El cocido, los callos, el bocata de calamares y el derbi entre otras muchas cosas. El menú en Madrid es amplio y exquisito. Hoy el último plato estaba servido con cubertería de oro macizo, en el que nos encontrábamos a dos equipos entregados en la lucha por el dominio de la capital. La diosa Cibeles ante Neptuno, los colchoneros frente a los merengues, la rivalidad entre dos vecinos que poseen un amplio repertorio de enfrentamientos. El de hoy no iba a ser menos.

Una vez más volvió a reinar la polémica. El color rojiblanco de las gradas del Wanda Metropolitano durante los minutos previos al comienzo se vio teñido de merengue en su totalidad. Los madridistas se llevaron el gato al agua en un estadio donde el sonido más repetido fue el pitido del árbitro, que chirriaba de forma constante debido a la dureza del juego. Se vio un partido muy trabado, con poco fútbol y mucha dureza, como los derbis de los viejos tiempos.

Hablando del tiempo, poco duró el luminoso con las dos rosquillas reflejadas. Casemiro tenía el antojo de comerse una y resarcirse de su mala aparición hace unos días en el Camp Nou. Sergio Ramos imantó a toda la defensa colchonera y abrió el telón a la chilena del centrocampista brasileño. Sin embargo, poco iba a durar su alegría. Griezmann se negó a permitir la primera victoria del Real Madrid en su nuevo feudo. Las piernas de Courtois abrieron las puertas del empate y el principito no evitó tal ofrecimiento.

El descanso no llegó sin antes haberse sembrado la polémica. Vinicius, haciendo de las suyas por la banda izquierda, forzó un penalti que tiene dividido a todo el mundo del fútbol. El VAR lo confirmó y Ramos no falló ante Oblak. Comenzaban los primeros murmullos y silbidos en la grada local, que cuestionó la decisión tomada por el árbitro durante los 15 minutos de parón.

Se retomó la acción y el partido se tiñó de amarillo. Estrada Fernández desgastó la cartulina de tanto movimiento. La segunda parte se resumió, en parte, de esta manera. Por otro lado, el partido estuvo condicionado por otras situaciones. En primer lugar, la entrada de Bale supuso la sentencia definitiva para el Atlético de Madrid. Si es verdad que el galés se mantuvo en las sombras durante gran parte del partido, pero cuando apareció, marcó.

En el bando atlético Morata y Thomas fueron los protagonistas. El primero de ellos no cuajó un gran partido a pesar de la titularidad y eso que todos los focos iban a apuntar hacia él. No había otra forma de estrenarse con su nuevo equipo que ante el club de sus amores. El VAR evitó esta morbosa situación al anular un gran gol del ariete español, que ya estaba celebrándolo. Finalmente fue sustituido entre un mar de dudas minutos antes de que Thomas Partey fuese expulsado por doble amarilla.

Los derbis son otro rollo, cada uno tiene su toque especial. En esta ocasión la polémica se sobrepuso al buen estado de forma del combinado comandado de Solari. Habrá que esperar a un hipotético cruce en Champions League. En caso de no darse este enfrentamiento habrá que esperar hasta la próxima temporada. Será una larga espera, pero sin duda valdrá la pena.