisivo. Sin miedo, con frescura, confianza y valentía controló, dejó botar la pelota y armó un disparo al palo largo que Rivas solo pudo embellecer con su estirada. Era el 3-1. El fin al sufrimiento. La confirmación de la victoria. La algarabía en el estadio. La sentencia de muerte de Goliath ante la honda de David. Era el delirio azulino ante la desdicha murciana en un mismo terreno de juego. Era, es, la viva imagen del fútbol.

Cuestión de intensidad

El fútbol moderno se basa en una palabra. Intensidad. A veces vale con correr más que el contrario. No importa cómo menees la bolita. Si eres más intenso que el contrario, el tendido aplaudirá al equipo y la moral ascenderá hasta límites insospechados. Más en Segunda B, donde la calidad sobresale en contadas ocasiones y las estrellitas se dejan para la tele. Solo cuenta la testiculina, y el San Fernando lo tenía claro. Había que correr más y ser un bloque para desdibujar a un bloque combinado de nombres que imponían respeto.

Mir fue a por todas desde que facilitó el once inicial: Sergi Guardiola y Curto, dos puntas y Elady y Roberto Alarcón como extremos. Ambos, además, sentían el apoyo constante en tareas ofensivas de los laterales Juanjo y Josema que, sin embargo, dejaban desamparados a la retaguardia.

Zelu adelantó a los azulinos con un certero cabezazo en el 11'

Curiosamente, a pesar de que el guion del choque invitaba a que los locales comenzasen a asustar al rival con una acción al contragolpe, lo cierto es que el Murcia empezó mandón. Imponiendo respeto. Marcando músculo. Y el San Fernando encontró su talón de Aquiles a balón parado. La flecha que se clavó fue la cabeza de un Zelu que le está pillando el gusto a eso de elevarse. Poco le importa que los balones aéreos no sean su fuerte por una mera cuestión biológica. El fútbol, al fin de cuentas, es cuestión de confianza.

Un servicio de Francis desde la esquina le llegó a él, que encontró el pasillo a la gloria. En el mismo lugar donde un minuto antes había errado un remate claro tras una falta lateral, esta vez acertó. De lleno. Aprovechó el trabajo sucio de Regino, que atrajo la atención de Juanjo, y conectó con solvencia para fusilar con la testa al portero.

Inicio de ensueño para el San Fernando. Un auténtico cuento de hadas que, sin embargo, como en toda historia heroica debía pasar por un momento de tensión. Al Murcia le habían herido. Un balazo en el brazo. Pero ni mucho menos estaba en condiciones de ser clemente con su enemigo. Al revés. Estaba dispuesto a lanzar un zarpazo que devolviera el daño causado. Y lo hizo.

Reset inservible

Además, también a balón parado. Especialidad de la casa de un veterano de guerra como David Sánchez. El mediocentro no tiene un pie, tiene un guante y como tal, su equipo trabajó para que se luciera. Elady, Alarcón, Guardiola y compañía disfrutaban con asiduidad de situaciones en zona de tres cuartos. O lo que es lo mismo, una invitación de peligro para la escuadra visitante que no estaba dispuesta a desaprovechar en más de una ocasión.

Juanjo rompió el orden establecido. El San Fernando se encontraba en una situación de sobreexcitación importante y se dejó llevar. Una escapada por el lateral diestro acabó con una falta muy peligrosa cerca del pico derecho del área grande.  

David Sánchez igualó con un lanzamiento a la misma escuadra

Y David Sánchez la puso en la escuadra. Nadie rechistó. Ni el portero, un Miguel con cara de circunstancias que intentó evitar lo inevitable. El esférico golpeó con violencia en el travesaño y botó dentro de la jaula. El guardameta la sacó con rapidez y el conjunto cañaílla aparentó normalidad hasta que el linier confirmó la igualada ante la protesta general. Fue gol. O, mejor, un golazo.

Psicología como clave

Si ya de por sí el duelo había comenzado trepidante, el estreno goleador de ambos equipos provocó una oleada de incertidumbre. El Murcia pretendía hacerse con el control total del juego pero se encontró muy pronto con la impetuosa reacción de un rival dispuesto a todo. Sergi Guardiola, en una jugada individual, estuvo a punto de decantar la balanza del lado murciano. Regino, sin embargo, estuvo providencial cuando éste ingresaba ya en el área enemiga.

Francis sorprendió a Rivas para volver a adelantar al San Fernando antes del descanso

Tardó poco Francis, y posteriormente Dani Martínez en responder a base de lanzamientos de falta. El primero por encima del larguero y el segundo, con toda la intención del mundo, se topó con Golobart antes de caer en manos de Rivas. Era la antesala del segundo.

Vukcevic, que ya había avisado con anterioridad de su alegría a la hora de llegar a línea de fondo, lo hizo todo a la perfección. Asistió a un Javi Trujillo que no buscó puerta. El canario eligió sabiamente dejar el esférico en posición de Francis. El 10 azulino hizo honor a su dorsal con un recurso fantástico. Recortó a su par y, aun con la derecha (su pierna mala) disparó. Otra vez la fe movió montañas. Porque a pesar de lo centrado del lanzamiento, Golobart y Borja Gómez impidieron la rápida reacción de Rivas, que no logró atrapar un balón que se coló manso en el arco.

Jugar a ser veteranos

Ahora sí, el San Fernando había aprendido la lección. Tocaba sufrir. Méndez confesó que, en el intermedio, pidió a sus hombres comportarse como veteranos. Apretarse los machos, hablando en claro, para aguantar las embestidas murcianistas. Vicente Mir no se lo pensó y dio entrada a José Ruiz por Juanjo, que sufría molestias. El recién entrado actuó como carrilero junto a Josema y dejó una defensa de tres. Ruiz pronto entendió de qué iba el juego y puso en serios aprietos a Vukcevic, que acabó exhausto.

Eran los mejores momentos de un Murcia encomendado al acierto de un Víctor Curto que erró en demasía. Cuando no se topó con la valentía del joven Miguel, fue un remate a las nubes en el lanzamiento de una falta en la frontal.

El Murcia se volcó y Mario sentenció a la contra en la recta final

La fortuna sonreía al Club Deportivo, que contragolpeaba de vez en cuando tratando de respirar. De tomar aire limpio. Zelu dejó su sitio a Mario, que se colocó como extremo reconvertido. Por su parte, Mir sustituyó a Elady por Isi. Precisamente este último tuvo, posiblemente, la mejor ocasión del choque. El murciano se adentró en el área y, con todo a su favor, cruzó excesivamente el cuero ante la salida desesperada de Miguel.

El susto había pasado. Méndez refrescó su ataque con la briega de Espinar, pero el loreño poco pudo hacer en las embestidas de los visitantes. El gol del Murcia no llegaba y, en la recta final, Rayco entró por Borja Gómez en una arriesgada decisión.

El intento de dinamizar el ataque le salió caro a los granas, que dieron alas a los isleños. Galindo, en el 84’, se quedó a las puertas de la red al llegar extremadamente cansado al interior del área visitante. El Murcia ya era descaradamente un equipo con sobredosis numérica arriba y otro excesivamente vulnerable atrás.

Fue entonces cuando Galindo recuperó la bola tras un saque de banda de Roberto Alarcón. Corría el minuto 88 y Mario era el elegido para ajusticiar a un gigante que hoy es un mar de dudas. Y todo por haber caído en una isla que hoy hizo honor a su historia. Batalló y ganó. Como en 1810, fue invencible. La recompensa no fue la vuelta del rey, sino tres puntos que están hechos del material de la corona del monarca. Oro puro.