Corría el año 2009 y el mismo escenario que en la tarde del sábado pasado. Montilivi iba a ser testigo de una noche histórica para el tinerfeñismo. El gol de Kome, la alegría desbordada por un ascenso, las lágrimas. Ocho años después volvían los blanquiazules a pisar el mismo césped que les dio el honor de jugar en la liga de las estrellas. El sábado, el guion era el de un pequeño cortometraje de instituto, otra película totalmente distinta.
Los blanquiazules querían encadenar su segunda victoria consecutiva y así ahuyentar las dudas que aun se cernían sobre el equipo, a pesar de la victoria frente al Rayo. En el once inicial volvía a estar Alberto, mientras que en la zona atacante muchas novedades.
Álex García volvía al once, Amath actuaría de enganche y en la punta de lanza el lugar sería para Jouini con una tarea, hacer olvidar al hondureño Anthony Lozano. Enfrente un Girona encaramado un año más en los puestos altos de la tabla.
El partido comenzó de manera inmejorable para los hombres de Martí. Cuando la mayoría del público no se había sentado en el asiento ya Amath había cogido la moto para poner el primer tanto para su equipo. Un rechace que venía de una jugada de Suso cayó en el canterano del Atlético de Madrid que con extrema sutileza colocó el balón en el palo derecho de otro joven colchonero, Bono. Gol para soñar con otra victoria en un feudo fetiche.
Se adelantaba el conjunto visitante que empezaba fuerte dando todo un golpe de autoridad con la mano abierta. Tocaba mantener el resultado y a los blanquirrojos remontar, pero la reacción de estos últimos tardó en aparecer.
Tras 10 minutos sin dueño del partido y con sucesiones de pelotazos y pérdidas de balón llegó la respuesta inmediata del Girona. Gol de Ramalho de cabeza sin oposición tras una falta botada por Granell. Reacción express y efectivididad absoluta de ambos conjuntos, una ocasión y un gol para cada uno.
Jarro de agua fría para los tinerfeños que vieron como su ventaja duró lo que canta un gallo. Tocaba levantarse y el estandarte de la respuesta fue Amath de nuevo. Preso de su electricidad y de su velocidad endiablada a punto estuvo de culminar en gol un balón largo que filtró a la espalda de la defensa catalana Vitolo. Demasiado descontrol en su zancada que provocó que le birlaran la cartera a pocos metros del guardameta.
El Tenerife había conseguido dominar timidamente, no con la posesión del balón, pero sí con ciertas jugadas de peligro encarnadas en una máxima: balón largo a Jouini o a la carrera de Amath, o en su defecto a una internada de Suso. Muy limitados los blanquiazules arriba que derrepente sufrieron un cortocircuito, se le apagó la luz al conjunto canario.
El Girona atisbó el apagón y a punto estuvo de alumbrar el encuentro. Varias jugadas de Portu y Borja García, y los disparos lejanos de Pere Pons fueron la linterna gerundense que se topó con Dani Hernández, una vez más salvador de su equipo.
Los visitantes seguían con la misma idea de juego, pelotazo y a ver qué pasa. Lo cierto es que no estaba siendo un partido de muchas ocasiones, pero llegado el minuto 40 llegó la ocasión más clara para los locales. Un disparo de fuera del área de Granell que se estrelló en el larguero. Escapaban en tablas los chicharreros, aún buscando el interruptor, o más bien que se les encendiera la bombilla futbolística en la segunda mitad.
Reacción en forma de espejismo
El Tenerife cogió el candelabro, cargó las pilas en el descanso y tomó la penumbra de un encuentro sin chispa y sin luminosidad. Con mayor intensidad y más ganas de jugar al fútbol salieron unos blanquiazules que ya en el minuto 49 a punto estuvieron de encontrar premio a su buena actitud inicial. Un gran disparo que enganchó Álex García se estrelló en el paló y botó a escasos metros de la línea de gol. El vizcaíno muy criticado en estas últimas semanas y tras el encuentro, estuvo cerca de tapar muchas bocas con el que hubiera sido todo un golazo.
El lavado de cara que había llevado a cabo Martí tras la primera parte se hacía notar sobre el césped, pero aun sin encadenar varias ocasiones de cierto peligro. Tras 15 minutos de dominio absoluto de los isleños, el equipo volvió a indicar un claro bajón. La reacción era todo un espejismo, ya que durante los siguientes 30 minutos se dio un paso atrás y se apreció un cierto conformismo en los visitantes que estuvieron a punto de pagar caro.
Cierto es que la segunda parte fue una lucha de poder a poder, pero toda una locura sin orden con transiciones rápidas sin finalización, solo el Girona se acercaba al área y muy tímidamente. Pero se fueron animando los de Pablo Machín espoleados por la actitud de un rival adormecido y sin ideas.
Los canarios habían caído de nuevo en la telaraña catalana y no podían escapar solo resistir. El jefe de la resistencia, de nuevo el guardameta venezolano, que paró un gran disparo a bocajarro dentro del área. El Tenerife intentó despertar con la entrada de Cristo González y Omar Perdomo, pero era ya un juguete roto en manos ajenas
Los últimos minutos fueron de asedio local. Sin embargo, el Girona no pudo echar mano a un conjunto desdibujado que solo disparó tres veces entre los dos palos. Un punto que deberán hacer bueno en los dos próximos encuentros en casa y que deja a los tinerfeños en el puesto 17 con 15 puntos. Sin fútbol y a lo loco fue imposible sacar los tres puntos en un estadio que fue y será siempre recordado.